Forjar la herradura, lograr un asiento perfecto sobre el casco y cumplir con los tres balances tradicionales del pie.
Es la base de una enseñanza que data desde hace cientos de años. Este principio, suele establecer una diferencia entre un herrador competente y otro que se encuentra en la etapa previa a ser profesional. Fue siempre el pilar que daría sostén a la innumerable cantidad de conocimientos sobre podología equina.
Para todo aprendiz, el resultado de combinar el conocimiento con la habilidad manual, es el punto culminante de la etapa previa al inicio de la profesión. Y durante su examen final, uno de los requisitos fundamentales es emparejar el casco, debiendo obtener un plano perfecto. Tanto la enseñanza como la investigación sobre podología equina, giran en torno a este viejo paradigma.
Cumplir con este principio básico, obliga a encerrarse en una visión donde se toma al pie del caballo como una unidad independiente y compacta, donde su movilidad, en diferentes planos, podría ser provista por una serie de huesos unidos por rótulas.
Más allá de ello, como un avance hacia el futuro, surge una nueva visión del pie del caballo, donde éste es visto como una unidad de complemento, donde su movilidad es provista por articulaciones, en combinación con un casco que posee un alto grado de flexibilidad longitudinal.
Cada pie pasa a ser un complemento del opuesto, tanto transversal como longitudinalmente, formando así un todo, que se mantiene en equilibrio gracias a cuatro miembros, equilibrados tanto entre sí como de forma individual.
Bajo este nuevo concepto, al recortar el casco, se tiene en cuenta la flexibilidad longitudinal del mismo, lo cual permite equilibrar al miembro como una unidad interdependiente, como complemento de tres miembros restantes, que deben equilibrar, a su vez, al caballo en conjunto. Esta técnica sistemática, otorga
equilibrio corporal absoluto al caballo, y sólo se logra equilibrando cada pie con relación a su flexibilidad longitudinal. Figura 1.
1-Concepto nuevo. El casco se toma como un triángulo. El círculo verde es el punto de flexión, ubicado en el centro de la pinza. Los círculos rojos son los talones o puntos de soporte. El círculo azul es el centro de equilibrio del pie.
La flexibilidad longitudinal del casco posee el centro de flexión en la pinza, con sus puntos de soporte en los dos talones. Este concepto, permite trasladar el peso del caballo desde los lados hacia el centro del pie, logrando equilibrar el miembro y al caballo en conjunto.
Por otro lado, cuando existe desequilibrio en un pie, la consecuencia del mismo afecta a los tres miembros restantes y, consecuentemente, al equilibrio corporal de todo el caballo.
Si no se tiene en cuenta dicha flexibilidad longitudinal, se trabaja pensando que las articulaciones distales del miembro cumplen la función de rótulas. Donde la distribución del peso del caballo sobre el pie se regula mediante un plano perpendicular a la línea de aplomo. Figura 2.
2-Concepto tradicional. El casco se toma como un rectángulo. Los puntos verdes son los hombros. Los puntos rojos son los talones o puntos de soporte. El punto azul es el centro de equilibrio del pie. No se tiene en cuenta la flexibilidad longitudinal del pie. Se recorta el casco considerando que el pie debe permanecer en sólo un plano, variando sólo su inclinación al pretender aplomar.
Sosteniendo esta parcial visión del pie, se logran puntos de sobrecarga a lo largo del miembro, además de recortar un casco sin tener en cuenta los límites naturales de corte, propios del caballo.
Con el objetivo de dirigir el ingreso hacia un nuevo paradigma, cabe formular la siguiente pregunta:
¿Qué debe hacer un herrador para trasladar el peso del caballo desde un lado del pie hacia el centro o hacia el lado opuesto?
Existe una gran cantidad de respuestas. Pero hasta el momento, no he conocido ninguna que tenga en cuenta la flexibilidad longitudinal del pie.
Saber trasladar el peso del caballo hacia el centro, permite obtener un pie siempre equilibrado, donde los puntos de sobrecarga no existen.
Al obtener equilibrio en cada uno de los cuatro miembros, se está logrando equilibrar al caballo, corporalmente. Se logra que todas las estructuras, tanto articulares, musculares, óseas y de ligamentos, no sufran puntos de sobrecarga. El caballo pasa a contar con equilibrio corporal, recuperando una movilidad absoluta.
Quienes se han permitido transgredir el principio básico de los tres balances tradicionales, han obtenido una dimensión muy diferente del equilibrio y balances del pie. Los significativos cambios obtenidos en la movilidad del caballo, son resultados que forman parte de un considerable avance, propio de la búsqueda interminable de lograr mejor rendimiento en el deporte.
Una gran cantidad de herraduras terapéuticas y ortopédicas fueron reemplazadas por este nuevo concepto, debido a que forma parte de una visión basada en la prevención, con relación al equilibrio corporal absoluto del caballo.
Actualmente, este cuarto balance no considerado, el balance F del pie, forma parte del acervo de un reducido grupo de nuevos herradores. Ellos han acogido esta nueva visión como a un concepto que marcará un antes y un después en lo referente al balance del pie, porque descubren una mayor amplitud de posibilidades durante el recorte de un casco, siempre en búsqueda del equilibrio absoluto, en beneficio del caballo y conservando su naturaleza.
Está tan arraigado, en la mente del herrador, el concepto de que el casco debe quedar, siempre, perfectamente plano, que es muy difícil aceptar otra dimensión.
Durante nuestro trabajo, las mayores dificultades no se presentan en la información que nos ofrece el pie, sino en nuestra forma de interpretarla. Vencer la parálisis paradigmática de la cual, en variadas oportunidades, somos víctimas, es la mayor dificultad que se nos presenta ante un posible cambio.
Se manifiesta dicha dificultad cuando el nuevo concepto del balance F es presentado a diferentes personas. Entre ellas se encuentran aficionados, veterinarios, herradores profesionales o, simplemente, jinetes. Quienes captan el concepto de una forma rápida, son aquellas personas que no llevan consigo la carga del conocimiento sobre podología, tanto por no tener una estructura rígida establecida por años de aprendizaje, como por no verse en la obligación de asumir un compromiso de cambio.
Los herradores, inmersos en un océano de conocimientos, contamos con la dificultad de sacar de nuestro oficio, de tanto en tanto, la cabeza para respirar, con el fin de cuestionar cada trabajo que hacemos por repetición, transmitido de generación en generación.
Pues, esta nueva visión del pie y la consideración de un cuarto balance, luego de una fluctuante lucha contra lo establecido por el tiempo, ha surgido en un momento de respiro, donde la reticencia sobre lo desconocido se ve superada por un futuro y próximo paradigma.
El equilibrio del pie ya no formará parte del resultado de una práctica basada en tres balances tradicionales. Actualmente, un cuarto balance interviene en la búsqueda de la perfección, permitiendo al herrador, contar con un innovador elemento en su caja de herramientas.