La Red de Manejo de Plagas Aapresid (Rem) recomienda medidas a tomar con el fin de preservar el valor de las tecnologías de tolerancia al herbicida en soja desarrolladas en nuestro país.
Días atrás, científicos de la Universidad de Arkansas (USA) confirmaron la resistencia de Amaranthus Palmeri a glufosinato de amonio.
Si bien se detectó en la otra punta del hemisferio, desde la Red de Manejo de Plagas de Aapresid (Rem) advierten sobre la importancia de aplicar, desde ahora y más que nunca, estrategias integradoras, que apunten a complementar las herramientas disponibles para prevenir riesgos a nivel local y, sobre todo, para preservar las tecnologías de resistencia en soja a glufosinato de amonio, glifosato y 2,4-D, proximamente disponibles.
Según el especialista en malezas de FAUBA Fernando Oreja “el glufosinato es un herbicida de origen natural producido por la bacteria S. viridochromogenes, de contacto con cierta acción sistémica y que en Argentina está aprobado para su uso en maíz, soja y algodón, cultivos a los que se incorporó el gen de resistencia”.
Lanzado al mercado a inicios de los 90’, el glufosinato de amonio no fue un herbicida muy utilizado hasta que aparecieron las primeras malezas resistentes a glifosato. La presión de selección de este herbicida se acentuó en el 2007 con la aparición de A. palmeri resistente a glifosato en la zona algodonera del sur de USA, y más aún, con la de genotipos de algodón tolerantes a glufosinato en resistencias apiladas con otros herbicidas, que permitían aplicaciones postemergentes sucesivas para controlar las distintas cohortes de la maleza.
“Esto repercutirá negativamente en los sistemas productivos locales en el mediano plazo, con aumentos en los costos por mayor uso de herbicidas y pérdidas de rendimiento por escapes de la maleza”, sentenció Oreja.
Por suerte en Argentina todavía no tenemos el mismo nivel de presión de selección al herbicida, y por el momento, sólo contamos con maíz resistente a este activo. Así, la posibilidad de aparición de resistencia es baja.
Pero desde la Rem remarcan la importancia de tomar todos los recaudos para reducir la presión de selección: rotación de cultivos, de principios activos con distintos modos de acción, utilizados siempre de forma criteriosa, inclusión de cultivos de servicios, limpieza de las cosechadoras, eliminación de manchones y/o escapes de forma manual o con aplicaciones dirigidas, monitoreo periodico de lotes, siembra sobre lotes limpios y aplicación de dosis de marbete.
A esto se suman medidas culturales como el ajuste de la densidad y distanciamiento entre surcos de cultivos para mejorar su habilidad competitiva, adelanto de la fecha de siembra, fertilización localizada cerca del cultivo, uso de cultivares con estructuras más competitivas, entre otros.
“Sólo la implementación de estrategias integradoras, que complementen todas las herramientas a nuestro alcance nos permitirá seguir haciendo uso de las bondades que ofrecen las tecnologías genéticas aplicadas a cultivos, tan valiosas para la producción”, concluye Eugenia Niccia, Gte. de Rem.