Muchas veces, por las condiciones climáticas de humedad que se dan en una amplia zona de nuestro país, durante la cosecha se realiza tránsito sobre terrenos de baja sustentación por lo cual se producen huellas y en mayor o menor medida compactación.
Surge así la idea de realizar alguna labor con el objetivo de "emparejar el terreno" y de "descompactar". Pero sin saber es peor el remedio que la enfermedad, ya que al realizar esa labor se producen una serie de consecuencias negativas que superan ampliamente los beneficios que obtenemos de ellas.
Salvo en casos en que no haya opción, como ser huellas muy profundas, lo ideal es dejar que los sistemas radiculares de los cultivos hagan su "trabajo" de revertir esa situación, de manera que los conductos generados por ellas devuelvan al suelo su condición natural. Por esto es importante la rotación de los cultivos porque las diferentes estructuras de raíz (pivotante para la soja y girasol, en cabellera para maíz, trigo y sorgo) realizan su acción restableciendo la porosidad del horizonte compactado.
¿Qué pasa cuando realizamos una labor?
Primero que nada perdemos la cobertura que tanto nos costó lograr y mantener. El rastrojo que produjimos en dos, tres o más años de siembra directa lo aniquilamos en un par de horas. Esto nos trae aparejado pérdida de agua almacenada, por evaporación
durante la labor, y pérdida de agua "por llover" ya que declina la capacidad de captar y almacenar agua del sistema.
Otra consecuencia negativa que tenemos es la pérdida de materia orgánica del horizonte laboreado, lo cual atenta a la dinámica de nuestro sistema ya que la base de la siembra directa es acumular rastrojo en superficie para fijar carbono atmosférico en forma de materia orgánica.
Esta materia orgánica es la que nos provee de nutrientes por ciclado de los mismos y, aunque la parte "quemada" de la misma la utilice el cultivo posterior, volver a recuperarla nos va a llevar mucho más tiempo del que nos llevó gastarla. J. C. Moraes Saaet al midieron en Brasil pérdidas de 900 kg/ha de carbono cuando se pasaba una rastra de discos a muy poca profundidad (2-3 cm) para incorporar avena negra sembrada al voleo luego de la cosecha del maíz.
No solo hay que tener en cuenta la pérdida química del suelo ya que tan importante como la anterior es la pérdida de estructura. Al laborear rompemos toda la red de canales formados por las raíces de los cultivos, lo cual tiene un impacto negativo en la dinámica no solo de gases y agua sino también en el crecimiento de raíces, ya que en general la herramienta usada es la rastra de discos la cual produce una compactación subsuperficial llamada piso de disco que dificulta la exploración radicular hacia profundidad.
Siguiendo con la física del suelo, al cortar la red de mesoporosidad generada cuando llueve, el suelo tiene menor capacidad de infiltrar esa agua, la cual puede acumularse en superficie y escurrir llevando consigo el horizonte superficial, los residuos de cosechas y por ende nuestro recurso suelo a través de procesos erosivos.
¿Qué hacer en tal situación?
Lo primero que debemos hacer es tener especial cuidado durante la cosecha. Tratar de realizar la misma en condiciones de baja humedad del suelo, adelantarla en caso de lotes que se prevé tendrán problemas por ser bajos o tener napas cercanas a la superficie. En caso de tener que cosechar igual lo ideal es hacerlo con máquinas livianas, con cubiertas de alta flotación, duales u orugas, la misma aclaración vale para los tractores y carros tolva, además de realizar la descarga de la tolva de la cosechadora en las cabeceras. En la figura 1 se puede observar el efecto del tránsito con maquinarias sobre la porosidad.
En la figura 2 se observa como ante una disminución aparentemente poco importante en la porosidad total se afecta marcadamente la conductividad hidráulica, esto se debe a que los poros afectados por el tránsito de maquinarias son los de tamaño mediano (mesoporos), que son los responsables del pasaje y almacenaje de agua en el perfil.
Planificar la siembra de estos lotes "problema" de manera que sean los primeros en cosecharse, antes de que las lluvias otoñales compliquen la situación. También está disponible la posibilidad de aplicación de desecantes para anticipar el secado del cultivo y por lo tanto la cosecha.
En caso de no poder cumplir las alternativas anteriores y realizarse la cosecha no en las mejores condiciones de suelo lo que se debe hacer es dejar que los cultivos siguientes en la rotación recuperen la condición de estabilidad de la zona compactada.
Una buena opción son los cultivos de cobertura invernales, sobre todo algunos de raíces muy potentes como el nabo forrajero, que a densidades de aproximadamente 25-30 plantas por metro lineal de surco generan una raíz pivotante de alrededor de 1-1,5 cm de grosor que tiene un importante efecto. Otra opción es el Melilotus que también tiene una raíz muy potente. Éstas pueden sembrarse solas o acompañadas de gramíneas, o pueden sembrarse estas últimas solas, sin olvidarnos de su particular raíz en cabellera que tiene un efecto importantísimo sobre todo en los primeros centímetros del perfil.
Un papel de importancia lo cumple el trigo en aquellos sistemas en los cuales se lo incluya en la rotación ya que se suma a la lista mencionada en el párrafo anterior de cultivos beneficiosos para una condición de tránsito en húmedo.
Y por último, no olvidarse que no roturar el suelo es una de las premisas básicas de la siembra directa, y la rotación de cultivos en sucesión adecuada y ordenada es la mejor manera de llevar al suelo a una condición de equilibrio similar a la de un ambiente natural.