Tamaño de partícula en alimentación de pollos
Partículas finas en alimentación de pollos
El objetivo de la molienda es reducir el tamaño de las partículas de los ingredientes para aumentar la superficie de exposición a la acción de los enzimas aumentando la digestibilidad de los nutrientes. Además, la molienda facilita el manejo y la mezcla de las materias primas y aumenta la eficiencia de producción y la calidad del gránulo. Por ello, se consideraba que cuanto menor era el tamaño de la partícula mejor era el índice de conversión y mayor era la productividad del ave. De hecho, Davis et al. (1951) suministraron una dieta con maíz molido grosero (> 1.410 µm) o molido fino (< 1.410 µm) y observaron que los pollos que consumían la dieta con partículas más groseras consumían más pienso y eran menos eficientes que los pollos que consumían las dietas con partículas más finas.
Asimismo, las partículas pequeñas mejoran la digestibilidad de los nutrientes (Perón et al., 2005) y ayudan a compactar las partículas en piensos granulados (Kilburn y Edwards, 2001). Moliendas finas mejoran la disponibilidad de ciertos constituyentes intracelulares, efecto que es superior en dicotiledóneas, caso de la soja, la colza, las habas y el guisante que en monocotiledóneas, caso de los cereales (Carré, 2004). Los nutrientes de los que se mejora la digestibilidad con moliendas finas son la grasa en el caso del maíz o la soja (liberación intracelular) y el almidón en el caso de los guisantes. Asimismo, el efecto beneficioso de la molienda es más importante con ingredientes como el sorgo y la semilla de colza que debido a su protección externa fibrosa son difíciles de quebrar en la molleja y de atacar por las enzimas del sistema gastrointestinal (Douglas et al., 1990). De hecho, Afsharmanesh et al. (2007) no observaron diferencias en la digestibilidad de la proteína bruta de dietas suministradas en harina con trigo con un tamaño medio de partícula de 484, 553 o 614 µm. Asimismo, Valencia et al. (2009) encontraron que suministrar dietas con harina y haba de soja micronizadas (44 ± 2 µm) o molidas (830 ± 2,3 µm) a pollos de 1 a 21 días de edad no influía sobre la digestibilidad ileal de la proteína bruta o los aminoácidos.
Sin embargo, las partículas excesivamente finas aumentan la velocidad de tránsito y producen atrofia de la molleja, que es el órgano director de los movimientos peristálticos y de reflujo del aparato digestivo (Moran, 1982). Por tanto, moliendas muy finas perjudican de forma indirecta la motilidad y elevan el pH del contenido digestivo. pH elevados reducen la solubilidad y la digestibilidad de los minerales, la proteína y otros nutrientes y facilitan el crecimiento de los microorganismos patógenos ya que en la mayoría de los casos el pH óptimo de crecimiento está cercano a la neutralidad o es ligeramente básico. Por tanto, una molienda excesivamente fina puede aumentar la motilidad digestiva y reducir el contacto entre nutrientes y enzimas, empeorar los índices de conversión y aumentar la incidencia de procesos entéricos. Además, los finos del pienso en contacto con el agua causan aglomeración de partículas y pastosidad del pico reduciendo el consumo de pienso y aumentando el consumo de agua y las pérdidas de pienso al lavarse el pico en los bebederos (Elley y Bell, 1948).
Partículas groseras en alimentación de pollos
Datos de Reece et al (1986) y Lott et al.(1992) han indicado que moliendas finas no son necesariamente mejor que moliendas groseras en alimentación de aves. De hecho, las partículas de mayor tamaño están mejor adaptadas a la fisiología de las aves mejorando el peristaltismo digestivo y la utilización de los nutrientes (Nir et al., 1994a). Las partículas groseras se retienen durante más tiempo en la molleja que las finas (González-Alvarado et al., 2007; Svihus, 2011), permiten un mayor desarrollo de la molleja (Magro y Penz, 1998; Dahlke et al., 2003; Svihus et al., 2004) y una mayor producción de HCl (Dahlke et al., 2003) y enzimas. Un mayor tiempo de retención en la porción proximal del aparato digestivo favorece la solubilidad de las partículas y el acceso enzimático posterior. Asimismo, las partículas groseras pueden reducir la incidencia de procesos entéricos al disminuir la adherencia de las bacterias a las mucosas y aumentar la digestibilidad de ciertos nutrientes (Engberg et al., 2002). Kilburn y Edwards (2004) observaron una mejora del ritmo de crecimiento y el índice de conversión de pollos de 1 a 16 días de edad que consumían una dieta con harina de soja molida a 1.239 µm en vez de a 891 µm. Asimismo, estos autores encontraron que el porcentaje de cenizas en la tibia aumentaba y los problemas de patas disminuían al aumentar el tamaño de partícula de la dieta. La mejora de la productividad al aumentar el tamaño de partícula también ha sido observada por otros autores en pollos de 1 a 21 días de edad (Nir et al., 1990; Afsharmanesh et al., 2007) y a partir de los 21 días de edad (Reece et al., 1985; Magro y Penz, 1998; Svihus et al., 2004).
Sin embargo, tamaños de partícula excesivamente groseros también perjudican la productividad en pollos mediante al menos dos mecanismos: 1) selección de unas partículas sobre el resto. Las aves seleccionan su consumo en función de la estructura de lo que se le ofrece. Schiffman (1969) sugirió que las aves preferirían alimentos estructurados sobre los que no lo están y que con la edad la preferencia por las partículas más groseras aumenta; 2) reducción directa o indirecta del consumo por alterar la velocidad de tránsito. La ralentización de la velocidad de paso del alimento con partículas de pienso de gran tamaño produce sensación de saciedad lo que puede reducir el consumo (Nir et al., 1994 a,b). Parsons et al. (2003) observaron que la productividad de los broilers bajaba al aumentar el tamaño de las partículas de maíz de 781 µm a 2.241 µm.
Moran (1982) indicó que la preferencia por un tamaño de partícula u otro podría estar relacionado con el tamaño del pico cuyas dimensiones son fijas a una edad dada y con la búsqueda de la forma más eficiente de llevarse el alimento a la boca. Por tanto, la preferencia por un tamaño u otro depende de la edad del pollito. Partículas de tamaño excesivo no son consumidas por el pollito recién eclosionado ya que no están adaptadas a las dimensiones del pico. De hecho, Lott et al. (1992) indicaron que partículas con un diámetro geométrico medio (DGM) mayor de 1.196 µm (criba de 9,59 mm en molino de martillo) son excesivamente grandes y tienden a reducir el consumo en pollitos. Nir et al. (1994 a,b) indicaron que en dietas de preiniciación basadas en maíz, el DGM adecuado está en torno a 0,7-0,9 mm, mientras que los pollos adultos prefieren partículas superiores a 1,20 mm. En un trabajo reciente, Huang y De Beer (2010) indicaron que los pollos de 1 a 10 días de edad mostraban preferencia por tamaños de partícula entre 860 µm y 2.000 µm y que rechazaban partículas inferiores a 860 µm y superiores a 3.180 µm.
Importancia de la uniformidad del tamaño de partícula en pollos
Otro factor a considerar en relación con las características de la molienda es la uniformidad del tamaño de las partículas. No sólo el tamaño medio de la partícula sino también la uniformidad de las mismas es importante en relación con la productividad en pollitos de hasta 21 días de edad (Nir et al., 1994a). Se estima que para conseguir mezclas de pienso homogéneas es preciso que el coeficiente de variación del tamaño de las partículas sea inferior al 10-15% (Hanckock, 1996). Los molinos de rodillos dan lugar a tamaños de molienda más uniformes que los molinos de martillos (Owens y Heimann, 1994). Por tanto, el porcentaje de partículas excesivamente finas, que perjudican la fisiología digestiva, y de partículas excesivamente groseras, que reducen la digestibilidad de los nutrientes, es menor con molinos de rodillos. Sin embargo, la importancia de este factor (molienda con martillos vs. molienda con rodillos) en alimentación práctica de broilers es reducida (Nir et al., 1990) ya que los piensos van granulados por lo que el interés en lograr un tamaño y uniformidad de partículas óptima se reduce (Reece et al., 1985).
Tamaño de partícula en avicultura de puesta
La información existente sobre la importancia del tamaño de la molienda en avicultura de puesta es escasa. El tamaño medio de partícula es particularmente importante en piensos de iniciación en harina para pollitas de recría. Datos de Isa Brown (1998) indican que tamaños de partícula medios del cereal inferiores a 1,1 mm reducen el consumo y el peso corporal a 21 días de edad así como el tamaño de la molleja. Por tanto, deben evitarse tamaños reducidos de partícula (< 600 µm) en piensos de iniciación de pollitas (de 0 a 4 semanas de edad) y de inicio de puesta (de 18 a 40 semanas de edad) ya que reducen el consumo y el peso vivo y aumentan el pH del contenido de la molleja, lo que influye sobre la fisiología y el crecimiento de los diversos microorganismos presentes en el tracto intestinal. En pavos de 1 a 21 días de edad, Favero et al. (2009) observaron que los pavos que consumieron las dietas que contenían el cereal con un tamaño medio de 606 µm crecían más y consumían más pienso que los pavos que consumieron las dietas que contenían el cereal con un tamaño medio de 380 o 806 µm. Estos autores no encontraron diferencias para el índice de conversión según el tamaño de partícula de la dieta.
Green (1991) observó en aves viejas que la molienda fina reducía el consumo en un 3,3% (119 vs. 123 g/día) en relación con la molienda grosera sin que el peso del huevo o el índice de puesta se vieran afectados. Este autor recomendó reducir el tamaño de las partículas del pienso para ponedoras a final de puesta a fin de reducir el exceso de consumo. Desafortunadamente este trabajo no presenta información sobre el tamaño geométrico de las partículas ni da valores de variabilidad estadística de la productividad de las aves. Sin embargo, Portella et al. (1988) observaron que el consumo de pienso era superior con partículas finas que con partículas groseras. Otros autores (IsaBrown, 1998 y 2000) inciden sobre la importancia de suministrar partículas de tamaño grosero. Por otro lado, Deaton et al. (1989) suministraron piensos con un tamaño de partícula de 814 µm o 1.341 µm a ponedoras de 23 a 72 semanas de vida sin observar diferencia alguna entre tratamientos para ninguno de los parámetros estudiados. Asimismo, Vandenboorn et al. (1993) con dietas con un 40% de maíz en ponedoras de 22 a 36 semanas de edad no observaron diferencias en productividad con moliendas de 3 ó 9 mm. No obstante, los datos numéricos favorecieron al pienso más fino (94,2 vs. 91,8% de índice de puesta y 2,18 vs. 2,23 de índice de conversión). Por el contrario, el tamaño del huevo fue mayor con el maíz grosero (57,7 vs. 57,2 g). Independientemente de cuál sea el tamaño de partícula utilizado, es fundamental mantenerlo a lo largo del tiempo. De hecho, un cambio abrupto de piensos de harina fina a piensos muy groseros reduce de forma drástica el consumo el primer día tras el cambio (hasta 30 g en el primer día) (Portella et al., 1988) y afecta ligeramente al tamaño del huevo. Estos autores indicaron que las ponedoras necesitan hasta cuatro días para ajustar el consumo a sus necesidades cuando se cambia de forma brusca la textura del pienso.
Resultados de nuestro laboratorio indican que independientemente del valor nutricional de los piensos, las ponedoras prefieren partículas molidas groseras a molidas finas y que si se les permite elegir prefieren tamaños comprendidos entre 1,1 y 2,4 mm a partículas menores de 0,5 mm. De hecho, si hay alimento disponible abundante, las aves rechazan consumir aquellas partículas inferiores a 0,15 mm. Aunque las diferencias no fueron significativas, Safaa et al. (2009a) observaron que numéricamente las ponedoras presentaban mejores índices de puesta y de conversión y huevos con más peso cuando consumían una dieta que contenía el cereal molido grosero con una criba de 10 mm que cuando consumían las dietas con cereales molidos finos (criba de 6 mm) o intermedios (criba de 8 mm). Leeson y Summers (2005) indicaron que con piensos en migas, las gallinas seleccionan aquellas de mayor tamaño y sólo consumen el remanente cuando se acaban las primeras. Dado que los piensos para ponedoras se suministran en harina, la uniformidad del tamaño de partícula es importante siendo recomendable que entre un 75 y un 80% de las partículas estén en un tamaño comprendido entre 0,5 y 3,2 mm. Por ello, y no sólo por su solubilidad más lenta, se recomienda que un alto porcentaje (> 40%) del carbonato cálcico añadido como fuente de calcio sea suministrado en forma de partículas groseras (> 2-3 mm). Sin embargo, Safaa et al. (2009b) no encontraron diferencias ni en la productividad ni en la calidad del huevo o la tibia al suministrar la fuente de calcio como carbonato fino (337 ± 2,0 µm), grosero (3.360 ± 1,3 µm) o en forma de conchilla de ostras (2.557 ± 1,5 µm) a ponedoras de 58 a 73 semanas de edad.
Presentación del pienso
Influencia de la presentación del pienso sobre la productividad en pollos
La forma del pico determina la presentación del pienso más adecuada en cada caso. El gránulo tiende a aumentar el consumo de agua y reduce de forma significativa el tamaño del tracto gastrointestinal y el peso de la molleja (Choi et al., 1986) lo que puede ser perjudicial en caso de alta incidencia de problemas digestivos. Sin embargo, la granulación del pienso mejora de forma consistente la productividad en pollos (Hamilton y Proudfoot, 1995; Svihus et al., 2004) siendo el efecto más evidente cuando se utilizan ingredientes fibrosos o groseramente molidos (Zatari y Sell, 1990). Lopez et al. (2000) compararon el rendimiento productivo de pollos alimentados con gránulo o harina durante las fases de crecimiento y acabado. Al final del ensayo, los pollos que recibieron granulado entre 21 y 43 días comieron y crecieron un 8% más que los que consumieron harina. Resultados similares han sido presentados por Hamilton y Proudfoot (1995) trabajando con dietas basadas en maíz y trigo. En general, los pollos que consumen pienso en gránulo presentan mejores rendimientos productivos que los que consumen pienso en harina con los que consumen migaja en una posición intermedia (Cerrate et al., 2009; Serrano et al., 2011). Sin embargo, las diferencias son más acusadas en pollos jóvenes que en adultos.
Serrano et al. (2011) estudiaron la influencia de la presentación del pienso sobre los rendimientos productivos, la digestibilidad fecal de los nutrientes y el tamaño de órganos. Para ello, llevaron a cabo dos ensayos; el primero en suelo hasta 42 días de edad y el segundo en batería hasta 21 días de edad. En el primer ensayo, los pollos consumieron piensos en harina, gránulo o migaja de 1 a 21 días de edad. Posteriormente (de 21 a 42 días de edad), todos los pollos consumieron el mismo pienso en forma de gránulo. Estos autores observaron que los pollos que consumían el pienso en forma de migaja o gránulo crecían más de 1 a 21 días de edad que los pollos que consumían el pienso en forma de harina. Además, el gránulo mejoró la conversión respecto a la migaja y ambos respecto a la harina. Sin embargo, los beneficios de la granulación del pienso sobre los rendimientos productivos disminuyeron con la edad. De hecho de 21 a 42 días de edad, cuando todos los pollos consumieron pienso en gránulo, los pollos que habían consumido pienso en harina de 1 a 21 días de edad consumieron menos pienso y convirtieron mejor que los pollos que consumieron gránulo o migaja. Sin embargo de 1 a 42 días de edad, los pollos que habían consumido pienso en gránulo fueron más eficientes que los pollos que habían consumido migaja o harina. Las mejoras observadas para la eficacia alimenticia en los pollos que consumieron pienso en gránulo en comparación con los que consumieron pienso en harina, probablemente se debieron a la disminución del desperdicio observado con el pienso en gránulo (Medel et al., 2004).
En el segundo ensayo llevado a cabo por Serrano et al. (2011), de 1 a 21 días de edad los pollos que consumieron harina o migaja crecieron menos y consumieron menos pienso que los pollos que habían consumido gránulo de acuerdo con los resultados observados por Nir et al. (1995). Sin embargo, el pienso en migaja mejoró el índice de conversión respecto a la harina, presentado el gránulo resultados intermedios. Jahan et al. (2006) observaron que el índice de conversión era similar para los pollos que consumían pienso en gránulo o migaja, de acuerdo con los resultados de Serrano et al. (2011). Además estos autores encontraron que el peso relativo (% peso vivo) de la molleja con contenido fue mayor en los pollos que habían consumido harina que en los pollos que habían consumido migaja o gránulo de acuerdo con los resultados de Engberg et al. (2002) y Amerah et al. (2007). La granulación reduce el tamaño de partícula debido a las condiciones mecánicas aplicadas durante el proceso (Hamilton y Proudfoot, 1195; Nir et al., 1995; Svihus et al., 2004). Las partículas de pequeño tamaño son retenidas en la molleja durante más tiempo que las partículas groseras (Nir et al., 1994a; Jiménez-Moreno et al., 2010). La menor estimulación mecánica del alimento en la molleja daría lugar a mollejas de menor tamaño (González-Alvarado et al., 2007). Asimismo, Serrano et al. (2011) encontraron que la digestibilidad fecal de los nutrientes fue superior con la harina que con el gránulo o la migaja. Estos resultados podrían ser debidos al mayor tamaño de partícula de los piensos en harina.
Desde un punto de vista nutricional las razones más importantes que explican las mejoras de los rendimientos productivos con el pienso en gránulo son: 1) evita la selección por el ave, 2) reduce las mermas, 3) aumenta la digestibilidad de los nutrientes, 4) disminuye los gastos de conservación y 5) mejora el consumo de pienso. A continuación se estudia detalladamente cada una de estas razones.
1.- La granulación reduce la capacidad de selección del ave, uniformizando el consumo. En el broiler la importancia de esta ventaja es reducida ya que el porcentaje de gránulos enteros a nivel del comedero rara vez supera la cifra del 50% (al menos en dietas basadas en maíz o sorgo). Por tanto, el ave se permite cierto grado de selección. En cualquier caso, el porcentaje de partículas muy finas en comedero es inferior en piensos granulados que en piensos en harina ya que en el primer caso los finos tienden a aglomerarse, especialmente cuando se añade grasa. Es importante tener en cuenta que las dimensiones del pico no permiten a pollitos recién nacidos ingerir gránulos de excesivo tamaño (> 3 mm). En caso de producir gránulos de diámetro superior, se recomienda granular a 5 mm y migajar posteriormente. Migas de excesivo tamaño, especialmente con niveles de trigo elevados, reducen el consumo.
2.- Una ventaja del granulado, pocas veces tenida en cuenta, es la reducción del desperdicio de pienso en comedero y en bebedero. La valoración de estas mermas, incluso en condiciones experimentales, es muy difícil ya que depende en gran medida del tipo y diseño de comederos y bebederos y del manejo de los piensos. En cualquier caso es muy superior en granjas antiguas difíciles de manejar que en granjas modernas con equipos adecuados. Una observación común es que los bebederos y la granja en general están más limpios cuando el pienso se suministra en gránulo que cuando se da en harina. Un pollo que crece 60 g y consume cerca de 118 g de pienso al día tiene un índice de conversión de 1,967. Si dejara de tirar 2 g de pienso al día (estudios convencionales de comportamiento indican que el ojo humano no detecta desperdicios de pienso en suelo inferiores al 3%) su conversión hubiera sido de 1,933; es decir, habría mejorado un 2%. Para disminuir el desperdicio de los piensos en harina es fundamental mejorar el diseño de comederos y bebederos (tipo campana vs. chupete).
3.- La mayoría de los estudios publicados indican que la granulación mejora la digestibilidad de los nutrientes y el contenido en EMA de la dieta (Carré et al., 1987; Moran, 1989; Svihus et al., 2004). Hamilton y Proudfoot (1995) indicaron que la granulación podría mejorar el grado de gelatinización del almidón del pienso y, por tanto, su digestibilidad. Rogel et al. (1987) determinaron que la digestibilidad fecal del almidón en trigo molido aumentaba con la edad desde 85,8% a las tres semanas hasta 96,5% a las siete semanas de edad y que el granulado mejoraba la digestibilidad a 3 semanas (77,2 vs. 94,4%) pero no a siete semanas (95,1 vs. 97,8%). Por tanto, el granulado podría afectar a la digestibilidad del almidón de forma diferente en función de la edad, la temperatura del proceso y la composición de la dieta.
Además, es posible que los pollos tiren o desperdicien a través del agua algo más del pienso que se ofrece en harina que del que se ofrece granulado. Este error experimental daría lugar a menores digestibilidades teóricas del almidón (y de otros nutrientes) en las aves que consumen piensos en harina. Dado que las temperaturas normalmente aplicadas en el proceso de granulación en pollos apenas supera los 80 ºC y sólo durante períodos cortos de tiempo, su efecto sobre la estructura del almidón y, por tanto, sobre su digestibilidad es posiblemente reducida. De hecho, el granulado rara vez aumenta en más de un 5 a 10% la gelatinización del almidón (Svihus et al., 2004) que es aproximadamente el error del método analítico (hidrólisis enzimática) normalmente utilizado por la industria (Medel et al., 1999). Plavnik (2003) observó que la molienda del gránulo reducía muy considerablemente los beneficios achacados a la granulación, lo que indica que la mejora de la digestibilidad por el calor no es clave. Además, la granulación del pienso normalmente mejora más los crecimientos que los índices de conversión, lo que probablemente sea debido a que el principal efecto del granulado sea el mayor consumo "real" de pienso. Sin embargo, la fricción originada durante el proceso de granulación puede romper las estructuras celulares y liberar la grasa de ciertos ingredientes haciéndola más accesible a los enzimas endógenos y mejorando su digestibilidad. Por tanto, con dietas ricas en maíz estándar o en aceite y soja integral tostada, la granulación puede mejorar considerablemente la digestibilidad del extracto etéreo (Janssen, 1986). Carré et al. (1987) observaron que la granulación apenas influía sobre el contenido en EMA de los cereales pero mejoraba entre un 1,8 y un 4,6% el de los guisantes.
4.- Yo et al. (1995) observaron que la presentación del alimento en gránulo reducía hasta en un 60% el tiempo que los pollos dedicaban al consumo en relación con el mismo alimento en harina. Ya en 1962, Jensen et al. estudiaron el comportamiento de pollos y pavos alimentados con piensos en harina o granulados observando que éstos últimos pasaban menos tiempo ante el comedero y más tiempo descansando.
5.- El granulado aumenta el consumo de pienso en pollos, al menos, por tres razones:
1) Mejora de la estructura del alimento. La granulación del pienso es más beneficiosa con dietas muy pulverulentas (altos contenidos en mandioca), de baja densidad (altos contenidos en avena) o muy fibrosas (altos contenidos en subproductos de cereales) donde la textura reduce la palatabilidad. Por otra parte el granulado compacta las partículas y aumenta la densidad del pienso lo que mejora la capacidad de consumo voluntario del ave (Hamilton y Proudfoot, 1995). Hussar y Roblee (1962) observaron que la densidad de un pienso para pollos basados en avena y otros cereales aumentaba en un 24% con la granulación. Dado que la granulación aumenta la densidad del pienso, la capacidad de ingesta, especialmente durante los primeros 14 días, aumenta.
2) Mayor capacidad de almacenaje de gránulos que de harinas. En pollos, la ingesta viene limitada por la capacidad de almacenaje de pienso en los diversos compartimentos de su aparato digestivo.
3) Mayor velocidad de tránsito del alimento que reduce la sensación de saciedad y, por tanto, la capacidad de ingesta es mayor, con gránulos que con harina.
Calidad del gránulo
El 90% de los piensos para pollos de engorde se suministran en forma de gránulo siendo fundamental controlar la dureza y el tamaño adaptándolos al tamaño del pico y, por tanto, a la edad del ave. La influencia de la calidad del gránulo sobre la productividad ha sido ampliamente estudiada en aves. En general, cuanto mayor es el porcentaje de gránulos enteros a nivel del comedero mayores son los beneficios (Leeson y Summers, 2005). Zatari y Sell (1990) observaron que el peso de los pollos a 49 días de edad era superior cuando recibían un pienso con 25% de finos que cuando recibían el mismo pienso con 75% de finos (2.118 vs. 2.073 g). Sin embargo, la eficacia alimenticia fue similar para ambos tratamientos. Proudfoot y Hulan (1982) estudiaron la influencia del porcentaje de finos en dietas maíz-trigo-soja para pavos observando que según aumentaban los finos empeoraban ligeramente los crecimientos y los índices de conversión. En cualquier caso, dietas granuladas con un 60% de finos dieron resultados ligeramente mejores que la dieta control en harina (6.014 vs. 5.910 g de peso vivo medio de machos y hembras y 2,40 vs. 2,50 de índice de conversión, respectivamente). Piensos con 60% de maíz ocasionaban al granular un 67,8% de finos mientras que al sustituir completamente el maíz por trigo el porcentaje de finos bajaba al 26,4% (Moran, 1989).
Asimismo es necesario tener en cuenta que gránulos excesivamente duros, tal y como ocurre cuando se utilizan altos porcentajes de trigo en la dieta, provocan rechazo del pienso y reducción del consumo (Mateos et al., 2004; McKinney y Teeter, 2004. Además, si la dureza del gránulo es alta, el animal excarva aumentando el desperdicio. El problema es que la mayoría de los trabajos publicados mencionan la durabilidad (porcentaje de finos tras agitar una cantidad fija de alimento en un tambor rotatorio) de los piensos experimentales pero no la dureza (medida de compresión; tornillo de Bonald) cuya incidencia sobre el consumo es importante (Thomas y van der Poel, 1996). Reimer (1992) estudió la incidencia de diversos factores sobre la durabilidad del gránulo y encontró que los más importantes son la composición de la dieta (40%), el tamaño de la partícula (20%), el acondicionado previo (20%) y las características de los tamices (15%) y de los sistemas de secado y enfriado (5%).
En los últimos años ha habido una tendencia a aumentar la concentración energética de los piensos para pollos y pavos de carne a fin de maximizar los crecimientos lo que ha obligado a aumentar los niveles de grasa añadida. En estos casos, un problema práctico de interés es la influencia de la grasa sobre la calidad del gránulo, especialmente en dietas basadas en maíz. A menudo un aumento de la energía metabolizable del pienso de 50-100 kcal de energía metabolizable no resulta en beneficio alguno de los índices de conversión. La razón es que este incremento se logra adicionando más grasa al pienso lo que conlleva, si el control de calidad no es riguroso, a una peor calidad del gránulo (Mateos et al., 2004). Como resultado final, el beneficio de aumentar la concentración energética del pienso queda contrarrestado por el menor consumo debido a la pérdida de calidad del gránulo (Plavnik, 2003; Teeter y McKinney, 2003).
Ventajas e inconvenientes de la granulación
En numerosos países se recomienda utilizar piensos migajados (o en su caso expandidos) en puesta y en reproductoras pesadas a fin de mejorar la higiene de los piensos y controlar, o en su caso reducir, la incidencia de Salmonellas (Engster, 1989; Huang et al., 2006), hongos (Tabib et al., 1984; Ferchal et al., 2003) y otros microorganismos patógenos (Tabib et al., 1981; Stott et al., 1975). Rasmussen et al. (1964) ya indicaron que un calentamiento de 82 ºC durante siete minutos era suficiente para reducir a un mínimo el número de Salmonellas presentes en diversos subproductos para alimentación animal. En general, con temperaturas superiores a los 80-83 ºC se reduce aproximadamente en un 80-90%. Stott et al. (1975) observaron que el conteo de enterobacteriáceas se reducía a una milésima parte al granular el pienso. En cualquier caso, el granulado reduce significativamente pero no elimina la presencia de Salmonellas y otros patógenos en los piensos (Engster, 1989) y no tiene efecto alguno sobre la presencia de micotoxinas. Asimismo, la contaminación de las canales por Salmonella es superior con los piensos granulados, probablemente debido a una mayor adherencia. En caso de procesar el pienso, es conveniente añadir dosis adecuadas de ácidos orgánicos a fin de evitar la recontaminación microbiana. Asimismo, es necesario controlar el consumo de agua para reducir los problemas de heces húmedas y de calidad de los huevos asociados al uso de migas.
Asimismo, la granulación del pienso presenta ciertos inconvenientes. Por ejemplo, el procesado por calor húmedo acompañado de fricción deteriora la calidad de numerosos aditivos (p. ej. enzimas y ciertos antibióticos) y vitaminas (p. ej. vitamina A, C y ácido fólico), bien por ser sensibles al calor húmedo bien por disgregar la matriz de gelatina u otros materiales utilizados para su protección contra la agresión del medio (Pickford, 1992). Además, el consumo de piensos granulados reduce el tamaño de la molleja y del tracto digestivo en general (Choi et al., 1986) y perjudica la motilidad intestinal y la productividad en caso de alta incidencia de procesos entéricos. Parte de este problema no se debe al granulado "per se" sino a la tendencia general de las fábricas a molturar más finamente aquellos ingredientes que van a ser utilizados en piensos granulados (Mateos et al., 2006).
Influencia de la presentación del pienso sobre la productividad en ponedoras
En dos experimentos llevados a cabo por nuestro grupo de investigación (Frikha et al., 2009, 2010), se estudió la influencia de la presentación del pienso de 1 a 45 días de edad sobre la productividad de pollitas rubias de 1 a 120 días de edad en condiciones comerciales. Frikha et al. (2009) observaron que las pollitas que consumían gránulo crecían más y consumían más pienso de 1 a 120 días de edad que las pollitas que consumían harina. Estos autores también encontraron que el tamaño relativo (% del peso vivo) de la molleja a 45 (41,9 vs. 27,2%) y 120 (23,1 vs. 19,4%) días de edad aumentaba al consumir pienso en harina en comparación con el pienso en gránulo. Sin embargo, Frikha et al. (2010) observaron que las pollitas crecían más cuando consumían gránulo en vez de harina sin que se detectaran diferencias para el consumo de pienso o el índice de conversión de 1 a 120 días de edad.
La granulación mejora el consumo de pienso en el inicio de la puesta lo que se traduce en un aumento del tamaño del huevo (Engster et al., 1985). De hecho, en este ensayo las gallinas consumieron un 7% más de energía metabolizable con el pienso en gránulo que con el pienso en harina. Estos resultados concuerdan con los encontrados por Calet (1965). Este último autor observó en su estudio de revisión que el granulado aumentaba el consumo voluntario en la mayoría de los ensayos. Ferchal et al. (2003) observaron que la granulación mejoraba el contenido en EMA de la dieta en un 3%, reducía el consumo en un 3,9% y mejoraba los índices de conversión. Sin embargo, en este trabajo, la granulación redujo el índice de puesta (86,3 vs. 88,1) y la masa de huevo (56,6 vs. 58,1 g huevo/día). Los autores achacaron esta menor productividad al efecto negativo del calor aplicado durante la granulación sobre la digestibilidad del nitrógeno y la disponibilidad de los aminoácidos. Las gallinas consumen una cantidad similar de alimento en 6 horas si se le ofrece granulado que en 8 horas si se le ofrece en harina (Portella et al., 1988). Asimismo, Engster et al. (1985) observó que la granulación del pienso mejoraba los índices de conversión (alrededor de un 5%). Sin embargo, Kling et al. (1985) y Portella et al. (1988) no observaron efecto beneficioso alguno sobre el consumo o la productividad al alimentar gallinas con piensos granulados o en harina.
Sin embargo, en ponedoras la utilización de piensos granulados no está muy extendida debido a que el aumento del coste no justifica las escasas mejoras que se obtienen. La utilización de migajas es importante en pollitas en los primeros estadios de vida cuando el consumo inicial de pienso y la uniformidad del lote son esenciales. Gous y Morris (2001) indicaron que la granulación del pienso durante las primeras cuatro semanas de vida redujo el consumo en un 2% y mejoró el peso vivo a las 20 semanas en un 6%. Resultados similares han sido obtenidos por Deaton et al. (1988) utilizando dietas de baja energía. Por el contrario, la granulación de los piensos, especialmente de aquellos con contenidos bajos de fibra, reduce el desarrollo de los órganos del tracto digestivo lo que puede perjudicar el comportamiento productivo posterior de las aves.
El migajado reduce el tiempo que el ave dedica a consumir el alimento que necesita lo que puede redundar en beneficios sobre la productividad (Vilariño et al., 1996). Wahlström et al. (1999) observaron que el migajado del pienso mejoraba la producción de masa de huevo en aves de 20 a 80 semanas de vida mantenidas en aviarios. Sin embargo, el efecto positivo del migajado del pienso es más evidente en piensos bajos en energía (Jensen et al., 1962; Mateos, 1987; Vilariño et al., 1996) y en verano más que en invierno (Almirall et al., 1997). Resultados de nuestro laboratorio (Mateos, 1987; Mateos et al., 1995) indicaron que el suministro de migas a ponedoras comerciales tendía a reducir las pérdidas de pienso y a aumentar el consumo de energía, lo que resultaba en una mejora ligera del tamaño del huevo y de los índices de conversión. Además, aumentaba el peso corporal lo que puede ser importante en aves al inicio de la puesta. El efecto más positivo se observó en verano con pollitas blancas en inicio de puesta alimentadas con piensos con baja concentración energética.
Las gallinas tienden a consumir el alimento más rápidamente cuando está compactado y, por tanto, tienen más tiempo libre que dedican a visitar los bebederos con más frecuencia y a comportamientos sociales. Como resultado, aumenta la humedad de las heces (Mateos et al., 1995; Almirall et al., 1997) y pueden agravarse los problemas de picaje y canibalismo. Mateos (1987) observó que, en condiciones de campo y con piensos con altos porcentajes de subproductos de cereales y mandioca, la presentación del pienso en migajas aumentaba de forma notable la proporción de huevos sucios (8,5 vs. 2,6% en gallinas blancas y 6,7 vs. 2,9% en gallinas rubias).
Interacción del tamaño de partícula y de la presentación del pienso en pollos
Los pollos alimentados con harinas tienden a consumir más si las partículas son groseras (Nir et al., 1990). Kilburn y Edwards (2004) utilizaron dietas maíz-soja donde la fuente proteica fue molida en un molino de martillos a un DGM de 1.239 ó de 891 µm en pollos de engorde. Estos autores observaron que la utilización digestiva fue superior con la dieta basada en harina grosera que con la de harina molida fina. De hecho, la utilización de harina grosera mejoró los índices de conversión y el contenido en cenizas de la tibia indicando que la digestibilidad de los minerales y otros nutrientes aumentaba. Lopez et al. (2000) demostraron que el crecimiento de pollos alimentados con piensos en harina mejora cuando el tamaño de la partícula era grosero. Asimismo, Reece et al. (1985) observaron que los pollos alimentados con dietas a base de maíz grosero (molino de rodillos) presentaban mejores rendimientos productivos que los pollos alimentados con el mismo maíz molido más fino utilizando un molino de martillos.
En general, al aumentar el tamaño de partícula en piensos en harina existe un mayor desarrollo de la molleja, aumenta el reflujo de la digesta al proventrículo y se modifica la motricidad en el tracto gastrointestinal. Un mayor reflujo se traduce en un pH más ácido aumentando la digestibilidad de nutrientes como las proteínas o los minerales. La modificación de la motricidad del tracto gastrointestinal aumenta los movimientos peri- y antiperistálticos, mejora la absorción de nutrientes y podría mejorar la defensa contra la adherencia de patógenos.
Sin embargo en piensos en harina, las partículas finas facilitan el contacto entre los nutrientes y las enzimas mejorando la digestibilidad principalmente de la grasa intracelular de las semillas pequeñas. Al igual que ocurre con las partículas groseras, las partículas finas modifican la motricidad del tracto gastrointestinal aumentando la velocidad de tránsito en el tracto gastrointestinal anterior lo que se traduce en un aumento del consumo voluntario de pienso. Además, las partículas finas mejoran la compactación del gránulo.
Conclusión
La granulación mejora la productividad en pollos de engorde. Sin embargo, parte del beneficio del granulado en pollos se pierde a la edad del sacrificio. La productividad con piensos en migaja es intermedia a la que se obtiene con piensos en gránulo y en harina. En cuanto al tamaño de partícula, una buena distribución de las partículas del pienso mejora el consumo y la productividad de las aves. Asimismo, la durabilidad del gránulo es fundamental siendo ideal valores cercanos al 90%. Las aves, especialmente las ponedoras adaptan bien el consumo a una gran variedad de situaciones, incluyendo temperaturas moderadas y concentración energética del pienso. Debido al coste del granulado, se recomienda pienso en harina con molienda grosera para pollitas y ponedoras.
Recomendaciones prácticas
Los datos presentados en este trabajo indican que es conveniente granular los piensos para pollos y pavos de cualquier edad y que debe cuidarse tanto la textura como el tamaño de partícula de los mismos. El porcentaje de gránulos a nivel de comedero debería ser superior al 60-65% pero deben evitarse gránulos excesivamente duros ya que reducen el consumo y aumentan el desperdicio de pienso. El tamaño del gránulo depende de la edad del ave pero en pollos debiera ser inferior a 1,5-2,0 mm (miga fina "sin finos" o microgránulos) en piensos de preiniciación (0 a 10 d de vida), de 2 a 3 mm en piensos de crecimiento (11-28 días) y en torno a los 3-4 mm en piensos de acabado (> 28 días). En contra de la creencia general, tamaños de partículas relativamente groseros (> 700 µm) pueden ser beneficiosos ya que tienen un efecto muy limitado sobre la calidad del gránulo, no reducen la digestibilidad de los nutrientes y mejoran la estructura de la mucosa digestiva lo que puede incidir positivamente sobre el estado sanitario y la productividad. Tamaños de partícula inferiores a 600 µm reducen la producción de pienso de forma drástica y además puede que no sean adecuados en granjas con problemas entéricos. Por el contrario, tamaños superiores a 1.000 µm reducen la calidad del gránulo y la productividad de los pollos. En aves de puesta se prefiere la presentación en harina a la de migas pero conviene que el porcentaje de partículas de tamaño comprendido entre 0,5 y 3,2 mm supere el 75-80%. Moliendas inferiores a 800 µm no resultan en beneficio alguno y pueden complicar el manejo del pienso. El migajado puede ser aconsejable en pollitas durante la primera fase de cría y en inicio de puesta de ponedoras comerciales alimentadas con altos niveles de subproductos fibrosos pero debe vigilarse la humedad de las heces y el porcentaje de huevos sucios.