Europa y el bienestar animal: Liderazgo, retos y oportunidades

Con más de dos décadas viviendo en la Unión Europea, he sido testigo directo de los profundos cambios y avances que esta región ha experimentado en numerosas áreas, incluyendo el bienestar animal.  Europa no solo ha adoptado un enfoque pionero en materia de protección animal, sino que también ha logrado integrar valores éticos en su marco legal y en sus prácticas agrícolas y ganaderas. Esta evolución no ha sido lineal ni exenta de desafíos, pero es innegable que la combinación de ciencia, regulación y la responsabilidad de los consumidores nos ha llevado hacia un modelo más consciente y sostenible.

Desde esta perspectiva, quiero explorar cómo Europa ha liderado en este ámbito, destacando sus logros, los retos que persisten y el papel que la tecnología y la biotecnología pueden desempeñar en el futuro. Cuando hablamos de bienestar animal en Europa, a menudo nos encontramos con una percepción polarizada. Por un lado, hay quienes afirman que los animales en la ganadería sufren de forma inhumana y constante; por otro, quienes consideran que todo está perfecto tal y como está. La realidad, como suele ser habitual, está en un punto intermedio, y es ahí donde la ciencia tiene mucho que aportar.

              

Contamos con una de las legislaciones más estrictas del mundo, y no lo digo por patriotismo, sino porque así lo confirman los datos. Por ejemplo, el Reglamento (CE) 1099/2009 regula cómo deben sacrificarse los animales, estableciendo medidas claras para reducir el sufrimiento. También hay avances importantes como la prohibición de las jaulas en batería para gallinas ponedoras o la regulación de las condiciones de transporte. Si comparamos estas prácticas con otras regiones del mundo, queda claro que vamos por el buen camino.

A pesar de los progresos, siempre hay margen de mejora. Es cierto que algunos sectores agrícolas y ganaderos han adoptado estándares más altos, pero también es verdad que existen casos de incumplimiento o prácticas que podrían optimizarse. Aquí es donde la ciencia y la tecnología pueden marcar la diferencia. Veo con optimismo el papel que puede desempeñar la biotecnología en este campo. Gracias a los avances científicos, podemos mejorar aspectos como la alimentación, la salud y las condiciones de los animales en las granjas. Por ejemplo, trabajar con razas que sean más resistentes a enfermedades o desarrollar sistemas de monitorización para garantizar que el bienestar animal se cumpla en tiempo real son solo algunas de las herramientas que ya tenemos a nuestro alcance.

Me preocupa el alarmismo que a veces promueven algunos grupos animalistas, que presentan una imagen distorsionada o extrema de la situación. Si queremos avanzar de verdad, necesitamos un debate basado en evidencias y soluciones, no en ideología o exageraciones. Finalmente, nosotros, como consumidores, también tenemos un papel que jugar. Elegir productos que certifiquen el bienestar animal no solo mejora las condiciones de vida de estos seres, sino que también premia a los productores que hacen las cosas bien. En Europa, estamos en el buen camino, pero el progreso no es automático. Solo con ciencia, regulación y responsabilidad seguiremos avanzando hacia un futuro más ético y sostenible.