El coronavirus de las aves de corral tiene una gran similitud genética con el COVID-19 humano, y utiliza el mismo mecanismo de infección, un hecho que aumenta la probabilidad de lograr una vacuna humana eficaz
Tuve la oportunidad de formar parte del equipo técnico científico liderado por mi fallecido amigo el Profesor Dr. Arnaldo D. Colusi, que realizó en primer aislamiento e identificación del virus de la Bronquitis Infecciosa Aviar a fines de la década del 60 y principios del 70, en la Republica Argentina, con el apoyo de la multinacional italiana Le Petit.
En sanidad animal, la familia de los coronavirus es una vieja conocida. Por ejemplo, causan diarreas en cerdos y terneros. Aunque se conocen desde 1970 estos coronavirus de aves pertenecen al grupo de los gamma-coronavirus, frente a los alfa- y beta-coronavirus que se hallan en personas. Su estudio, y décadas de experiencia en la lucha por su control, pueden brindar información para entender y actuar frente a la actual pandemia.
El coronavirus de la bronquitis infecciosa de las gallinas tiene una distribución mundial. También se encuentra en faisanes, codornices, perdices y, más recientemente, en muchas especies de aves acuáticas y hasta en loros. Se piensa que las galliformes silvestres, como la codorniz y el faisán, pueden ser el reservorio original del IBV, que después saltó a las aves. Tanto las gallinas de puesta cómo las de carne son muy susceptibles a la infección.
Como su nombre indica, la bronquitis infecciosa de las aves causa, solo en en estos animales, una afección respiratoria generalmente leve. También se puede encontrar el virus en el tracto digestivo, los riñones y los ovarios y testículos. Por ello, una infección por coronavirus merma la capacidad de puesta de las aves. De ahí viene su gran impacto sobre la avicultura de puesta, y también la necesidad de su control.
El coronavirus causante de la bronquitis infecciosa de las gallinas es altamente contagioso. Se propaga de forma rápida por una granja y pronto afecta a la totalidad de las aves. Para veterinarios y productores es fundamental, por tanto, evitar por todos los medios la entrada de aves infectadas.
Para ello se adoptan de medidas preventivas .Por ejemplo no mezclar nunca aves de diferentes edades en una misma nave, la limpieza y desinfección minuciosa de las naves entre lotes, y la limpieza y desinfección continuada de todo el equipamiento que entra en contacto con los animales, además de eliminar de forma continuada sus desechos. Los operarios visten ropa protectora, usan material exclusivo para cada nave y desinfectan regularmente sus equipos.
La vigilancia sanitaria es clave. Test periódicos sobre una muestra representativa y bien estratificada de la población de aves, y atención constante a posibles casos clínicos. En caso de brote, monitorización constante de la proporción de infectados. Solo así el veterinario sabrá si sus intervenciones son o no eficaces, y podrá corregirlas en consecuencia. Además, la vigilancia continuada permite determinar qué variantes del virus están circulando, y de esta forma planificar mejor las estrategias de control.
La capacidad de los coronavirus aviares para cambiar continuamente es uno de los grandes desafíos en su diagnóstico y control. Por ello y al igual que el COVID-19 humano, la aplicación conjunta de medidas de bioseguridad basadas en aislamiento, limpieza y desinfección, vigilancia sanitaria activa y vacunación son esenciales para su contención.
Fuentes: propias y https://poultryscience.org/ http://www.migal.org.il/ https://theconversation.com/es