El área sembrada con soja entre los ciclos agrícolas 2017/18 a 2019/20 fue leve y progresivamente decreciente en Argentina, con 17,3, 17,0 y 16,9 millones de hectáreas. Los rendimientos, sujetos fuertemente a la condición hídrica en la gran superficie bajo secano, fueron 23, 33 y 29 q ha-1 , respectivamente.
En Entre Ríos 1,30, 1,18 y 1,16 millones de hectáreas se sembraron en esos tres ciclos agrícolas sucesivos, con rendimientos variables entre sí, de 12, 28 y 22 q ha-1 , respectivamente. En ambos distritos, nación y provincia, se observó una misma tendencia: aumentó progresivamente el porcentaje de soja de segunda; en Entre Ríos, el mismo fue 28, 37 y 39 % del área sojera en 2017/18, 18/19 y 19/20, respectivamente.
En Corrientes, en dichas campañas, se sembraron 2000, 5190 y 5190 ha en las campañas 2017/18, 2018/19 y 2019/20, respectivamente; en ese orden, los rendimientos fueron 20, 26 y 25 q ha-1 ; y, recién en la última de esas campañas, se sembró soja de segunda (14% de la superficie total).
El rendimiento potencial (RP) de un cultivo en un ambiente se obtiene cuando al cultivar con mayor potencial de rendimiento se lo maneja de tal manera que le permita i) utilizar al máximo los recursos de dicho ambiente, ii) minimizar las limitaciones de agua y/o nutrientes y iii) neutralizar la incidencia de plagas, enfermedades, malezas, vuelco y otras limitantes. Apuntar al rendimiento potencial en un ambiente implica entonces a) encontrar el cultivar con máximo potencial de rendimiento y b) darle un manejo que lo conduzca a expresarlo. Cuando en una región se cultiva predominantemente en secano, se puede definir entonces, un nivel inferior a RP, que admita limitaciones de agua: el rendimiento potencial en secano (RPs).
Tanto RP como RPs son dinámicos:
- cambian en el espacio: para un mismo cultivo y cultivar, en una misma campaña, distintas localidades determinan diferentes RP y RPs;
- y cambian en el tiempo: en una misma localidad, entre campañas, tanto pequeños cambios de mediano y largo plazo en la temperatura, radiación incidente y concentración de CO2, como avances del mejoramiento, provocarán cambios en aquellos niveles teóricos.
El rendimiento potencial de un cultivo y el potencial de rendimiento de un cultivar son dos caras de la misma moneda: un mayor rendimiento en de un genotipo nuevo, repercute aumentando el rendimiento del cultivo en su conjunto. Nuevos cultivares, con mayor potencial de rendimiento, “empujan al techo” del rendimiento potencial del cultivo.
Manejo y mejoramiento interactúan para el crecimiento de la productividad. Varios trabajos dan cuenta de la parte del progreso de rendimiento que es atribuible al mejoramiento en soja en Argentina, la ganancia genética: esta disciplina es responsable de hasta un 60 % del progreso de rendimiento (Santos et al., 2006 y 2017; Santos, 2019).
Como fruto del mejoramiento, cada año se inscriben numerosos cultivares de soja. Para su evaluación, se utilizan ensayos comparativos de rendimiento (ECR) en red. Éstos, por ser comparativos, permiten conocer el potencial de rendimiento en secano de los cultivares y establecer un ranking; y, al conducirse en red, habilitan la estimación de su estabilidad del rendimiento entre ambientes.
El grupo de ECR más importante en nuestro país es la Red de Ensayos Comparativos de Rendimiento de Soja (RECSO) conducida por INTA en convenio con la ASA. Durante el ciclo agrícola 2020/21 el 34 % de los cultivares testeados lo fueron por primera vez.
La elección de cultivares se basa habitualmente en su disponibilidad comercial y potencial de rendimiento (tablas RECSO); quien va a sembrar, sabiendo qué materiales traerá su proveedor habitual, consulta los resultados de la red de ECR viendo qué cultivar de los disponibles rindió más, especialmente en la localidad de esa red más cercana a su lugar de siembra.
Desde las EEAs Corrientes, Mercedes, Concepción del Uruguay y Paraná del INTA se estima y propone, como herramienta de elección, un tercer criterio: la estabilidad del rendimiento. A partir de muchos datos de la RECSO, y en base a metodología estadística ya clásica (Finlay y Wilkinson 1963), se generó un índice de estabilidad, sencillo y fácil de comprender (Santos et al., 2005, 2011).
¿Cómo se realizó la experiencia?
Cada ensayo de la RECSO está constituido por un conjunto de cultivares de un mismo grupo de madurez (GM) sembradas en un mismo ambiente. En los cinco ciclos agrícolas analizados (2016/17 a 2020/21), los ambientes fueron 37, en las localidades de Corrientes, Mercedes, Yuquerí, San Salvador, Herrera, General Almada, Paraná, Crespo y Victoria. En Paraná se contó con dos ambientes por campaña, replicando los ensayos de GM 4 Largo o más, en una fecha tardía. A partir de esta base, se trabajó con 3073 promedios de rendimiento de 245 cultivares agrupadas en los grupos de madurez 3 Largo a 8.
Como en publicaciones anteriores, se estimó el potencial y la estabilidad de rendimiento para cada cultivar.
El potencial promedio fue obtenido al promediar todos los rendimientos absolutos y relativos a la media del ensayo, que cada cultivar “traía” de los ensayos donde participó.
La estabilidad se estimó a partir de la “pendiente b” de la recta que, para cada cultivar, relacionó los rendimientos obtenidos en los distintos ambientes y el rendimiento promedio de esos ambientes.
Las pendientes “b” suelen oscilar entre 0,7 y 1,3, aunque, en la mayoría de los casos son no diferentes a 1 (cultivares de rendimiento estable). Si bien a los materiales cuya pendiente estimada se acerca a los extremos 0,7 o 1,3 se los considera de rendimiento inestable, es más adecuado denominarlos cultivares “con adaptación específica”. Si la pendiente es menor a 1, son adaptados a ambientes de menor calidad, usualmente con menor oferta hídrica (ejemplo año Niña), mientras que los de pendiente mayor a 1, pueden ser recomendados para ambientes opuestos: suelos profundos, barbechos con gran recarga hídrica, año Niño o en sistemas bajo riego.
En esta publicación se presentan solo los cultivares que mostraron potencial de rendimiento de mediano a alto: rendimientos relativos promedio > a 102%; éste índice figura como rendimiento Rel (%).
Los cultivares seleccionados, agrupados previamente en cuatro grandes grupos (precoces, semi precoces, semitardíos y tardíos) se presentan, a su vez, en orden creciente de “pendiente b”. Esto figura como Valor.
¿Qué resultados se obtuvieron?
Los rendimientos promedio (o índice ambiental IA) oscilaron entre extremos de 4818 y 805 kg/ha, según el ambiente y el GM considerado. Los rendimientos mayores a los 45 q ha-1 se observaron en las campañas 2016/17, con los GM 7C y 7L_8 en Villa Mantero y el GM 6 en General Almada; y durante la campaña 2018/19, con los GM 3L, 4C y 6 en Villa Mantero y el GM 5L en General Almada y en Victoria.
A su vez, los ensayos con rendimientos entre 10 y 8 q ha-1 se registraron en su totalidad, durante la campaña 2017/18: el GM 5L en Paraná, fechas temprana y tardía; los GM 4C, 4L, 5C y 7L_8 en Villa Mantero; y los GM 5C y 6 en San Salvador.
Tabla 1. Cultivares precoces testeados en ensayos RECSO entre 2016/17 y 2020/21, su grupo de madurez (GM), la cantidad de ambientes donde participaron (N), su rendimiento promedio absoluto (Abs) y relativo a la media del GM (Rel) y el valor como la diferenciación respecto a 1 de su coeficiente de estabilidad (b)
En síntesis…
La mayoría de los cultivares comerciales se manifestaron como estables (b no diferente de 1), aunque existen cultivares adaptados a situaciones de baja y alta oferta ambiental. En una misma localidad, o incluso región, la época del año en que caen los periodos críticos de cada sub grupo de madurez, enmarca los alcances de esta discriminación entre estables/adaptados a ambientes de alta y baja oferta ambiental. Por lo cual, aplicar este marco conceptual a los GM IV es muy diferente al de los GM VI y a lo de los GM VIII y quizás solo sea especialmente útil con el GM central de una localidad.
Aun así, el uso de un índice sencillo de estabilidad, como el propuesto, acompañado del potencial de rendimiento, es una herramienta útil para la elección de cultivares.