“La educación puede ser parte del problema si no cambiamos, pero también puede ser parte de la solución en la medida que seamos capaces de construir nuevos marcos conceptuales, éticos y culturales en los ciudadanos del futuro” María Novo, 2006
El criterio de sostenibilidad está afectado por dos falencias de uso: muchos mantienen el término «sustentabilidad» como análogo y se lo suele aplicar en forma fragmentada.
Lo preocupante es que esto ocurre tanto en ámbitos comerciales como científicos.
Aunque la palabra que propiciamos y que nos ocupa es «sostenibilidad», es muy frecuente expresarla adjetivándola como ambiental, social o económica: es decir, dividida en tres. Por ello, adoptar el término apropiado a secas no es suficiente: siempre debemos adicionar el atributo de integralidad que lo torne operativo.
En este artículo se analizan, sobre la base de un trabajo de Laura Bertha Reyes-Sánchez1 (2012), la diferencia entre los dos vocablos empleados. Luego, se repasan las distintas concepciones y percepciones aceptadas como valederas y efectivas.
¿Sustentabilidad o sostenibilidad?
El trabajo mencionado exhibe una precisión meridiana en sus conceptos y argumentaciones. La primera diferencia consiste en deslindar el crecimiento del desarrollo. Al respecto, cita que hace varias décadas que los académicos franceses describieron que «sólo se puede hablar de desarrollo si se satisfacen las necesidades fundamentales de La Sociedad, incluyendo la educación, necesidades culturales, espirituales y no sólo las económicas» (Lebret, 1959; Perroux, 1963). Esto presupone incorporar cabalmente, en la base conceptual, a los seres humanos.
La acepción inglesa «sustainability», con la cual se publican la mayoría de los documentos oficiales de la ONU, significa «sostenible» en español y no «sustentable».
Lo que sigue son algunos tramos textuales del artículo de Reyes, comenzando por una adaptación de una guía extraída de la Real Academia Española (Tabla 1).
Fuente: Adaptación de Reyes Sánchez (2012). Literalmente, afirma:
Sostenible se refiere al aspecto interno de la estructura del sistema de que se trate, la que puede permanecer firmemente establecida, asentada, fija, inalterable, inamovible, sosteniendo el sistema gracias a la firmeza de su estructura interna y en base a ella.
Sustentable es lo supra o superestructural de ese mismo sistema, lo que requiere que se lo esté alimentando, proporcionándole los medios de sobrevivencia y persistencia, a fin de que pueda extender su acción, no sólo en su ámbito (espacio) sino también a través del tiempo. Se alimenta de los recursos de otros sistemas para crecer a costa del obvio deterioro de aquellos, de los cuales importa la energía que requiere para sostenerse (Reyes Sánchez, 2012. Pág.224)
En ambas acepciones se adopta el sistema como ámbito natural, pero difiere en su autonomía y/o dependencia energética. En la práctica, concluye que lo sustentable se asimila al crecimiento o al desarrollismo, con aportes exógenos y sin contemplar los impactos negativos sociales o ambientales. La autora no excluye una fundamentación termodinámica de los dos significados e incluye, además, nueve principios de la sostenibilidad (Tabla 2)
Fuente: Adaptación de Reyes-Sánchez (2012)De esta forma, lo sostenible se condice con el desarrollo integral de un territorio y muestra todas las limitaciones, relaciones y potencialidades inherentes.
¿Sostenibilidad débil o fuerte?
Sin discutir ni abrir un juicio de valor definitivo, resulta pertinente una breve aclaración respecto de estos dos enfoques trascendentes. Partimos de la base que la sostenibilidad es un criterio que demanda herramientas transdiciplinarias, sistémicas y holísticas, ya que estas pueden abordar todas las complejidades de la relación sociedad-naturaleza.
La economia ecológica adoptó esta relación, en términos del metabolismo social, como un método de análisis general del desarrollo. También, aquella disciplina considera la economía como un sistema ubicado dentro de la biósfera y dependiente de ella.
La sostenibilidad débil equipara los términos económicos con los sociales y ambientales, y establece así —de hecho— una mirada antropocéntrica del desarrollo. Admite un grado de sustitución (técnica) de los bienes comunes para mantener el equilibrio tridimensional.
La sostenibilidad fuerte privilegia la vida, en términos de biodiversidad, como una potestad ecosistémica. El antropocentrismo se transforma en biocentrismo, como se puede apreciar, respectivamente, en los esquemas de la figura 1.
Figura 1. Diagramas de sostenibilidad débil (izquierda) y fuerte (derecha)
Fuente: Pinterest Sostenibilidad integral y operativa
La visión de la sostenibilidad como algo integral y no parcelado es una premisa clave.
Precisamente, la potencia de su operatividad radica en mantener todos sus componentes en acción simultánea y sinergizada. Esto solo se puede alcanzar mediante su aplicación en un ente mínimo que no es otro que un sistema. En el ámbito agrícola esa entidad es el predio productivo, factor humano incluido.
La fragmentación en sus componentes (económico, social y ambiental, institucional, cultural o político) transforma la herramienta en poco menos que inocua. Esto es así ya que cualquier fracción puede encubrir o ignorar la no vigencia o insuficiencia de las restantes. Solo la expresión simultánea de todas ellas garantiza la eficacia del método.
A su vez, la atomización en partes del sistema (cultivos, tecnologías, suelos, insumos, etc.) no supera un contenido retórico o irremediablemente parcial. El corolario de este enfoque es que la sostenibilidad es una sola y solo así es esencial para el mantenimiento de la vida (Loewy, 2021).
Sostenibilidad sistémica – multiescalar y rol social
Las grandes corporaciones instalaron el criterio «divide y reinarás», pero es tarea indelegable de la ciencia y de la responsabilidad ciudadana prevenir este virtual vaciamiento del significante. En particular, en esta crucial etapa del desarrollo pospandemia y sobre la base de los objetivos del desarrollo sostenible (ODS) y del Tratado de París sobre el cambio climático.
La causa más relevante de la sostenibilidad no sistémica es la subestimación del componente social (equidad intra e intergeneracional). El rigor de este factor literalmente tutela un paradigma de transformación a todas luces inaplazable. Un resumen de una sociedad civil en la cual sus miembros ejerzan su potencialidad individual y colectiva debería aglutinar un conjunto de valores éticos.
Esto se puede esquematizar sobre la base de una filosofia que se denomina ikigai2 y que trata de unir la felicidad individual con un propósito de la vida. En este caso, también se trata de cuatro componentes superpuestos de a pares, cuyo óptimo es la intersección de todos ellos (Figura 2).
Figura 2. Esquemas de valores integrados en el modelo ikigai
Finalmente, la sostenibilidad debe ser multiescalar: mantener la coherencia a nivel local, zonal, nacional, regional y global, porque el mundo es uno solo y es nuestra casa común.
Un ingrediente esencial para ejercer estas herramientas vitales es la promoción de ciudadanos planetarios, empoderados, entre otros recursos, mediante una educación ambiental y civica en todos los niveles formativos.
Referencias
1 Presidenta de la International Union of Soil Sciences (IUSS) para el periodo 2019-2024. Un hecho histórico por ser la primera mujer y latinoamericana en ocupar dicho cargo.
2 La palabra Ikigai es un término japonés que significa iki (vida) y gai (mérito). Es una filosofía japonesa ejercida particularmente en la isla de Okinawa y tomada como ejemplo de felicidad y longevidad humana (Daniel López Rosetti, 2021)
Bibliografía
- Lebret, L. J., (1959). Manifeste pour une civilisation solidaire. Éditions Économie et Humanisme.
- Loewy, T. (2021). El enfoque sistémico, como criterio operativo y geográfico: la sostenibilidad agrícola. Revista Estudios Económicos (UNS): 38(77), pp. 83-98.
- Novo, M. (2006) El desarrollo sostenible. Su dimensión ambiental y educativa. UNESCO:
- Pearson Educación S.A., Madrid, 431 p., Reseña ( Antonio Elizalde) Polis [En línea], 16 | 2007,. URL: http://journals.openedition.org/polis/4788
- Novo, M. y Murga, M. A. (2010). Educación ambiental y ciudadanía planetaria. Rev.
- Eureka sobre Enseñanza y Divulgación de la Ciencia, 7, pp. 179-186. Disponible en: https://www.redalyc.org/pdf/920/92013009003.pdf
- Perroux, F. (1963). L’économie des États-Unis: un «leadership» difficile. Tiers Monde, 4(370), 539-557.
- Reyes-Sánchez, L. B. (2012). Aporte de la química verde a la construcción de una ciencia socialmente responsable. SciELO Educación química, 23(2). http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0187-
- 893X2012000200009
- Lopez Rosetti, D.(2021). IKIGAI, tu razón de ser. Recuperado el 08 de mayo https://www.youtube.com/watch?v=WbV2JTSNbHQ