Estimado José Angel:
Realmente muy agradecido por sus comentarios. Unos de los motivos de este artículo radica fundamentalmente en crear una conciencia a partir que los maíces de alto valor, como ser pop-corn, flint (maíz anaranjado duro), blanco para tortillas o blanco duro para mazamorras, son alimentos humanos y como tal, para que sean competitivos en cuanto a su producción y no encarezcan el producto final, es necesario pasar a trabajar la comercialización de los mismos desde otro punto de vista, que genere modelos en los cuales todos ganen. Yo sinceramente no tengo una opinión definitiva sobre el uso de maíz para que funcionen vehículos de gente rica, ahora si estoy seguro de una cosa: el mundo va a pagar de alguna forma esto. Suena raro que haya un cuarto de la población mundial con falta de alimentos, y la comida se use para mover vehículos, y encima no se solucione el problema de la polución, ya que al momento no he visto un estudio que indique que los gases del efecto invernadero disminuyan con el uso de etanol o biodiesel. Pero la realidad, nos guste o no es ésta, y nos quedan dos caminos para enfrentarla: 1- Nos convertimos en el Quijote de la Mancha; o 2- Vemos la forma que los productos de consumo humano no se vean perjudicados por la irrupción de los biocombustibles dentro del mercado de commodities.
Cuando le digo que no tengo una opinión definitiva me refiero a lo escrito anteriormente, pero también me refiero a que gracias a este nuevo uso, el mercado dejó de trabajar desde la presión de oferta y trabaja desde la tracción de la demanda, cosa que es muy buena ya que permite financiar desarrollos tecnológicos y productivos que se justifican a partir de los precios actuales, de forma tal de aumentar la productividad y llegar a un nuevo equilibrio.
Sería el caso del petróleo a U$S 15 el barril. A ese valor las perforaciones del Mar del Norte probablemente no sean rentables, pero si a U$S 58.
Todo este movimiento de estructuras de mercado y cambios de paradigmas no deben ser entendidos como algo necesariamente malo. Quizás lo sea en determinado momento, pero a otros valores de precios se pueden incorporar a la producción mundial unas 50.000.000 de has en Brasil, país que ha invertido los últimos veinte años en estudiar la sustentabilidad productiva de los cerrados de Matto Grosso, y ya tienen toda la tecnología desarrollada en base a la aplicación de ciencia agronómica. Ahora a estos precios no es viable, pero si a precios mayores. Esto no tiene que implicar necesariamente aumentos de precios a los consumidores, sino ver que la cadena de valor funcione en forma más eficiente.
No nos olvidemos que a pesar de un aumento importantísimo de los precios de los comodities a nivel mundial, ya sean energéticos o alimenticios, el mundo no tuvo inflación. Eso se logró debido a la baja de precio de productos industrializados. Bien podría pasar lo mismo con los alimentos, más teniendo en cuenta que en los alimentos industrializados es mucho mayor la importancia de la industrialización en cuanto a costos que el alimento en si mismo.
Por otra parte, estoy de acuerdo con Ud. con el tema de las multinacionales monopólicas. Pero me pregunto: ¿Qué instituto en nuestros países trabajó para lograr simplificar la producción y ser una alternativa a la biotecnología? En mi país ninguno. Siempre se corrió detrás de la pelota, pero después nos quejamos de la competencia. Y si Ud. le pregunta a los productores argentinos, el 99 le va a decir que está encantado con la biotecnología ya que permitió pasar de una producción global de cereales y oleaginosas de 35.000.000 de Tm hace doce años, a 90.000.000 para la campaña en curso. Permitió correr la frontera agrícola, hacer un uso más eficiente de los recursos y llevar riqueza a pueblos que no la tenían.
En fin, son sólo opiniones. De lo que estoy seguro es que esto se acomoda con incentivos que lleven al productor a pensar en producir alimentos en vez de energía para automóviles, y éste es nuestro desafío. Y como tal, no es tan malo.
Atentamente.
Ing. Adríán Poletti