Introducción
La revisión histórica de los 50 años de la harina de soya publicada en Feedstuffs en 1970 por el Dr. J.W. Hayward destacó muchos de los logros alcanzados en nutrición animal, el desarrollo de productos y los aspectos promocionales de la harina de soya estadounidense. De hecho, 1920 marcó no sólo el comienzo de la producción industrial de aceite de soya y harina de soya en los Estados Unidos, sino también el año en que se fundó la Asociación Americana de Soya (Hymowitz, 1990). La utilización de la harina de soya cuando se publicó esta revisión de los primeros 50 años estaba aumentando gradualmente en todo el mundo, pero todavía estaba en su infancia en muchos aspectos.
En las décadas de 1920 y 1930, la harina de soya era desconocida para muchas empresas y nutricionistas y no se utilizaba extensamente en alimentación animal. De hecho, seis estados de la Unión estadounidense no utilizaban la harina de soya en las fórmulas de alimentos para aves. Hayward señaló en su revisión cómo el uso de la harina de soya en las dietas para pollo de engorde había aumentado de poco o nada en 1930 a 2.5 millones de toneladas en 1970. Para promover su uso en nutrición animal, Hayward y un comité especial decidieron en 1938 visitar a los nutricionistas del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos en Beltsville, Maryland, y varias universidades y difundir la información sobre la harina de soya. Desde entonces, no ha habido ningún otro ingrediente para piensos que haya sido más estudiado que la harina de soya. Miles de artículos científicos son responsables del aumento de nuestro conocimiento sobre este valioso ingrediente y su difusión en todo el mundo.
Durante los primeros 50 años se generó una cantidad importante de información sobre la harina de soya a partir de las investigaciones realizadas en la industria y en las universidades en varios lugares del mundo, especialmente en los Estados Unidos. Cuando Hayward publicó su reseña había tres áreas que empezaron a emerger claramente como importantes para la utilización adecuada de la harina de soya en lo que se refiere a alimentación animal. Hoy en día, estas tres áreas de investigación predominan todavía en los programas de investigación mundial de la harina de soya. Estas tres áreas son (1) la digestibilidad de los aminoácidos (2) los niveles de factores antinutricionales y (3) los contenidos de energía metabolizable y neta. Desde una perspectiva mundial, estas tres áreas de interés son precisamente las que hacen que la harina de soya sea tan atractiva. En comparación con otras fuentes proteicas, la harina de soya ha demostrado consistentemente que contiene menos variabilidad de nutrientes, niveles manejables de factores antinutricionales, y una mayor digestibilidad de aminoácidos y energía metabolizable. Aunque hoy es de común conocimiento que estas tres áreas deben ser consideradas para determinar el éxito de la harina de soya en la alimentación animal, el artículo de Hayward sólo menciona la energía debido al trabajo realizado en la Universidad de Cornell con la energía metabolizable para aves a principios de la década de 1960, que incluyó la harina de soya y otros productos de la soya.
El objetivo de esta revisión es seguir los pasos de Hayward y resumir brevemente los principales aspectos nutricionales de los últimos 50 años de la harina de soya como ingrediente en la alimentación animal y las consecuencias de su utilización. Ciertamente, esta es una revisión limitada pero esperamos alentar a otros colegas, particularmente en las áreas de procesamiento, ingeniería y mercadeo, a que nos cuenten su historia.
La producción de soya y harina de soya en el mundo
Aunque ya para 1766 se había introducido la soya en Estados Unidos (Hymowitz, 1990), fue a principios del siglo XX cuando su producción − y la de su principal co-producto, la harina de soya − aumentó de manera constante (Fig. 1). La Tabla 1 presenta niveles recientes de producción de soya. Estos valores, comparados con una producción mundial de aproximadamente
1.1 x 109 toneladas métricas de alimentos completos (Alltech, 2019), ponen de relieve el papel fundamental de la harina de soya en la producción moderna de alimentos balanceados.
El aumento constante de la producción y de la utilización de la harina de soya refleja, por un lado, el aumento paralelo de la producción de proteína animal (sobre todo de aves y cerdos) y, por otro, el valor nutritivo superior (relación precio/calidad) de la harina de soya con relación a otras fuentes proteicas.
Digestibilidad de los aminoácidos: aves
El comienzo de un enfoque sistemático cuantitativo de la nutrición animal es el trabajo histórico de Henneberg y Stohman en 1860, en el que dieron a luz al análisis proximal. El siguiente paso lógico fue la medición de la digestibilidad de los componentes del análisis proximal del alimento que comenzó alrededor del año 1900 cuando Wilbur Atwater, trabajando en la Estación Experimental de Connecticut, publicó ecuaciones y procedimientos para determinar la energía digestible y metabolizable en los ingredientes del alimento (citado por Carpenter, 1994). Como dijo Ewing (1963), los análisis de los piensos son de gran importancia, pero aún así conocer la digestibilidad del alimento por parte del animal es de mayor importancia para efectos prácticos.
Figura 1. Producción de soya en el mundo y en Estados Unidos desde 1950
Tabla 1. Producción de frijol soya y harina de soya, millones de toneladas métricas
https://www.usda.gov/oce/commodity/wasde/
World Agircultural Supply and Demand Estimates; USDA, 2019
De hecho, en 1938 Crampton y Maynard ya habían desarrollado su método para la digestibilidad de la celulosa y también habían descubierto que los conceptos de Weende sobre la fibra cruda y el extracto libre de nitrógeno no funcionaban muy bien para los rumiantes. Sin embargo, en 1970, cuando Hayward publicó su artículo sobre la harina de soya, no mencionó los logros en digestibilidad en su sección sobre los 12 "aspectos nutricionales destacados". Al menos una de las posibles razones de ésto es porque la generación de coeficientes de digestibilidad en los experimentos con diferentes especies de animales es un proceso largo y costoso. Sólo en los últimos 50 años se ha producido una cantidad considerable de datos de digestibilidad, específicamente para la harina de soya.
Sibbald propuso primero su bio-ensayo de energía metabolizable verdadera para ingredientes utilizados en alimentos para aves en 1976, y más tarde (1979) el mismo autor propuso la ampliación del concepto para determinar lo que hoy la mayoría de la gente en la industria llama aminoácidos digestibles. Parsons y colaboradores (1981) estandarizaron aún más el procedimiento trabajando con harina de soya descascarillada. El procedimiento estandarizado actual, también conocido como el bio-ensayo de alimentación de gallos con precisión (Corray et al., 2018), se realiza con gallos convencionales para la determinación de energía metabolizable verdadera corregida para nitrógeno (TMEn por sus siglas en inglés), y con gallos sin ciegos para la digestibilidad estandarizada de los aminoácidos. Trabajos similares fueron realizados en otros laboratorios, como el de Nutrición Animal de Rhône-Poulenc (1993) en Francia. Dado que los fundamentos de la metodología de Sibbald son la brevedad del ensayo, la linealidad de la entrada/salida y la aditividad de los valores con la ventaja de ser menos costosa, esta metodología es parcialmente responsable de los literalmente cientos de coeficientes de digestibilidad de los aminoácidos publicados y disponibles hoy para la harina de soya y para la mayoría de las materias primas utilizadas en nutrición de aves.
En los últimos 50-60 años la harina de soya se ha convertido en el ingrediente de referencia para la evaluación de los piensos, en particular de los ingredientes proteicos. Sin embargo, para maximizar el valor nutritivo, la harina de soya -más que cualquier otro ingrediente- se basa en un proceso térmico preciso, evitando el subprocesamiento y el sobreprocesamiento. El sobreprocesamiento da como resultado una disminución de la digestibilidad de la lisina, la arginina y la cisteína (Parsons, 2000). La determinación de la digestibilidad de los aminoácidos en muestras representativas de lotes de harina de soya sobreprocesados industrialmente es clave para el entendimiento y formulación de la harina de soya dentro del concepto de nutrición precisa (Sifri, 1997). Parsons y colaboradores (1992), trabajando con un modelo de laboratorio de sobreprocesamiento (tratamiento térmico en autoclave), demostraron el efecto negativo que el exceso de este tratamiento tenía en las concentraciones de lisina analizada, lo que indica que durante el sobreprocesamiento se forman cantidades sustanciales de productos avanzados de la reacción de Maillard a expensas de los aminoácidos intactos. Presumiblemente, un daño similar ocurre durante el sobreprocesamiento industrial de la harina de soya en el proceso de extracción por solvente a juzgar por los resultados de rendimiento reportados por Lee y colaboradores (1991) con pavos alimentados con harina de soya sobreprocesada en una planta comercial de procesamiento de oleaginosas en Carolina del Norte.
Directamente asociado con el sobreprocesamiento de la harina de soya fue el trabajo de Araba y Dale (1990) que demostró que una técnica in vitro, la de la solubilidad de la proteína en KOH estaba correlacionada con el rendimiento in vivo de las aves, lo que le permite a los nutricionistas y formuladores de la industria anticiparse a la variabilidad de la calidad de la harina de soya comercial. Estas observaciones, que fueron corroboradas por laboratorios independientes (Parsons et al., 1991; Lee et al., 1991) cerraron así el ciclo de evaluación cuantitativa de la calidad de la harina de soya: por un lado, los inhibidores de tripsina, como se discutirá más adelante en este documento, se correlacionan con un procesamiento insuficiente; por el otro, la solubilidad de la proteína en KOH se correlaciona con un procesamiento excesivo. Ciertamente, la industria ha recorrido un largo camino, en particular la industria estadounidense de procesamiento de la soya en cuanto a la calidad de la proteína se refiere. Según Hayward (1975), en el informe de 1950 del Consejo de Investigación de la Soya sobre una encuesta en la que se evaluaron un total de 53 muestras (28 de harinas de soya generadas por el proceso expeler y 25 de harinas de soya generadas por el proceso de extracción por solvente) provenientes de 40 procesadores participantes, el 87% de las harinas expeler y el 28% de las extraídas por solvente estaban sobreprocesadas. En contraste, Sotak-Peper y colaboradores (2015) demostraron que de 22 muestras de harina de soya recogidas de procesadores estadounidenses, ninguna estaba subprocesada y ninguna estaba sobreprocesada.
Factores antinutricionales termolábiles
Aunque Osborne y Mendel (1917) descubrieron que el tratamiento térmico era necesario para mejorar el valor nutritivo de la soya para su utilización como alimento, la razón exacta de esa necesidad no era evidente. De hecho, no fue hasta 1945 que Kunitz cristalizó por primera vez un inhibidor de tripsina de la soya (inhibidor de tripsina Kunitz). Un segundo inhibidor de la proteasa también presente en la soya fue cristalizado parcialmente por Bowman en 1944, y mejor definido en 1961 por Birk, por lo que el inhibidor Bowman-Birk se estableció sólidamente en 1961. Cada uno de estos inhibidores de proteasas presenta una serie de variantes electroforéticas (Hwang et al., 1977; Kim et al., 1985). Por lo tanto, hoy el término "inhibidores de tripsina" en la soya incluye diferentes variantes de los inhibidores de Kunitz y Bowman-Birk con actividad antitripsina y antiquimotripsina.
Ahora, debido a que el mecanismo de la inhibición no se entendía claramente en la década de 1950, se seguía debatiendo el papel real de los inhibidores en el retardo del crecimiento de aves y cerdos. Por ejemplo, Borchers (1958) coincidió con Liener (1958) en que había pruebas fehacientes de que el efecto retardador del crecimiento del frijol soya crudo en ratas y ratones no se debía a la actividad antitríptica. Más bien, pensaban que era una menor digestibilidad de los aminoácidos, en particular de la metionina en la soya cruda, debido a una interferencia específica con la liberación enzimática de metionina. Pero Almquist y Merritt (1953) tenían una interpretación diferente de los datos experimentales y llegaron a la conclusión de que los inhibidores de la tripsina eran, en efecto, responsables no sólo de una deficiencia de metionina causada por la inclusión de un 20% de harina de soya cruda en dietas para pollitos, sino también de la acentuada deficiencia de triptófano en el caso de una dieta para pollitos marginales en este aminoácido. Estos autores reportaron observaciones similares para lisina, arginina e isoleucina.
Actualmente se acepta que la secreción pancreática está controlada por un mecanismo de retroalimentación negativo por el cual la actividad secretora del páncreas está regulada por el nivel de tripsina en el intestino delgado (Green y Lyman, 1972). En consecuencia, al reducirse el nivel de tripsina en el duodeno debido a la formación delcomplejo inhibidor de tripsina-tripsina, el páncreas es estimulado a producir más enzima para compensar la pérdida. Este complejo inhibidor de tripsina-tripsina es la razón de la depresión del crecimiento inducida por el inhibidor de la tripsina porque la tripsina no puede hidrolizar eficazmente la proteína del alimento, lo que da lugar a una pérdida exógena de nitrógeno, y también a una pérdida endógena de aminoácidos porque la tripsina se pierde en la excreta (Schulze, 1994; Grala et al., 1998; Liener, 2000). En pollos, ratones y ratas, la ingesta excesiva de inhibidores de tripsina hace que el páncreas produzca más tripsina, lo que a su vez provoca hipertrofia pancreática (Chernick et al., 1948; Miles y Featherston, 1976; Yanatori y Fujita, 1976). Sin embargo, esto no siempre es así, en el caso de los cerdos no hay hipertrofia del páncreas (Schulze, 1994), a pesar de que altas concentraciones de inhibidores de tripsina dan lugar a una digestibilidad de aminoácidos drásticamente reducida en los cerdos (Yen et al., 1974; Schulze, 1994; Goebel y Stein, 2011a).
Las lectinas (anteriormente llamadas hemaglutininas) son los segundos factores antinutricionales termolábiles más abundantes en la soya (Liener, 2000). La lectina de la soya fue reportada por primera vez por Liener en 1953. El descubrimiento de variedades de soya libres de lectina (Pull et al., 1978) junto con un descubrimiento similar de una variante libre del inhibidor de tripsina Kunitz (Bernard y Hymowitz, 1986), proporcionó una oportunidad única para comparar la contribución relativa de estos dos factores antinutricionales frente a la soya cruda convencional (Douglas et al., 1999). Pollitos alimentados con una dieta que contenía soya cruda sin Kunitz crecieron mejor que los alimentados con una dieta que contenía soya cruda sin lectinas cuando ambos se compararon contra soya cruda convencional. Estos resultados indican que el inhibidor de la tripsina Kunitz es un factor antinutricional más importante que las lectinas (Liener, 2000). Si también se tiene en cuenta el siempre presente inhibidor Bowman-Birk, entonces es evidente que los inhibidores de tripsina son los factores antinutricionales termolábiles más importantes de la soya.
Desde la década de 1990 la industria avícola (en particular fuera de los Estados Unidos) se ha enfrentado a un síndrome denominado "síndrome del tránsito rápido del alimento" que se correlaciona con el contenido residual de inhibidores de tripsina en lotes específicos de soya comercial (Ruiz y Belalcázar, 2005). El paso rápido del alimento ("tránsito rápido" en español y portugués) se define como la condición en la que las excretas de pollo de engorde pierden su forma y consistencia normales, no presentan la característica cubierta blanca de ácido úrico, contienen alimento sin digerir que es visible a simple vista, suelen tener un color amarillo-naranja, son frecuentemente acuosas y pueden contener tejido o mucosa intestinal rojiza. Un lote de pollo de engorde afectado por un brote de tránsito rápido tiene generalmente el plumaje sucio y presenta desuniformidad del peso corporal y de la pigmentación. Como consecuencia de ello, la cama se humedece y se vuelve resbaladiza, a menudo se desarrollan lesiones en los cojinetes de las patas, la conversión alimentaria se ve afectada negativamente, el peso corporal es inferior al estándar deseado y pueden generarse considerables pérdidas económicas (Ruiz y Belalcázar, 2005; Ruiz 2012a).
Esto abre una nueva discusión sobre el rol de los factores antinutricionales residuales en la harina de soya, en particular los inhibidores de la tripsina. Porque la pregunta importante es cuál es el máximo de factores antinutricionales residuales termolábiles en la harina de soya comercial (y otros productos de la soya como la soya integral) que toleran los animales. Históricamente, la cuestión de una harina de soya procesada "adecuadamente" se había resuelto a finales de la década de 1940 con la medición de un analito indirecto, la actividad de la ureasa (Caskey y Knapp, 1944; Bird et al., 1947) en el intervalo entre 0.05-0.20 unidades de pH o delta de pH. Un valor de ureasa superior a 0.20 indicaba que la harina de soya estaba subprocesada (tratamiento térmico insuficiente) aunque Hayward (1975) llegó a sugerir que ese valor era 0.30 unidades de pH. En cambio, un valor del delta de pH inferior a 0.05 indicaba que la harina de soya probablemente estaba demasiado cocida. A pesar de que existe una alta correlación entre los inhibidores de tripsina y la actividad de la ureasa en harina de soya extraída por solvente (Mustakas et al., 1981; Ruiz, 2012b), la medición frecuente de los inhibidores de tripsina residuales en la industria no ocurre. En otras palabras, la actividad de la ureasa se convirtió en "la prueba", en un absoluto, cuando en realidad sólo era una medición indirecta de los factores antinutricionales termolábiles, más específicamente de los inhibidores de tripsina. Debido a que pueden ocurrir brotes de tránsito rápido en pollo de engorde en diferentes geografías con alimentos que contienen 25-30% de harina de soya cuya actividad de ureasa está dentro de lo que se consideraba el intervalo "adecuado", se hizo imperativo reinterpretar el intervalo y conectarlo con las mediciones reales de los inhibidores de tripsina en harina de soya. Ruiz (2012b) ha sugerido un nuevo intervalo de adecuación para la actividad de ureasa de 0.000 - 0.050 delta de pH que se correlaciona con aproximadamente 1.65 - 2.35 mg de inhibidores de tripsina por gramo (aproximadamente equivalente a 3.0-4.0 TIU/mg) de harina de soya.
La harina de soya extraída por alcohol y las implicaciones nutricionales de los oligosacáridos en aves
La harina de soya, al igual que cualquier otro ingrediente natural para piensos, sirve sólo como un "vehículo" responsable de transportar nutrientes y energía a la dieta de un animal. Dado que la energía y la proteína son los dos componentes más costosos de la dieta de un animal, respectivamente, es fácil entender por qué las tres áreas de investigación anteriormente mencionadas con la harina de soya han sido investigadas intensamente a lo largo de los años y siguen siendo el centro de atención de los investigadores. Se sabe que la composición química de la soya, especialmente la composición de los carbohidratos, los factores antinutricionales y los aminoácidos y proteínas están influenciados por varios factores, como es el origen geográfico, el genotipo, el proceso de la soya y las condiciones ambientales y agronómicas en las que se cultiva (Parsons et al, 2000; Grieshop y Fahey, 2001; Grieshop et al., 2003; Karr-Lilienthal et al, 2005; Goldflus et al., 2006; Thakur y Hurburgh, 2007; Frikha et al., 2012). En las publicaciones de Liener y Kakade (1969), Liener (1981, 1994), Balloun (1980), Wright (1981), Hsiao et al. (2006), Choct et al. (2010), y Dourado et al. (2011) hay excelentes discusiones sobre los factores antinutricionales y tóxicos presentes en los productos de soya.
Las revisiones exhaustivas de Karr-Lilienthal et al. (2005), Choct et al. (2010) y Choct (2015) proporcionan un análisis detallado de la composición y las estructuras químicas de los carbohidratos antinutricionales. A pesar de los avances en nutrición desde la publicación de la revisión de los primeros 50 años sobre la utilización de la harina de soya (Hayward, 1970), la composición de los carbohidratos sigue siendo el componente menos comprendido de la harina de soya (Choct et al., 2010) y es necesario seguir investigando en esta esfera. Como Choct y colaboradores (2010) mencionan, después de la extracción por solvente de la soya, la harina contiene aproximadamente un 48% de proteína cruda, 35-40% de carbohidratos, 10-12% de agua, 5-6% de minerales y 1-1.5% de lípidos. De los 35-40% de carbohidratos presentes, la mayoría consiste en polisacáridos no amiláceos (NSP por sus siglas en inglés) y azúcares libres como los mono-, di- y oligosacáridos y almidón presente en menos del 1% (Choct, 1997; Cervantes-Pahm y Stein, 2010).
Los carbohidratos no almidonados solubles y los oligosacáridos (principalmente rafinosa y estaquiosa) han sido estudiados ampliamente porque contribuyen al total de la energía bruta de la harina de soya pero no pueden ser utilizados directamente como fuente de calorías por animales monogástricos. Debido a que no existe una enzima endógena (alfa galactosidasa) que pueda hidrolizar los enlaces glucosídicos entre los monosacáridos de los oligosacáridos y los carbohidratos no amiláceos, éstos permanecen en el bolo alimenticio y entran al intestino grueso (en cerdos) donde pueden eventualmente ser fermentados por la microflora. Como señalan Barzegar y colaboradores (2019), una de las principales razones por las que la harina de soya tiene un contenido de energía metabolizable más bajo (en aves) que el maíz y el trigo es la presencia de carbohidratos no amiláceos y oligosacáridos mal digeridos. El valor de la energía metabolizable de la harina de soya aparece en las tablas NRC como más alto para cerdos (NRC, 1979, 1998, 2012) que para aves (NRC, 1984, 1994; McGinnis, 1983; Perryman y Dozier, 2012).
Coon y colaboradores (1988, 1990) tienen una explicación de por qué la energía metabolizable de la harina de soya descascarillada y extraída por solvente (48.5% de proteína cruda) presenta un contenido de energía metabolizable de 1045 kcal/kg más alta en cerdos que en aves. Debido a las diferencias anatómicas en el tracto digestivo inferior, existen diferencias de especie en la fisiología de la digestión, ya que los cerdos tienen más capacidad y una mejor oportunidad de digerir debido a un mayor tiempo de tránsito de la digestión (Choct et al., 2010) que resulta en la fermentación de los carbohidratos no amiláceos y los oligosacáridos.
Los oligosacáridos de la harina de soya han sido ampliamente estudiados en lo que respecta a sus repercusiones nutricionales y se ha reportado que promueven efectos tanto positivos como negativos (Chow, 2002; Karr-Lilienthal et al., 2005; Jankowski et al., 2009; Choct et al., 2010; Faber et al., 2012). Los efectos positivos se han relacionado con la promoción y el mantenimiento de las comunidades microbianas al servir como prebióticos. Estas bacterias y sus productos de fermentación están involucrados en la promoción del desarrollo intestinal, la función intestinal e inmunológica adecuada y un tracto digestivo saludable en general. Como mencionan Choct y colaboradores (2010), no hay que olvidar que se ha reportado que los niveles elevados de oligosacáridos en la dietas de aves aumentan la retención de líquidos, la producción de hidrógeno y diarrea, lo que da lugar a una utilización deficiente de los nutrientes, excretas húmedas y problemas de patas. Además, el efecto general de los oligosacáridos está relacionado con las fuentes, el tipo y las concentraciones dietéticas.
El tratamiento térmico de la harina de soya durante su proceso sólo afecta a los factores antinutricionales termolábiles. Por lo tanto, la harina de soya contiene antígenos de soya, fitato, pequeñas cantidades de fibra insoluble, carbohidratos no amiláceos solubles y oligosacáridos (Liener, 2000; Choct et al., 2010). Esto limita el uso de la harina de soya en las dietas para aves y cerditos, tal como lo discuten en detalle Stein y colaboradores (2008) y Nahashon y Kilonzo-Nthenge (2011). La mejor utilización del fósforo fítico de la harina de soya mediante la adición de fitasa exógena a la dieta ha sido estudiada extensamente en aves, como lo reportan Denbow et al. (1995) y Ravindran et al. (1995). Dado que los oligosacáridos no pueden ser atacados enzimáticamente en aves y cerdos debido a la falta de una alfa-galactosidasa endógena, su presencia provoca un efecto de dilución y reduce la cantidad de energía metabolizable que puede ser derivada de la comida. Por lo tanto, la eliminación de los oligosacáridos daría lugar a una harina de soya con mayor contenido proteico y también un valor mayor de energía metabolizable.
Hoy, la eliminación de los oligosacáridos es una práctica común con la extracción con alcohol (etanol) gracias a la investigación inicial llevada a cabo por el Dr. Craig Coon y su equipo de investigación en la Universidad de Minnesota, que fue presentada por primera vez en un simposio sobre cultivos y productos alternativos en la Universidad de Minnesota en febrero de 1988 (Coon et al., 1988) y de nuevo en la reunión anual de la Asociación de Ciencias Avícolas en Baton Rouge, Louisiana (EE.UU.) ese mismo año. Tras la publicación de esta investigación (Coon y otros, 1990), una serie de publicaciones posteriores de estos investigadores, derivadas de investigaciones realizadas con harina de soya libre de oligosacáridos, revelaron más sobre el efecto de la extracción con alcohol sobre el rendimiento de las aves (Leske et al., 1991; Leske et al., 1993a,b; Leske et al., 1995; Leske y Coon, 1999a,b). La investigación discutida por el grupo de Minnesota en estas publicaciones proporcionó algunos de los primeros datos que indicaron (1) que la eliminación de oligosacáridos de la harina de soya mediante la extracción con alcohol disminuye la velocidad de paso del alimento permitiendo más tiempo para la digestión, lo que resulta en una mejora de la digestibilidad de la hemicelulosa y de la digestibilidad de los nutrientes, (2) que los oligosacáridos no se utilizan en el intestino delgado, sino que se utilizan ampliamente en el área posterior al íleon, (3) que la adición de oligosacáridos puros, originalmente removidos de la harina de soya convencional, a la harina de soya extraída con alcohol (es decir, adición de vuelta) dio lugar a que los valores de la energía metabolizable verdadera y de la rata de eficiencia proteica (PER por sus siglas en inglés) regresaran de nuevo a los valores originales de la harina de soya convencional, (4) que la digestibilidad de los aminoácidos de la harina de soya libre de oligosacáridos mejora en 3 puntos porcentuales con respecto a la harina de soya convencional y es una posible razón que explica el mayor valor de la rata de eficiencia proteica y (5) que un gradiente en la dosis-respuesta para efectos de la rafinosa y la estaquiosa sobre la energía metabolizable verdadera, demuestra que la estaquiosa con sus 2 moléculas de galactosa es más perjudicial que la rafinosa, que sólo contiene una, y si se espera una mejora sustancial en la utilización de nutrientes, al menos del 80 al 90% de los oligosacáridos deberán eliminarse de la harina de soya convencional.
La extracción con alcohol de la harina de soya convencional da como resultado un producto denominado concentrado proteico de soya que contiene al menos 65% de proteína cruda (base materia seca), pero que todavía contiene cantidades sustanciales de fibra insoluble. A través de un proceso ulterior, la porción de fibra insoluble puede ser removida resultando en un producto conocido como proteína aislada de soya que contiene al menos 90% de proteína cruda en base a materia seca. El concentrado y el aislado de proteína de soya han sido suministrados a cerdos y aves con buenos resultados (Cervantes-Pahm y Stein, 2008; Oliveira y Stein, 2016; Batal y Parsons, 2003), sin embargo, la proteína aislada de soya es muy costosa para ser utilizada en la producción comercial de aves y cerdos. No obstante, hay varios concentrados proteicos de soya en el mercado y muchos de ellos se incluyen en las dietas para cerditos. Otra manera de eliminar los factores de dilución de nutrientes y de energía metabolizable en la harina de soya son los tratamientos enzimáticos que utilizan una mezcla de enzimas para reducir las concentraciones de oligosacáridos y proteínas alergénicas (Stein et al., 2013). La producción de harina de soya fermentada mediante el tratamiento de harina convencional con un hongo (por ejemplo, Aspergillus oryzae) o una bacteria (por ejemplo, lactobacilos, bacilos, etc.) es también otro método eficaz para eliminar oligosacáridos y antígenos (Cervantes-Pahm y Stein, 2010; Ruiz et al., 2020). Más adelante en esta revisión se examinará con más detalle métodos de tratamiento de la harina de soya con relación a cerdos. Como señalan Waldroup y Smith (2018), los programas de mejoramiento genético han hecho progresos excepcionales en la mejora del rendimiento y la resistencia a las enfermedades en la soya y en el futuro se espera más atención a la mejora del valor nutricional de la soya. Puesto que estos autores afirman que es poco probable que la industria del procesamiento de la soya en las próximas décadas realice cambios significativos en sus procesos, los programas de mejoramiento genético centrados en la reducción de las concentraciones de oligosacáridos en soya serán la vía más deseable. Por supuesto, en el futuro, la utilización por parte de la industria de producción de proteína animal de estos productos de la soya con más energía y proteína y menos factores antinutricionales que la harina de soya convencional dependerá de su composición, disponibilidad y costo.
Cómo la investigación de los últimos 50 años ha aumentado nuestra comprensión del valor nutricional de la harina de soya alimentada a cerdos
La investigación con harina de soya alimentada a cerdos en los últimos 50 años se ha centrado principalmente en las siguientes áreas: (1) Mediciones de la digestibilidad ileal de los aminoácidos. (2) Determinación del valor energético. (3) Determinación del valor de fósforo digestible. (4) Rendimiento de cerdos alimentados con dietas basadas en harina de soya, y (5) Desarrollo de productos de soya que pueden ser alimentados a cerditos. El aprendizaje en estas áreas no sólo ha beneficiado a la industria porcina, sino que también ha ayudado a comprender la alimentación de otras especies con harina de soya.
Digestibilidad de los aminoácidos: cerdos
Los procedimientos para determinar la digestibilidad ileal de los aminoácidos en los cerdos se empezaron a desarrollar a principios de la década de 1970 (Easter y Tanksley, 1973; Furuya et al., 1974). Durante los decenios siguientes se utilizaron varios procedimientos, pero a finales de siglo, la mayoría de los laboratorios del mundo utilizaron el llamado procedimiento de la "cánula T", o modificaciones de este procedimiento, que fue descrito por primera vez por Furuya y colaboradores (1974). El procedimiento puede utilizarse en cerdos destetados, en cerdos en crecimiento y en cerdas, y se han publicado valores de digestibilidad ileal aparente de los aminoácidos para varios ingredientes incluyendo la harina de soya. Sin embargo, en la década de 1990 quedó claro que los valores de digestibilidad ileal aparente obtenidos en ingredientes individuales no siempre eran aditivos en alimentos completos y se introdujo el concepto del cálculo de la digestibilidad ileal estandarizada (SID, por sus siglas en inglés) (Stein et al., 2001; 2005). Posteriormente, se han publicado los valores de digestibilidad ileal estandarizada de aminoácidos a partir de un gran número de experimentos y se ha demostrado en general que la digestibilidad ileal estandarizada de los aminoácidos de la harina de soya es más alta que en la mayoría de otras fuentes proteicas vegetales (Gonzalez-Vega y Stein, 2012; Berrocoso et al., 2015; Liu et al., 2016). También se demostró que la digestibilidad ileal estandarizada de los aminoácidos de la harina de soya estadounidense es mayor que en las harinas de soya producidas en otros países (Lagos y Stein, 2017). Sin embargo, la digestibilidad ileal estandarizada de los aminoácidos de harinas de soya producidas en diferentes zonas de los Estados Unidos no difiere (Sotak-Peper et al., 2017), lo que puede deberse a que la industria estadounidense procesadora de soya realiza un buen trabajo para evitar el procesamiento insuficiente y el procesamiento excesivo de las harinas.
En resumen, los principales logros de los últimos 50 años en lo que respecta al entendimiento del valor de los aminoácidos de la harina de soya fueron la estandarización de un procedimiento para determinar la digestibilidad ileal de cada aminoácido, la comprensión del concepto de la utilización de la digestibilidad ileal estandarizada de los aminoácidos en la formulación de dietas y la constatación de que la digestibilidad ileal estandarizada de los aminoácidos en harina de soya es mayor que en la mayoría de las demás fuentes proteicas vegetales. En conjunto, estos avances han hecho que la digestibilidad ileal estandarizada de los aminoácidos sea el estándar de oro en lo que respecta al suministro de aminoácidos en las dietas utilizadas por la industria mundial de piensos.
Valor energético de la harina de soya
El valor energético de la harina de soya puede expresarse como la concentración de energía digestible (DE, por sus siglas en inglés), energía metabolizable (ME), o energía neta (NE). Los valores de las energías digestible y metabolizable se determinan según lo descrito por Atwater hace más de 100 años (citado por Carpenter, 1994). Esto significa que los valores de energía digestible se determinan restando la energía fecal de la energía bruta, y los valores de energía metabolizable se determinan restando la energía tanto de las heces como de la orina de la energía bruta. En los últimos años se han publicado los valores de energía digestible y energía metabolizable en harinas de soya procesadas en distintos países (Li et al., 2015; Sotak-Peper et al., 2015; Oliveira y Stein, 2016). Si bien durante muchos años se pensó que la energía digestible y la metabolizable de la harina de soya eran menores que las correspondientes en maíz, ahora está bien establecido que los valores de estas energías en harina de soya descascarillada no son diferentes a las del maíz (Sotak-Peper et al., 2015).
Sin embargo, se sabe desde hace más de un siglo que el incremento de calor asociado a la digestión y la fermentación del alimento difiere entre los distintos ingredientes y, por lo tanto, se utilizan los valores de energía neta en formulación. En los décadas de 1970 y 1980 se desarrollaron en varios países europeos sistemas basados en energía neta de los ingredientes utilizados en alimentos para cerdos. Un trabajo clásico para la determinación de energía neta en cerdos fue publicado en 1994 (Noblet et al., 1994). La mayoría de los valores de energía neta que utiliza la industria se han calculado sobre la base de las ecuaciones de predicción publicadas en ese documento.
Estas ecuaciones le asignan un gran valor negativo a la proteína cruda de los ingredientes porque asumen que la proteína cruda proporciona un valor energético limitado al animal. Por lo tanto, la energía neta de la harina de soya calculada por este sistema es sólo el 78% de la energía neta del maíz.
Sin embargo, investigaciones recientes han cuestionado este enfoque y datos más recientes indican que la energía neta de la harina de soya puede estar cerca de la del maíz (Cemin et al., 2019; Muñoz, 2019). Dado que la energía es el componente más importante de la dieta desde el punto de vista económico, este tema es muy importante y se requerirá más investigación en esta área para determinar el valor exacto de la energía neta en la harina de soya.
Determinación del valor de fósforo digestible de laharina de soya
En los años ochenta se reconoció la importancia de determinar la digestibilidad del P en ingredientes y se desarrollaron sistemas para determinar la digestibilidad aparente del P en el total del tracto (Jongbloed, 1987; Kemme et al., 1997). No obstante, más tarde se entendió que para obtener valores de digestibilidad que sean aditivos en alimentos completos se requiere una corrección de las pérdidas endógenas de P por lo cual se introdujo un sistema basado en la digestibilidad estandarizada del P en el total del tracto (STTD por sus siglas en inglés) (Almeida y Stein, 2010). Este sistema se recomienda y se utiliza ahora en América del Norte (NRC, 2012), en Brasil (Rostagno et al., 2011) y en varios países de Asia. En la última década se han publicado los valores de la digestibilidad estandarizada del P en el total del tracto de la mayoría de los ingredientes utilizados en las dietas para cerdos. La mayor parte del P en la harina de soya está ligado al fitato, como sucede con la mayoría de los demás ingredientes de origen vegetal, y sólo alrededor de un tercio del P en la harina de soya no está ligado al fitato (Rojas y Stein, 2012; Sotak-Peper et al., 2016). Se pensaba que debido a que los cerdos no secretan fitasa endógena, el P unido al fitato no podía ser digerido. Sin embargo, ahora se reconoce que los cerdos sí digieren una pequeña parte del P ligado a fitato y se han reportado valores de digestibilidad estandarizada del P en el total del tracto para harina soya entre el 40 y el 60% (Rodríguez et al., 2013; Sotak-Peper et al., 2016; She et al., 2017). Ahora, debido a que hay P ligado al fitato esta digestibilidad puede incrementarse si se adiciona fitasa microbiana a las dietas, y entonces los valores de digestibilidad del P se pueden encontrar entre el 70 y el 80% (Sotak-Peper et al., 2016).
Rendimiento de cerdos alimentados con dietas basadas en harina de soya
Las dietas balanceadas en todos los aminoácidos esenciales se formulan fácilmente a base de cereales y harina de soya. Pero también se pueden utilizar fuentes alternativas de proteínas como la harina de canola, granos secos de destilería con solubles, los guisantes (arvejas) de campo o el salvado de arroz para suministrar los aminoácidos necesarios en la dieta. Se han realizado un gran número de experimentos particularmente en las dos últimas décadas para determinar el rendimiento de cerdos alimentados con dietas que contienen proteínas alternativas en lugar de harina de soya. El criterio de referencia para evaluar fuentes proteicas alternativas es frecuentemente que éstas proporcionen el mismo rendimiento que las dietas basadas en harina de soya. Así, una vez más, la harina de soya se considera claramente el patrón de oro para el suministro de aminoácidos en las dietas para cerdos. Sin embargo, aunque se ha reportado que otras fuentes proteicas pueden sustituir parcial o totalmente a la harina de soya sin afectar negativamente al rendimiento de los cerdos en fase de crecimiento y finalización (Stein et al., 2006; Widmer et al., 2008; Little et al., 2015; Parr et al., 2015; Overholt et al., 2016; Casas et al., 2018), no hay otras fuentes proteicas que hayan demostrado ser mejores que la harina de soya. Estas observaciones están relacionadas con el excelente balance de aminoácidos y su alta digestibilidad en la harina de soya, pero el éxito de la harina de soya como fuente de aminoácidos en las dietas para cerdos es probablemente también el resultado del bajo contenido de fibra y de la baja variabilidad entre lotes en general.
Desarrollo de productos de la soya que pueden ser suministrados a cerditos
Se ha reconocido desde hace mucho tiempo que los cerditos generalmente no toleran grandes cantidades de harina de soya en sus dietas, lo que puede ser el resultado de los oligosacáridos presentes en la harina de soya, así como de otros factores antinutricionales. Sin embargo, durante las últimas tres o cuatro décadas, se han desarrollado una serie de productos especializados de la soya que tienen en común concentraciones muy bajas de oligosacáridos. Como ya se mencionó arriba en esta revisión, los oligosacáridos pueden eliminarse mediante la extracción con alcohol, que también elimina otros carbohidratos solubles y da lugar a la producción del concentrado proteico de soya (Lusas y Rhee, 1995; Endres, 2001). En Estados Unidos, un producto sólo puede venderse como concentrado proteico de soya si contiene 65% de proteína bruta en base seca. Hay varios concentrados proteicos de soya en el mercado y en general la digestibilidad estandarizada de los aminoácidos, la energía digestible y la metabolizable como también la digestibilidad estandarizada del P en el total del tracto son similares o mejores a los de la harina de soya (Cervantes-Pahm y Stein, 2008; Navarro et al., 2017; Oliveira y Stein, 2016; Casas et al., 2017). Una forma diferente de eliminar los oligosacáridos de la harina de soya es fermentarla o tratarla enzimáticamente una vez se ha producido. Estas tecnologías se utilizan ampliamente y en la actualidad se comercializan varios productos en todo el mundo. Los productos de soya tratados con enzimas o fermentados no contienen oligosacáridos, tampoco contienen sacarosa, y a veces también se reduce la concentración de inhibidores de tripsina. La digestibilidad de los aminoácidos y la energía en estos productos son normalmente cercanos a los de la harina de soya convencional, aunque los valores de energía metabolizable a veces se reducen ligeramente debido a la eliminación de la sacarosa (Rojas y Stein, 2013).
Ahora, debido a que gran parte del P ligado al fitato se libera durante la fermentación o el tratamiento enzimático, la digestibilidad del P es mayor en la harina de soya fermentada o tratada con enzimas que en la harina de soya convencional (Goebel y Stein, 2011b; Rojas y Stein, 2013).
El objetivo principal del desarrollo del concentrado proteico de soya o de harina de soya fermentada o tratada con enzimas es utilizar estos productos como sustitutos de las proteínas animales, que típicamente se utilizan en dietas para cerditos. De hecho, en varios experimentos se ha demostrado que estos productos de soya de valor agregado pueden sustituir a las proteínas animales en las dietas de los cerdos destetados sin afectar negativamente el rendimiento (Kim et al., 2010; Jones et al., 2010; Rojas y Stein, 2015; Casas et al., 2017). Por lo tanto, es probable que en el futuro se realicen más trabajos en este campo.
El papel de la harina de soya en la nutrición de rumiantes
El nivel de inclusión de la harina de soya en las dietas de rumiantes es menor que en las dietas de monogástricos. Del consumo total de harina de soya en los Estados Unidos, aproximadamente el 9.0% se utiliza en dietas para vacas y en proporciones mucho menores en alimentos para ganado de carne (0.8%) y pequeños rumiantes (0.1%) (DIS, 2018). A los niveles de producción de soya de 2018/2019 y el número de vacas lecheras existentes (USDA, 2019), esto indica un consumo promedio de unos 650 kg de harina de soya/vaca/año o aproximadamente el 8.0 % de la ración para vacas en los EE.UU.
En los países que no son productores de soya, el nivel de inclusión de la harina de soya es menor debido a un mayor consumo de otras fuentes de proteína como el girasol, la colza (canola) entre otras. No obstante, en muchas situaciones prácticas y de investigación, la harina de soya - utilizada como ingrediente o suplemento - es considerada "la referencia" para los ingredientes proteicos. Esta posición la alcanzó la harina de soya gradualmente durante la primera parte del siglo XX (como lo señala Hayward) y se ha confirmado sólidamente en los últimos 50 años. La palatabilidad, el contenido energético, el perfil de aminoácidos y las características de su degradación en el rumen convierten a la harina de soya en una excelente fuente de proteína para los rumiantes, competitiva y ampliamente disponible.
La harina de soya, originalmente denominada "torta" de soya, se utilizó para el engorde de ganado en China mucho antes del siglo XX (Shurtleff y Aoyagi, 2016). Las primeras referencias bibliográficas a la harina de soya como fuente de proteína en la dieta de rumiantes en Occidente se remontan a principios del siglo XX con una serie de reportes de Lindsey (1904) y Lindsey et al. (1909) de la Estación Experimental Agrícola de Massachusetts. En los primeros estudios Lindsey (1904) evaluó la harina de soya (originalmente definida como "semillas de soya molidas") en ensayos de digestibilidad con ovejas. A esto le siguieron varios otros estudios que terminaron con uno en el que se evaluaba el efecto de la "torta de soya" y el aceite de soya en la calidad de la leche. El interés en Europa fue paralelo a estas novedades y poco después del trabajo de Lindsey con vacas lecheras, Hansson (1910), refiriéndose a un estudio sueco de 1909, reportó en una publicación alemana sobre el valor de la torta de soya o la harina de soya para las "vacas lecheras". Estas primeras evaluaciones nutricionales de la soya en dietas para rumiantes fueron seguidas por la importación y difusión de la soya en E.E.U.U. y países de Europa occidental desde la China.
Originalmente el uso de la harina de soya en las raciones de rumiantes era principalmente como suplemento a las raciones de forraje (de pastoreo o de establo) en las que la harina de soya se mezclaba generalmente con cereales. El nivel de alimentación con harina de soya se basaba originalmente en proporciones fijas entre la harina de soya y el grano (1:4), lo que proporcionaba un suplemento concentrado aproximadamente balanceado (20% de proteína cruda) a las dietas de forraje. El consiguiente reconocimiento de los beneficios de las dietas más balanceadas - y por lo tanto formuladas - llevó a una investigación adicional de la composición nutricional de la harina de soya para vacas lecheras y ganado de carne. El interés y la investigación subsiguientes fueron en aumento después de las primeras evaluaciones "rudimentarias". En la Revista de Ciencias Lácteas (Journal of Dairy Science, JDS) se observó un aumento constante de publicaciones sobre la evaluación de la "harina de soya" como objetivo principal. Desde 1910 - los primeros números del JDS - se han publicado 1277 artículos con "harina de soya" en el título, en el resumen o entre la lista de palabras clave. El primer artículo sobre la harina de soya en el JDS apareció en 1922 con el título: "Harina de coco, forraje de gluten, harina de maní y harina de soya como suplemento proteico para vacas lecheras" (McCandlish y Weaver, 1922) y sugería que la harina de soya tenía un valor aproximadamente similar a los otros tres ingredientes proteicos. Publicaciones de investigaciones posteriores cambiaron esa opinión y determinaron el uso relativamente ventajoso de la harina de soya para rumiantes.
En la Revista de Ciencias Animales (Journal of Animal Science, JAS) se han publicado un total de 329 artículos de investigación sobre la harina de soya en la sección de nutrición de los rumiantes desde 1967 (cuando se publicó el primer artículo con referencia a "harina de soya"). Nueve artículos sobre la harina de soya para rumiantes fueron publicados en el JAS entre 1967 y 1970. Posteriormente, el número de artículos fue aumentando (72, 91, 96 y 40, respectivamente, en cada período subsiguiente de 10 años).
La composición de nutrientes de la "harina de aceite de soya" se incluyó en las primeras tablas de la NRC (Consejo Nacional de Investigación, por sus siglas en inglés) para vacas lecheras y ganado de carne (de 1950 en adelante) bajo el epígrafe "Composición de los concentrados". En las primeras tablas se hacía hincapié en la harina de soya extraída mecánicamente con 41, 43 y 44% de proteína cruda, con valores tabulados para la proteína cruda digestible y TDN (Nutrientes Digestibles Totales, por sus siglas en inglés) y sólo un número muy limitado de las especificaciones para otros nutrientes.
Ediciones posteriores de las tablas de la NRC para vacas lecheras y ganado de carne siguieron las tendencias generales del cambio en el proceso y producción de harina de soya extraída mecánicamente a harina de soya extraída por solvente y ampliaron la descripción de nutrientes. La composición de la harina de soya en términos de proteína cruda y TDN difería considerablemente (3 - 10%) entre ediciones, lo que reflejaba el incremento de la base de datos y su composición (así como también el cambio de miembros del comité y sus opiniones presentadas en las diferentes ediciones). Evoluciones similares a lo largo del tiempo también pueden encontrarse en otras tablas internacionales. En todas estas tablas de alimentación y directrices nutricionales para rumiantes, las referencias a los factores antinutricionales de la soya son limitadas. Esto se debe en parte a la relativa baja sensibilidad de los rumiantes en crecimiento y maduros, debido principalmente al "efecto neutralizador" del rumen sobre los factores antinutricionales. Sólo en los terneros pre-rumiantes los factores antinutricionales residuales de la soya pueden ejercer un efecto negativo (Lalles et al., 1996).
Los cambios a lo largo del tiempo en los valores de los nutrientes de la harina de soya para rumiantes en las diferentes tablas de ingredientes reflejan los progresos de una descripción más precisa de las características de los nutrientes de los ingredientes y las necesidades del animal. El sistema de los Nutrientes Digestibles Totales (TDN) fue sustituido por el más preciso sistema de energía neta y la Proteína Cruda por una descripción más detallada de la fracción proteica (hasta su fracción de nitrógeno no proteico y la composición de aminoácidos) y su destino ruminal o pos-ruminal.
Los cambios asociados al sistema que se produjeron a principios de los años 1990 llevaron a una reevaluación del potencial de la harina de soya. La mayor y más precisa densidad de nutrientes de la harina de soya, especialmente en términos de energía y aminoácidos, con relación a otros ingredientes proteicos tuvo un innegable efecto positivo en el aumento de la utilización de la harina de soya en las dietas para rumiantes. Las distintas formas de la harina de soya, en particular la harina de soya expeler versus la extraída por solvente (por ejemplo, Broderick et al., 1990) y los productos de soya protegidos en el rumen que fueron revisados o desarrollados (Santos et al., 1998) contribuyeron al aumento de la utilización de la harina de soya. Los resultados en el campo confirmaron lo que un gran número de ensayos de investigación habían demostrado, a saber, que la harina de soya expeler (u otros tratamientos para mejorar la proteína de sobrepaso del rumen) puede desempeñar un papel fundamental en la mejora del rendimiento de los animales y en la reducción de la carga de nitrógeno/excreción asociada con la harina de soya extraída por solvente o con ingredientes alternativos.
Desde las primeras descripciones de los nutrientes y los paquetes de formulación simples hasta los modelos más recientes (empíricos o mecanicistas) que estiman el suministro de aminoácidos metabolizables, la harina de soya en sus muchos tipos y especificaciones ha desempeñado un papel importante en el establecimiento de raciones para vacas lecheras y ganado de carne, especialmente cuando el objetivo son los altos niveles de rendimiento. Como tal, la harina de soya ha contribuido en gran medida a nuestra comprensión de las necesidades nutricionales de los rumiantes, ya sean vacas lecheras, ganado de carne o cabras y ovejas. La inmensa base de datos sobre la composición de la harina de soya, la degradación en el rumen, la producción de proteína microbiana o la digestibilidad y el metabolismo intermedio de los aminoácidos hace que sea un ingrediente excepcionalmente conocido y adecuado para la formulación de raciones fiables y (estimación) del suministro de nutrientes esenciales. Estas consideraciones permiten predecir mejor el rendimiento de las dietas con base en harina de soya en comparación con muchos otros ingredientes.
Resumen y conclusiones
Este artículoha resumido brevemente los principales avances en materia de nutrición durante los últimos 100 años de la harina de soya como ingrediente en alimentos para animales. También ha hecho énfasis en la discusión sobre los factores antinutricionales de la harina de soya y por qué su eliminación o inactivación es fundamental para mejorar el rendimiento animal, especialmente en aves y cerdos. Utilizando como referencia y punto de partida el trabajo de Hayward (1970), se destacaron los últimos 50 años. La harina de soya es hoy el proveedor número uno de aminoácidos digestibles en las dietas de aves y cerdos en todo el mundo, con muy pocas excepciones. Y es también, un importante proveedor de energía metabolizable y neta. Como escribió Hymowitz (1990) haciendo referencia al éxito del frijol soya como cultivo en Estados Unidos realzando que no fue un éxito instantáneo, sino más bien el resultado de un largo proceso, una sumatoria de esfuerzos y trabajo arduo, lo mismo puede decirse de la historia del éxito de la harina de soya como ingrediente en la alimentación animal.