Después de 3 a 4 millones de años de evolución biológica y cultural, dentro de un sistema de caza y colecta "El hombre inventa la agricultura", que pasa a ser el evento de mayor significado en la historia de la humanidad. Esto se da más o menos 10.000 años atrás, de los cuales 7.000 años fue de producción de cultivos sin labranza, o sea, ésta es tan antigua como la agricultura misma.
La domesticación de ciertas especies animales trajo consigo un importantísimo avance en el transporte, nutrición y energía.
Antes de la invención del arado, la preparación del suelo se limitaba a moverlo con algún implemento manual de piedra o de madera y a arrancar a mano, las malezas que crecen junto a las plantas de interés económico, se cree que fueron los egipcios quienes, hace unos 6.000 años, inventaron el arado de madera, que consistía en un palo de forma de gancho, arrastrado por un buey.
El maíz, especie que se domesticó en América hace unos 5.000 años, no existe en estado silvestre y solo puede subsistir con la ayuda del hombre. Hasta antes del descubrimiento de América, los nativos lo producían bajo condiciones de labranza cero, depositando semillas en un agujero hecho en la tierra, con un palo aguzado.
Los españoles introdujeron a América el machete y el azadón, instrumentos que permitieron mejorar el sistema de control de malezas, que hasta entonces, se arrancaban a mano.
La introducción a América de animales de tiro, herramientas de metal y arado de madera, aumento la capacidad del hombre para producir maíz y otros alimentos.
Tuvieron que pasar casi 300 años después del descubrimiento de América, para que en los EE.UU. Thomas Jefferson desarrollará la fórmula matemática que dio origen al arado de vertedera de inversión del suelo (1774). Posteriormente fue patentado el primer arado de hierro fundido por Newbold (1796) y el arado de hierro con partes intercambiables por Jethro Wood en 1819.
A partir de la década de 1830, marcó el comienzo de la fabricación comercial de arados de vertedera de acero, luego de los esfuerzos realizados por Daniel Webster para mejorar el diseño del arado.
Posteriormente le seguirián: Jhon Lane en la fabricación de arados con cuchillas de acero en la parte anterior; Jhon Deere y Leonard Andrus en la fabricación de arados de acero.
En el siglo XVIII se desarrollaron las primeras maquinas térmicas y el rumbo de la humanidad cambio radicalmente. Aquel avance significó al comienzo de la sociedad industrial. Con el paso del tiempo, la población rural, paso del campo a la industria de las grandes ciudades, Ello creó la necesidad de contar con equipos mecánicos que funcionen a mayores capacidades de trabajo.
Con la aparición del tractor agrícola, el hombre que durante siglos pasó verdaderas calamidades para roturar la tierra y controlar malezas, sintió que le había ganado a la naturaleza, una guerra histórica.
El arado se impuso sin discusión alguna, como el apero más importante y necesario en las explotaciones agrícolas.
La labranza del suelo empezó a realizarse con equipos más grandes, resistentes y a unas velocidades de trabajos superiores a las que se podían alcanzar con los animales domésticos.
Sin embargo la naturaleza empezó a pasar la factura, ante los desmanes de una labor, la del arado, que nunca fue cuestionada hasta el pasado siglo XX.
La agricultura convencional basada en una tecnología de labranzas, esta agotada porque; no es sustentable, produce degradación de los suelos y no es económica.
En 1943, Edward Faulkner, criticó la labor del arado en su libro "La insensatez del labrador" sentenciando: "nadie, hasta ahora ha sido capaz de desarrollar una razón científica para arar".
Por más de un siglo, tanto científicos como productores han empleado el barbecho, sin ninguna reserva, en la producción agrícola a escala mundial (Philips et al, 1980, Figueroa, 1983)
La agronomía, es la ciencia que tiene por objetivo, mejorar la calidad de los procesos de la producción agrícola en base a principios científicos y tecnológicos.
La agricultura y la ganadería no son ciencias formales sino aplicadas, son técnicas para producir bienes utilizando recursos que brinda la naturaleza. En tanto la tecnología es el enfoque científico de los problemas prácticos, es decir, el tratamiento de estos problemas sobre un fondo de conocimiento científico y con la ayuda del método científico y adaptando las tecnologías a las condiciones logísticas encontradas.
Recordemos que el objetivo de la ciencia es la teorización, es decir, explicar lo que ocurre en el mundo de forma que pueda hacer predicciones. Por eso se usa al método científico: observar, hipotetizar, predecir, verificar y replicar.
El valor de todo conocimiento científico es la satisfacción de una curiosidad, la plenitud del deseo de conocer y la alegría de comprender. Dicho conocimiento científico, también puede darnos la posibilidad de satisfacer necesidades prácticas y generar instrumentos útiles para el control de la naturaleza.
Para el desarrollo de una tecnología se debe procurar hallar la forma de aplicar los conocimientos existentes para resolver problemas concretos.
El proceso descrito sugiere una secuencia ordenada y lógica, donde los conocimientos serían generados antes que las tecnologías. Sin embargo, algunas veces los procesos ocurren en forma inversa, donde la tecnología precede al conocimiento científico. Como así ocurrió, con la invención del arado.
Se invento el arado y las máquinas de tracción, para solucionar problemas de eliminación de malezas; pero a costa de perturbar la estructura del suelo, la disminución de la materia orgánica, la destrucción de la macro y micro flora y fauna del suelo, la eliminación de los microorganismos del suelo, la compactación de los suelos (pie de arado), problemas de erosión (hídrica y eólica) y sobre todo la degradación de los suelos por agrotóxicos que hacen que la vida natural del suelo no sea normal y si a estos problemas, le agregamos las consecuencias del cambio climático, tenemos un cuadro desolador para la agricultura convencional de labranzas y agroquímicos.
Abandonar en el más corto plazo posible el CÍRCULO PERVERSO DE PRODUCCIÓN con destrucción en que nos hallamos inmersos; para pasar a incorporarnos a un CÍRCULO VIRTUOSO DE PRODUCCIÓN con conservación.
La agroecología como ciencia global puede proporcionar por la tanto pautas generales, pero no recomendaciones particulares para el manejo y diseño de los agroecosistemas.
Estas deberán de ser desarrolladas por cada comunidad, ya que la agronomía se considera una ciencia local.
La agricultura ecológica contribuye a mitigar el cambio climático de la siguiente manera: fertilidad, calidad, salud y sostenibilidad del sueldo.
La labranza de conservación y en especial la labranza cero es una de las opciones más viables para lograr la sostenibilidad de los recursos naturales: suelo y agua, así como del rendimiento de los cultivos (Lal et al. , 1990).
Sin embargo, no debe aceptarse sin evidencias científicas locales, como se hizo con el barbecho y rastreo (Brawmack y Dexter, 1989; Navarro et al., 2000).
Siempre debemos evaluar los métodos de manejo del suelo antes de la siembra sobre las propiedades físicas, químicas, y biológicas del suelo y el rendimiento de grano/rastrojo, rentabilidad y sobre todo el impacto ambiental sobre los recursos agua, suelo, microorganismos y medio ambiente.
Si nuestro objetivo, es mejorar la salud del suelo, debemos considerar el conocimiento local y darle igual énfasis, tal como se le da al conocimiento científico. El progreso hacia un suelo saludable esta basado en la unión entre conocimiento local y científico.
La ciencia moderna ha producido máquinas que reducen la cantidad de horas de trabajo; cultivos que producen más granos en ciertas condiciones y que son más resistentes a ciertas fitopestes. También ha generado conocimientos sobre como funcionan las cosas y como se manejan el suelo, microorganismos y los cultivos.
Ahora se sabe más acerca de la vida en el suelo, como él mantiene ésta y ayuda a mejorar la salud del suelo y de los cultivos, también se sabe como se propagan y controlan las fitopestes.
Sin embargo, tanto el uso del método tradicional como del científico, pueden dañar mucho al suelo. Es importante escoger bien; no se deben usar prácticas que hayan sido rechazados por algunas malas experiencias en el pasado. Ambos métodos deben usarse juntos.
En conjunto, si en el manejo de nuestro suelo, unimos de forma crítica el conocimiento local y el científico, obtendremos un punto de apoyo esencial para lograr la salud del suelo.
La participación de los agricultores en la investigación agrícola es más que el hablar a seis agricultores o montar diez experimentos en sus parcelas. Más que nada, es el diálogo sistemático entre agricultores y científicos para resolver los problemas con la finalidad de mejorar el impacto de la investigación científica. De lo expuesto podemos concluir:
- Si los investigadores aprenden; es investigación convencional, no participativa.
- Sólo los agricultores aprenden; no es investigación, sino extensión.
- Los agricultores y los investigadores aprenden algo; es investigación participativa.
- Ni los agricultores ni los investigadores aprenden nada; es solo un placer pasajero.
* Ensayo presentado al XII Congreso Nacional y V Internacional de la Ciencia del Suelo, Arequipa-Perú.2010.