Suelos producción agropecuaria y cambio climático: avance en la argentina. El suelo como objeto y sujeto
Existen evidencias inequívocas del calentamiento de la superficie terrestre a causa del aumento de la concentración de gases con efecto invernadero (GEI) en la atmósfera. Los suelos pueden ser vistos tanto como sujeto, como objeto de este cambio climático.
El rol de sujeto se desempeña de dos formas: a) porque en los suelos se encuentra el principal almacén de carbono de la naturaleza; y b) porque desde los suelos son emitidos los principales GEI que son motivo de mayor preocupación por su poder calentamiento y tiempo de residencia en la atmósfera: el dióxido de carbono (CO2), el óxido nitroso (N2O) y el metano (CH4). El CO2 es considerado GEI cuando existen cambios de uso de la tierra (e.g. deforestación, forestación, roturación de pastizales) que producen un desbalance entre las entradas y salidas de C del sistema. El N2O es el principal GEI producido por suelos con manejo agrícola, a partir de transformaciones del N que entra anualmente a los suelos. Finalmente, las fuentes de emisiones de CH4 que pasan por los suelos son las arroceras inundadas, por un lado, y el derretimiento de “permafrosts”, que son suelos en climas fríos típicos de altas latitudes o alturas.
El rol de objeto se origina en que los suelos sufren los impactos del cambio climático, en particular los denominados extremos (i.e. tormentas, huracanes, inundaciones, sequías, olas de calor, incendios) cuya frecuencia se ha incrementado en las últimas décadas. Dado su imprevisibilidad, las consecuencias del cambio climático sobre los suelos no son fáciles de estimar, pues a menudo interaccionan con otros cambios antrópicos que suceden en forma coetánea (e.g. agriculturización, pastoralismo, urbanización). Sin embargo, un criterio para valorar el riesgo es la posibilidad de recuperación posterior del deterioro producido. En ese sentido, pueden señalarse a la erosión hídrica y eólica, el deslizamiento de laderas de montañas, y la salinización y sodificación asociado con cambios en el régimen de aguas superficiales y profundas como los deterioros de más difícil reversibilidad que puede generar o agravar el cambio climático.
Gran parte de las estrategias de adaptación a los impactos del cambio climático pasan por evitar o aminorar estos daños, a través de la adopción de prácticas conservacionistas de manejo de suelos, o incluso de la creación de áreas de reserva (e.g. parques nacionales, reservas de flora y fauna, sitios Ramsar, etc.) donde se considera que son los servicios ambientales el principal bien a proteger.