Mediante la utilización de un modelo de simulación de carbono desarrollado por el Dr. Adrián Andriulo, se midió cómo evoluciona el carbono en el suelo a lo largo de tiempo.
La especialista en la materia, Alicia Irizar, comentó que sobre esa base se plantearon distintos escenarios agronómicos posibles y los resultados obtenidos fueron de gran interés.
Ensayos desarrollados por el INTA Pergamino, donde se aprecian parcelas en directa y laboreadas
En el estudio se planteó, por ejemplo, un monocultivo de soja continuo y a partir de ello conocer si esa actividad influye al realizar disqueo para el control de malezas tolerantes o resistentes a glifosato.
“De ese estudio obtuvimos que el productor que realiza la labranza, disminuye las reservas de materia orgánica; en cambio aquel que se mantiene en siembra directa y toma como opción para el control de malezas tolerantes o resistentes algún otro paquete tecnológico de control químico, mantiene las reservas de materia orgánica en el suelo”, sentenció Irizar no sin antes aclarar que es necesario tener en cuenta para esta aseveración que al realizar soja continua, las reservas orgánicas en el suelo no se mantienen:“estamos hablando de un suelo ya degradado y en el cual el productor hace soja; si tuviéremos un suelo no degradado y hacemos monocultivo, las reservas irían en disminución”.
A la hora de explicar por qué se da esta situación, Irizar comentó que la labranza provoca un disturbio en el suelo, se rompen los agregados y esa materia orgánica que está físicamente protegida dentro de los agregados, queda accesible al ataque microbiano, se mineraliza y es ahí donde se pierde materia orgánica.
Ante esa situación, la profesional del INTA Pergamino recomendó iniciar una rotación de cultivos. “La alternativa de la labranza para el control de malezas, no sería lo ideal, pero es una alternativa utilizada. Si se realiza una labranza para el control de malezas, después no habría que ir a una soja, sino más bien a un cultivo con mayor volumen de residuo como puede ser un maíz o un sorgo”.
Los resultados de los ensayos, demuestran que lo ideal es hacer rotación de cultivos o siembra directa con alto nivel de fertilización de las gramíneas con nitrógeno. “Ahí obtenemos mayores reservas orgánicas en el suelo, y en el monocultivo de soja, lo que vimos es que las reservas siguen disminuyendo. Lo que vemos es que hoy la región tiene un promedio de 40 toneladas de reservas de carbono por hectárea, a ese valor podemos incrementarlo si hacemos rotación de cultivos. El incremento es poco, pero se puede; ahora si seguimos con el monocultivo, vamos a seguir decreciendo llegando a niveles muy inferiores”, culminó Irizar.