Manejando El Mito de las Hormonas en Pollos de Engorde
Nick Dale, Ph.D.
Poultry Science Department
University of Georgia
Athens, Georgia, USA
La creencia, o la sospecha, que se emplean hormonas en la producción de pollos es absurdo a todos niveles. Si fuera solamente un mito más, de lo cual hay un número enorme en la sociedad moderna, sería una equivocación de importancia mínima. Sin embargo, como los alimentos producidos por avicultores y ofrecidos al público son de gran valor nutricional y accesibles a precio modesto, la creación de una duda ilógica sobre su sanidad es un mal hecho a la sociedad. A la vez, alegaciones irresponsables sobre el tema constituyen una falta de respeto a los profesionales que contribuimos tanto a la alimentación humana. El objetivo de esta presentación no es de confirmar que no se usan hormonas en la avicultura. Eso es obvio. Más bien, queremos explorer el tema para crear un contexto que posiblemente nos ayude en clarificar la situación ante el público. Así, nos conviene pensar en el origen del mito, quien lo cree, quien lo promulga, las consecuencias de la creencia, y…por último…contemplar posibles respuestas que se puede tomar para tratar de corregirlo.
Se cree que el mito de las hormonas tuvo su origen porque en un tiempo se podría usar hormonas. En las decadas de 1940 y 1950 algunos avicultores usaban implantes de estrógeno en la crianza de pollos de carne. Sin embargo, esa práctica ha sido ilegal por más de medio siglo. De todas formas, cualquier ventaja de esa suplementación fue totalmente eliminada por las tasas de crecimiento que ha logrado la genética. El hecho de que vacas lecheras pueden recibir hormonas para producer más leche, y cerdos para aumentar la carne magra, ayudan a mantener el tema frente al público. Así, para gente no familiarizada con las eficiencias de la producción avicola actual, no es difícil creer que se usan “trucos”, especialmente cuando se escucha lo mismo de varios fuentes. Junto con las controvercias sobre organismos modificadas geneticamente, se nació el concepto de “Comidas Frankenstein”, por lo cual gente empezaban a cuestionar la sanidad de varios alimentos.
Precisamente cual sector de la sociedad más cree el mito de las hormonas no es claro. Por lo general, gente con menos educación formal son los más propensos a poner importancia a creencias equivocadas por no tener un base intelectual para descartar conceptos sin fondos. Curiosamente, el mito de las hormones pareciera ser el revés. Gente con menos recursos bien pueden ignorar el tema totalmente, siendo felices (y orgullosos) de tener un pollo para su familia. Por algún motivo, segmentos más preparados de la sociedad parecen más propensos a creer los rumores.
Varias especialistas han preparado articulos explicando porque es ilógico tratar de aumentar la producción avicola con hormonas. Este autór ha puesto articulos en Google ( “chicken hormones dale”), y videos en Youtube (en inglés, “chicken hormones dale”; en español “pollos hormonas dale”). Otros han hecho lo mismo. En estos, se explica que es la genética, la nutrición, el control de enfermedades, etc, y no hormonas, que permite las tasas de crecimiento actuales. También se habla de la dificultad en administrar una hormona, su costo prohibitivo, y las consecuencias metabolicas negativas cuando se exagera el crecimeinto. Lamentablemente, el impacto de estos esfuerzos ha sido mínimo.
Exactamente como la industria avícola, y tambien los profesionales relacionados, debe responder al mito varía según la situación en cada país.
Sin embargo, lo muy claro es que para resolver el problema sería muy valorosa la participación de especialistas en el area de relaciones públicas. Es complicado modificar las percepciones del público, especialmente cuando los argumentos lógicos de los profesionales avicolas han sido casi totalmente ignorados. Para ilustrar la variedad en posibles respuestas, examinemos los dos “extremos”.
El primero, muy común en los Estado Unidos, es de “negar y ignorar”.
Esta respuesta solo es útil si el impacto del mito es relativamente menor. En las palabras del Dr. Jim Perdue, CEO de Perdue Farms, “Aunque mucha gente en USA creen que usamos hormonas, siguen comprando pollo”. En su etiqueta de pollo se clarifica (en minúscula) que no se usan hormonas. Nada más. Como se dice, “Pocos creen los rumores hasta que empezamos a negarlos”. Así, lo mejor es de no mencionar las hormonas (lo cual hace acordar del tema), con la esperanza que con el tiempo el mito se desaparezca solo.
En el otro extremo, posiblemente hay que ser más directo. La situación es mucho más preocupante cuando el mito es repitido por figures con visibilidad pública, o que tengan un cierto prestígio profesional. Algunas pediatras, y aunque parece incredible endocrinólogos, han aconsejado a sus pacientes a evadir el consumo de pollo por las hormonas que supuestamente reciben. En este caso, donde se han ignorado las explicaciones lógicas, pareciera inútil solo seguir repitiendolas. Posiblemente hay que ser mucho más franco, y decir las cosas tal como son. Hay que llamar a la atención que el mito es absurdo, y a las personas que lo repiten les falta criterio. Por ejemplo, si un modelo alega en público que pollos reciben hormonas, una respuesta podría ser algo como: “Suponiendo que ‘tal persona’ es de inteligencia normal, ella sabe perfectamente bien que está hablando tonteras, y que su comentario es nada más que un gesto para conseguir publicidad gratis. Da pena que ella ha tendido que bajar a eso.”
En el caso de médicos, la situación tiene posibilidades interesantes. Para todo profesional, lo que es de valor primordial es su prestígio. Si el Colegio de Médicos de su pais, y miembros de facultades de medicina de universidades prestigiosas a nivel mundial como Harvard o Johns Hopkins en los Estados Unidos, y las de Mexico, Colombia, Brazil, Chile, etc., todos concuerdan que el mito de pollos y hormonas es una locura, declaraciones falsos hechos por algunos individuos bajan el prestígio de toda la profesión. Esto no se puede aclarar? Tal vez existe un estándar de comportamiento profesional? A nivel individual, tambien se puede ser franco. Se podría decir algo como: “Si ‘tal médico’ puede equivocarse en algo tan sencillo como lo de las hormonas, como se va a confiar en su criterio sobre cosas serias que verdaderamente afectan la salud de nuestros hijos”? Tal vez se puede hacer una sugerencia muy lógica: “Cambiase de clinica ya…antes que pasa algo serio.” El objetivo es de dar a entender que hay un costo alto en prestígio profesional si se hacen recomendaciones claramente irresponsables.
En resumen, varios profesionales del area avícola hemos explicado claramenrte porque no se usan hormonas en la avicultura. Sin embargo, confución pública sobre el tema persiste. La participación de expertos en relaciones públicas sera muy valorosa en decider como mejor utilizar el banco de datos que hemos acumulado para quitar la credibilidad al mito de las hormonas.