Actualmente, la fertilización es un factor clave para maximizar la producción y el resultado económico en la producción agropecuaria argentina. Existen numerosas evidencias que muestran el incremento en rendimiento de los principales cultivos (soja, maíz y trigo) en respuesta a la fertilización, principalmente con nitrógeno (N) o fósforo (P) (e.g., Correndo et al., 2015).
A su vez, se han desarrollado una variedad de criterios de fertilización para evitar limitaciones productivas por déficits nutricionales y, eventualmente, para reponer parte de la extracción que hacen los cultivos. Existen evidencias también de la respuesta y se han desarrollado criterios para la fertilización en la producción de forrajes.
Aunque sobren evidencias agronómicas, y en muchos casos económico-empresariales, sobre la necesidad de fertilizar para maximizar la producción y el resultado económico, hoy es frecuente encontrar lotes de producción con dosis de fertilización sub-óptimas o que, incluso, no se fertilizan. Algunos datos muestran que no se fertiliza 40% de los lotes y que las dosis promedio de fertilizante en trigo y maíz son de 194 y 209 kg/ha respectivamente (Fertilizar-CIAFA, 2013-15), implicando aportes de N inferiores a los requeridos para los niveles de rendimiento actuales.
Diversos trabajos muestran relaciones de aplicación/extracción de P y N a nivel nacional de entre 0.3 y 0.7. A su vez, gran parte de las zonas productivas de Argentina muestran niveles decrecientes de nutrientes en el suelo (Sainz Rosas et al., 2011, 2012; García y Díaz Zorita, 2015).
Factores que pueden explicar el bajo uso de fertilizantes
Antes de ensayar cualquier hipótesis, considero conveniente revisar lo que ocurrió en el pasado. En los últimos 25 años, la producción agrícola argentina aumentó significativamente: desde 1990 a 2015 la producción de los principales cultivos se multiplicó aproximadamente por 3.1. Este aumento fue en parte por la expansión del área agrícola, que en el mismo período se multiplicó por aproximadamente 2.1, pero también por aumento de rendimientos (e.g., más de 30% en soja y de 50% en maíz) (https://datos.magyp.gob.ar/).
En simultáneo a estos cambios productivos, el consumo de fertilizantes se multiplicó más de 10 veces (de 300 mil a más de 3 millones de toneladas). Estos datos simples muestran indirectamente la incorporación de los fertilizantes a los modelos agrícolas de Argentina, reflejado en una mayor frecuencia de lotes fertilizados y/o dosis de fertilización.
Aunque haya habido progresos notables en los últimos años, el consumo de fertilizantes de Argentina se estancó recientemente y, como se mencionó, se ubica en niveles menores a los deseables desde el punto de vista de reposición de nutrientes. Son varios los factores que influyen la decisión de fertilización del productor y que, por lo tanto, podrían explicar este comportamiento.
Algunos de esos factores son estructurales y se asocian a las condiciones agro-ecológicas y/o socio-económicas de la agricultura Argentina.
El aspecto común de estos factores es que generan incertidumbre respecto al retorno a la inversión en fertilizantes, desmotivando su uso. Dos de los principales factores, desde mi perspectiva, son: (a) la variabilidad climática a la que está expuesta la agricultura argentina, y (b) el régimen de tenencia de la tierra.
La alta variabilidad climática en todas las regiones productivas de Argentina genera gran variabilidad, en el tiempo, en los rendimientos y, por lo tanto, incertidumbre en los ingresos económicos de los que depende el retorno a la
inversión. A su vez, la respuesta agronómica a la fertilización puede disminuir ante situaciones de baja productividad. Así, la posibilidad de experimentar escenarios climáticos desfavorables que lleven a ingresos bajos y atenúen las respuestas agronómicas, condiciona la decisión de productores que, por naturaleza, son aversos al riesgo. La volatilidad de los precios de los granos afecta en el mismo sentido. La teoría de las perspectivas - que plantea que una pérdida causa mucho más “insatisfacción” (en promedio 2 veces) que la satisfacción que causa una ganancia de igual magnitud - da un marco para analizar la precaución en el uso de fertilizantes.
El régimen de tenencia es otro factor estructural que contribuye a explicar decisiones individuales de consumo de fertilizante. Actualmente, más del 60% del área agrícola argentina es operado por arrendatarios. A su vez, la mayor parte de los contratos de alquiler son por un año. Arora et al. (2016) mostraron que los productores que trabajan campos propios ponen más foco en objetivos de largo plazo y en la conservación del valor, mientras que los arrendatarios tienden a enfocarse en maximizar el resultado de la campaña.
De esta manera, el régimen de tenencia favorece un uso de fertilizantes enfocado sólo en maximizar la productividad, sin la valorización de los “efectos residuales” dada la incertidumbre respecto a si el año siguiente se operará la misma parcela (aunque más allá de los contratos anuales, es muy frecuente que el mismo arrendatario opere varios años la misma parcela)1. El dilema de los comunes (dentro del marco de teoría de juegos) también ofrece un marco para analizar este comportamiento.
Además de los factores estructurales analizados antes, existen factores coyunturales que moldean las decisiones de fertilización de los productores. En este sentido, tres factores clave que se relacionan entre sí son: (a) las expectativas de resultado económico de la actividad, (b) la situación financiera del productor, y (c) la relación insumo/producto (i.e., kilos de grano necesarios para comprar un kilo de fertilizante).
En campañas con mayores probabilidades de buenos resultados económicos (por perspectivas de buen precio o clima) - y si financieramente tiene la posibilidad - el productor tiende a incrementar la inversión en fertilizantes. Similarmente, las campañas con relación insumo/producto favorable mejora el consumo. Un ejemplo concreto del efecto de los factores mencionados es la campaña 2016/17, en dónde aumentó 50% el consumo en respuesta a medidas políticas que generaron certidumbre y mejoraron la situación económico-financiera del productor
2.
Finalmente, además de todos los factores listados arriba, considero también que los niveles de consumo relativamente bajos responden a un desconocimiento o falta de concientización respecto del aporte de los mismos a la producción y la sostenibilidad. Aunque haya innumerables evidencias, algunos productores no conocen con precisión la magnitud de las respuestas agronómicas y/o no analizan la relación costo-beneficio de la práctica. En consecuencia, les resulta difícil percibir cuánto dejan de producir o ganar por
sub-fertilizar (excepto en casos en que es muy clara la limitación, como con N en trigo y maíz).
Eso, sumado a la incertidumbre en la respuesta (por cuestiones climáticas, entre otras), distorsiona la evaluación de la relación costo/beneficio al inicio de la campaña (el costo es seguro pero el ingreso es desconocido e incierto).
Comentarios finales
La evolución reciente de la agricultura argentina implicó aumentos significativos en el uso de fertilizantes. Sin embargo, todavía hay un margen de progreso en relación a su uso para maximizar la productividad asegurando la conservación de recursos naturales. Este resumen plantea diversos factores que contribuyen a explicar falencias en el manejo de la fertilización. Es clave analizar los mismos para diseñar estrategias que mejoren las prácticas de fertilización. Como país no podemos permitirnos niveles sub-óptimos de productividad y/o degradación de nuestros recursos naturales ya que estos son pilares para la competitividad de un sector clave de la economía.
A su vez, asegurar la máxima productividad y la conservación de los recursos naturales es clave para el posicionamiento geopolítico de nuestro país en un contexto en el que se demandan cada vez más alimentos pero con alta competitividad para la provisión de los mismos. En función de los factores analizados en este resumen, surgen algunas alternativas que podrían ayudar a mejorar los niveles de fertilización.
A continuación un breve resumen de aquellas relacionadas a factores estructurales (aunque no menos importante, no me enfocaré en los factores coyunturales):
En primer lugar, todas las acciones tendientes a un manejo integral del riesgo climático podrían incentivar el uso de fertilizantes. La implementación de prácticas (e.g., ajustes en fechas de siembra) o herramientas (e.g., seguros) que permitan al productor reducir su vulnerabilidad frente a las variaciones del clima y tener más certidumbre y seguridad respecto a sus ingresos, podrían estimular la inversión en fertilizantes, principalmente en los cultivos como trigo y maíz en el que los mismos significan una proporción importante de los costos (e.g., entre 22% y 50% en trigo, comunicación personal área de Economía de AACREA).
En segundo lugar, la posibilidad de realizar acuerdos de arrendamiento de mayor duración (e.g., 3 años) permitiría a los arrendatarios poner foco en objetivos de más largo plazo. Así, se tomarían decisiones orientadas no sólo a maximizar la producción de la campaña actual sino también a conservar los recursos productivos (principalmente el suelo). Entre otras cosas, podrían esperarse cambios en el portafolio de cultivos (i.e., esquema de rotaciones) y en los niveles de inversión en fertilizantes. Los incentivos para la adopción de “buenas prácticas”, más allá del régimen de tenencia también, permitirían avanzar en el mismo sentido.
Finalmente, resta mucho trabajo de transferencia de tecnología por realizar, a pesar de que la fertilización no sea un tema novedoso. La difusión de información sólida sobre las respuestas a la fertilización y el desarrollo de herramientas de apoyo a las decisiones pueden contribuir a cambiar los esquemas de fertilización actuales. Asimismo, la experimentación con involucramiento de los productores y las redes de productores y técnicos son clave para generar conciencia y estimular cambios de prácticas (la experiencia del programa de experimentación de la zona Sur de Santa Fe de AACREA con IPNI y ASP es un claro ejemplo de esto). El estado puede jugar un rol clave para una implementación masiva de esta estrategia.
Referencias
- Arora, P., F.B. Bert, G.P. Podestá, y D. Krantz. 2015. Ownership effects in the wild: Influence of land ownership on agribusiness goals and decisions in the Argentine Pampas. Journal of Behavioral and Experimental Economics 58: 162–170.
- Correndo, A.A., M. Boxler, y F.O. García. 2015. Análisis económico del manejo de la fertilización con enfoque en el largo plazo. Ciencia del Suelo 33(2), 197-212.
- García, F.O., y M. Díaz-Zorita. 2015. Capítulo del libro “El Deterioro del Suelo y del Ambiente de la Argentina”. Fundación para la Educación, la Ciencia y la Cultura (FECIC), http://fecic.org.ar/prosa.php?area=prosa_editorial
- Sainz-Rozas, H.R., H.E. Echeverría, y H.P. Angelini. 2011. Niveles de materia orgánica y pH en suelos agrícolas de la región pampeana y extra pampeana. Ciencia del Suelo 29, 29-37.
- Sainz-Rozas, H.R., H.E. Echeverría, y H.P. Angelini. 2012. Fósforo disponible en suelos agrícolas de la región Pampeana y extra pampeana argentina. RIA, Revista de Investigaciones Agropecuarias 2012, 38, 33-39.
1 Datos de productores de la zona Centro de AACREA (2006 a 2013) muestran menores proporciones de fertilización en los campos arrendados respecto a los propios (83 vs 92% en maíz y 17 vs 30% en soja) y menores dosis de P (22.3 vs 15.3 kg/ha en maíz y 4.17 kg/ha vs 2 en soja). Fuente; AgriZoCe CREA Región Centro.
2 Parte de la recuperación del consumo respondió a que las medidas estimularon un aumento en el área de trigo y maíz (en relación a soja), cultivos en los que se utilizan mayores niveles de fertilizante