Coincido plenamente con las oficinas de información climatología tanto a nivel nacional como la de orden internacional como regional. En esta época del año, se está sucediendo una serie de aguaceros intensos los cuales nos han causado graves daños en los barrios, carreteras, vías, puentes y demás, que se repiten de forma desafortunada en todo nuestro país, como también en diversas regiones de la América Latina. La situación indudablemente compleja, tampoco es el producto de un hecho esporádico y antinatural. Siempre en alguna época, se han sucedido este tipo de lluvias. Desafortunadamente la memoria de los registros climatológicos no tiene más de 120 o 140 años, al menos para Colombia, en donde las primeras estaciones climatologías se estableció en la Granja Experimental de Palmira. Hoy afortunadamente la tecnología de satélites, nos ofrecen información al instante de los eventos climatológicos que se avecinan. Ya hemos visto como el huracán Marina, que arraso con Puerto Rico y parte de Miami, venían sido monitoreados desde su gestación en el Atlántico lejano. Concentrándonos en el hecho que nos ocupa, la realidad, vemos como nuestros países son afectados de modo inclemente por las crecientes, avalanchas e inundaciones, que indudablemente causan daños y colapsan el tránsito, obstaculizan la movilidad de las ciudades, los más pobres por vivir en unas condiciones no adecuadas pierden sus pocos bienes, cuando no hasta la vida. La causa principal de este hecho, no está en la lluvia en sí, sino más bien en la falta de capacidad de regulación de las cuencas hidrografías y del manejo de esas aguas de drenaje. Un ejemplo real de lo que sucede es lo siguiente. Un solo milímetro de precipitación, equivale en términos crudos a depositar sobre una hectárea 10 metros cubico de agua, equivalente a 10 mil botellas de litro de agua. Cuando esa cantidad de agua no se infiltra o es regulada y retenida en el suelo, correrá con gran torrencialidad, favorecida por la pendiente del terreno. Cuando las áreas son planas, pues formara charcos a no poder desplazarse. Lo Anterior nos lleva a correlacionar, que si en las cuencas de los ríos aguas arriba, reportan por ejemplo 76 milímetros de precipitación, esa cantidad de lluvia equivale a 760 metros cúbicos de agua por una hectárea o también 760.000 mil litros. Estando el área en bosque, el agua de escorrentia disminuiría, pues gran parte de esa agua la evapotranspira el árbol y la hojarasca del suelo captaría gran parte de esa agua a fin regularla, además de evitar el escurrimiento y disminuye la energía de la gota que explosiona, disgrega y fragmenta el suelo. Cuando hay déficit marcado de bosque, como sucede en la mayoría de las cuencas de en la cordillera de los Andes, e hiciéramos un cálculo sobre una área de solo 500 hectáreas, con una precipitación de 76 milímetros, estaríamos refiriéndonos a 380 millones de litros. Desechemos el 50%, en razón a que alguna agua alcanza a ser ligeramente retenida en los suelos y la transpiración de ese bosque, el volumen de agua seria de 190 millones de litros, los cuales es imposible manejar en los canales actuales y más si agregáramos, los aguaceros del centro de las ciudades, en donde el agua es canalizada para finalmente llegar al drenaje principal, que bien puede ser un rio. Guarismos de estas dimensiones es imposible que las ciudades actuales puedan manejarlos. La necesidad de plantar o favorecer la regeneración de los bosques en las cuencas hidrográficas debe ser una prioridad, a fin de que puedan regularse esos volúmenes agua, y más aún, cuando el futuro es incierto por el cambio climático.
El ciclo hidrológico es elemental. Unas lluvias caen, facilitan el desarrollo de los cultivos, parte se evapora y recargara las nubes, que prestas se desplazan hacia otros sitios. Pero igualmente otra irá al mar o a los lagos, en donde se evapora en gran parte, para volverse las lluvias que carean en otros lugares. Los arboles por supuesto cumplen también su función, facilitando la formación de ese horizonte Aoo, que no es más, que una esponja inmensa, de gran capacidad de regulación de las aguas, pero por supuesto, ese mismo bosque en su proceso de transpiración devuelve a la atmósfera, volúmenes de más del 40% del agua caída en la lluvia. En los bosques del Amazonas, cada árbol grande, con una copa de diámetro de unos 20 metros, bombea a la atmósfera mil litros de agua en forma de vapor. Y si se tiene en cuenta que en el Amazonas hay cerca de 600 mil millones de árboles, eso querría decir que todos juntos lanzan 20 mil millones de toneladas de agua cada día, lo cual es apenas lógico que suceda en los bosques de la franja denominada como: bosque muy húmedo tropical, en el cual la precipitación sobrepasa la capacidad de evaporación, haciendo que el suelo permanezca siempre húmedo, lo cual favorece el crecimiento exuberante de la vegetación en estas áreas.
Reseña fotográfica de casos de impacto en los suelos de las cuencas hidrográficas de la zona andina.
Foto No 2. Cultivos de plátano, establecido en dirección de la pendiente, colocando en grave riesgo de erosión de los suelos, a no tener medidas de protección, bien sean, acequias de ladera, barreas vivas o siembra a curvas de nivel. Foto el autor.
Foto No 3. Potreros son claras muestreas de sobrepastoreo, afectando la producción de los suelos, al generar compactico, perdida de la capacidad de infiltración de los suelos y generación de canalículos, por donde evacuara el agua de escorrentia. Foto el autor.
Foto No 4. Crecientes del rio Guadalajara en Buga. Colombia, como consecuencia de la poca capacidad de regulación de aguas en la cuenca, producto de la deforestación y el déficit de bosques. Nótese el color de las aguas, debido a los materiales que arrastra. Foto el autor.
Foto No 5. Sistemas silvopastoriles de producción de carne, con ovejos, con especies más livianas y de menor impacto en los suelos, al tiempo que los arboles brindan condiciones ideales para el desarrollo de esta actividad. Cuenca rio Cañaveralejo. Cali. Foto el Autor.
Foto No 6. La quema como práctica de cultivo, tiene gran incidencia en los suelos de las cuencas hidrográficas, en los cuales las actividades de producción agrícola se desarrollan con intensidad en suelos de vocación forestal. Cuenca del rio Palo. Departamento del Cauca, Foto el Autor.
Foto No 7. Parcelas forestales en suelos de vocación forestal, como muestra del potencial de esas áreas. Foto el Autor.
Foto No 8. En los llanos orientales del Vichada, los aborígenes indígenas cortan el bosque para establecer los conucos, que son área para el cultivo principalmente de yuca para el consumo. Foto el Autor.
Foto No 9. Bastas áreas como se ven en la foto, son quemadas a fin de favorecer el rebrote de los pastos, en las llamada altillanuras secas, en comparación con las zonas más verdes y húmedas.. Foto el Autor.
Foto No 10. En la inmensidad de los llanos, nótese la zonas más secas y los humedales en donde se desarrolla una vegetación de galería con unas especies arbórea típicas, en donde la fauna de concentra. Foto el Autor.