Quien tome el herrado de caballos como profesión, debe saber que parte del trabajo es asumir riesgos físicos. Esto debe ser así aunque siempre se procure evitarlos.
Por más que se conozca profundamente al caballo en su especie, no siempre es posible conocer cada individuo, sobre todo por parte de los herradores que muchas veces deben trabajar con "clientes" nuevos. Sin embargo, existen medidas de prevención que ayudan a disminuir los riesgos de accidentes.
Cuando el herrador llega, por primera vez, a un lugar donde no conoce los caballos, debe averiguar en pocos minutos sobre cómo son los caballos que deberá herrar. Buscará juntar la suficiente información para saber, de antemano, qué carácter posee cada nuevo caballo y qué grado de amanse tiene. Esto le permitirá resguardar su integridad física evitando accidentes, que luego le podrían impedir continuar con su trabajo.
Aunque el amanse previo a la entrega de manos y patas forma parte del trabajo del domador de caballos, el herrador debe contar con ciertos conocimientos sobre el comportamiento general del caballo como especie, porque no todos los caballos se encuentran bien amansados.
Existen domadores que tienden a evitar el contacto con manos y patas porque suelen considerar, a esta zona, como de riesgos, sobre todo la zona de las patas. Por lo tanto, el herrador debe estar en condiciones de lograr un amanse rápido, en pocos minutos, para poder realizar el trabajo correctamente y sin sufrir accidentes.
La técnica que describo es para que el herrador trabaje solo, sin ayudante levantador de patas. Si bien es, físicamente, más pesado, herrar solo permite una mejor visión del casco para trabajarlo, además de lograr una mejor relación con el caballo.
A continuación, mostraré una secuencia de fotos que indican la forma correcta para levantar manos y patas con mínimo riesgo. El riesgo en manos es menor que en patas, aunque existen caballos que pueden manotear o morder mientras se les intenta levantar las manos. En la zona de patas se cuenta con el riesgo de una patada. Cabe recordar que la velocidad del caballo supera a nuestra velocidad de reacción. Eso significa que es muy difícil evitar la patada de un caballo.
Como primera medida, al acercarse al caballo, se debe observar la actitud del mismo, si se encuentra amigable, defensivo, agresivo, con miedo, etc. El conocer los estadios del caballo permitirá desarrollar un eficaz plan de acercamiento.
Se iniciará siempre por la zona de los miembros anteriores, porque en esta zona los riesgos disminuyen notablemente. Se comenzará a acariciar la zona del hombro, la cruz y el cuello, en ese orden. Si el caballo demostró miedo o una actitud defensiva, se puede continuar hasta la cabeza, sin llegar a tocar las orejas. Acariciar la zona de la frente logra buenos resultados, porque esta zona es considerada neutral. Debido a que el caballo no ve entre sus propios ojos, habernos permitido que se le toque ahí es haber avanzado un gran paso hacia la confianza mutua.
Cuando el caballo reacciona evitando una caricia en determinada zona, se retrae nuestra mano hasta donde él sí la había aceptado. Luego, se comenzará nuevamente hasta su definitiva aceptación.
Habiendo logrado contacto en cuello y cabeza, se volverá hacia el hombro para bajar, lentamente y mediante caricias, hacia el extremo del miembro. Se realizará con el fin de desensibilizar la zona, se sacarán las cosquillas.
Cuando se haya generado la confianza o el caballo haya demostrado ser manso, otorgándonos la seguridad de que no correremos riesgo alguno, se procederá a levantar la mano.
La siguiente foto muestra la técnica utilizada en algunos caballos que buscan resistirse. Se apoya nuestro hombro en el caballo y se traslada el peso del mismo hacia el otro miembro, se flexiona la rodilla con nuestra mano izquierda y se levanta la mano del caballo, desde el nudo, con nuestra mano derecha.
Una vez que el miembro está levantado, se debe esperar a que el caballo se relaje y recupere el equilibrio, porque no hay que olvidar, que el caballo cuenta ahora con sólo tres patas para mantenerse de pie.
Se notará que afloja el miembro y deja de ofrecer resistencia. Sólo luego de notar relajación se pasará al próximo paso. Si no esperamos la relajación del caballo, éste continuará ofreciendo resistencia.
Cuando ofrece resistencia, no debemos pelear contra él. Mantendremos nuestro brazo flojo pero firme y seguiremos los movimientos del miembro, hasta que el caballo se relaje. Durante las primeras veces, en caballos nuevos, este momento de relajación es el momento de soltar el miembro. Cuando demuestra estar relajado se lo premiará soltándole el miembro. Luego se repetirá el proceso.
En cada aceptación de nuestros avances, sean físicos (caricias) o psíquicos (cambio de liderazgo, por ejemplo), normalmente, los caballos nuevos o poco acostumbrados, relajan la boca mediante lo que se llama mascar. Cuando el caballo masca -movimiento similar al de rumiar- habrá aceptado nuestro avance, otorgándonos el permiso para continuar.
Trabajar a la fuerza y en contra del caballo, no logra enseñar a éste a estarse quieto por voluntad propia. Hay que recordar que el caballo siempre debe contar con el derecho de escapar o moverse, pero no con el permiso. Debe permanecer quieto y relajado por decisión y convencimiento propio. Porque ha logrado una aceptación hacia nosotros.
La siguiente foto muestra la técnica utilizada en caballos que ya están acostumbrados a que se les levante las manos. Con nuestro hombro se traslada el peso del caballo hacia el miembro opuesto, y con nuestro codo se flexiona la rodilla del miembro que se pretende levantar. Al mismo tiempo, se levanta desde la parte superior del nudo.
Con el miembro levantado, se espera a que el caballo lo relaje y encuentre su equilibrio para estar cómodo sobre sus tres patas restantes. Luego, debemos colocar el miembro del caballo entre la zona superior de nuestras rodillas, presionándolo con nuestros músculos sartorios y juntando las puntas de los pies para lograr una mejor sujeción.
Es importante mantenernos lo más cerca posible del caballo sin salirnos demasiado de su línea, con el fin de no causar dolores en la parte superior del miembro y de evitar que el caballo ofrezca resistencia.
Mediante esta técnica para levantar los miembros anteriores, quedan nuestras manos libres para comenzar a trabajar.
En el caso de las patas, luego de establecer confianza con el caballo o contar con la certeza de que es manso y está acostumbrado, se comenzará a acariciar desde el hombro hacia atrás, pasando por el lomo, la grupa, el anca, el muslo y bajando hacia el corvejón.
En casos con caballos mansos y acostumbrados, se procederá a levantar la pata de la siguiente manera y como lo muestran las fotos.
Trasladando, con nuestro hombro, el peso del caballo hacia el otro miembro, se debe hacer fuerza hacia arriba y adelante del caballo, al mismo tiempo. En caballos mansos se continúa levantando hasta habernos colocado el miembro sobre ambas piernas. Recuerde, al trabajar las patas, es sobre nuestras piernas, no entre ellas.
La siguiente foto muestra la técnica para caballos que no conocemos, que son nuevos o que no están acostumbrados. Nuestra mano izquierda apoya sobre el hueso de la cadera del caballo para trasladar el peso hacia el otro miembro y para saber, de antemano, cuándo el caballo va a realizar un movimiento defensivo. No con el objetivo de salir corriendo en caso de que se mueva, sino para anticipar cualquier movimiento y permanecer alertas.
No debemos alejarnos mucho del caballo porque si se mueve perderemos el equilibrio y caeremos sobre él, corriendo el riesgo de recibir una patada; sólo debemos estar lejos de la pata ubicándonos cerca del miembro anterior. Por otro lado, al alejarnos del caballo, le estaríamos demostrando nuestro miedo y él podría reaccionar por ello con intenciones de recuperar el liderazgo.
Con la otra mano, en este caso la derecha, bajaremos hasta la caña mediante caricias, con el fin de quitar sensibilidad. Luego se debe tomar la pata como lo muestra la foto, ejerciendo fuerza hacia adelante del caballo y arriba.
Si al tocarle el corvejón o la caña, éste patea, no se debe retirar la mano, se la dejará apoyada en la parte baja del muslo hasta que el caballo la acepte; en cuanto la haya aceptado, se retornará a la grupa para comenzar el proceso nuevamente.
En caballos que patean, conviene estar parado lo más cerca del miembro anterior posible, porque los caballos patean en todas direcciones, no sólo hacia atrás.
Si comienza a patear cuando le sostenemos la pata, como muestra la foto de abajo, permitiremos que patee, sin soltar -dentro de lo posible- nuestra mano de la parte posterior de la caña, y sosteniéndola con nuestro brazo flojo pero firmemente tomado. Normalmente, los caballos terminan aceptando el avance y nos permiten continuar. Si no es así, se comienza el proceso nuevamente desde la grupa.
Como lo muestra la foto de abajo, se flexionará la cuartilla tomando el casco desde la pinza. De esta forma trabamos los tendones del miembro y evitamos que el caballo patee o extienda la pata. Debo recordar que, si el caballo siente verdaderos deseos de evitar que le levantemos la pata, lo evitará utilizando toda su fuerza o tirándose al piso si lo considera necesario. En ese caso, comenzaremos nuevamente, todo el proceso, desde el hombro del caballo. En otras palabras, continuaremos con el amanse.
Con la pata levantada desde la pinza o punta del casco, pasaremos a la siguiente etapa, sólo si el caballo se ha relajado o ha dejado de ofrecer resistencia. Para que relaje el miembro, con la pinza del casco tomada con nuestra mano izquierda, se lo debe bajar lentamente sin soltarlo del todo. Nuestro brazo debe permanecer flojo pero firme.
Recuerde, si el caballo percibe puntos débiles en nuestra actitud, intentará recuperar el liderazgo.
Cuando el miembro esté relajado, lo levantamos un poco y nos colocamos nosotros debajo de él, hasta que tome contacto con nuestras piernas. Si intentamos colocar el miembro sobre nosotros, modificaremos la posición del caballo y es probable que se resista a ello sacando la pata.
Recuerdo nuevamente, el miembro posterior debe ir apoyado sobre nuestras piernas y no entre ellas.
Teniendo el miembro apoyado sobre nuestras piernas, debemos mantener una misma línea respecto del caballo. Si nos colocamos muy hacia fuera, ocasionaremos dolor en la parte superior del miembro y el caballo sacará la pata. Si levantamos demasiado el miembro, la zona lumbar del caballo soportará demasiada torsión y también intentará resistirse. Esto es muy importante para cuando se trabaja con ayudante levantador de patas. Siempre, el miembro del caballo, debe permanecer lo más abajo posible.
Algo importante es que, al tener la pata levantada para trabajar, permanezcamos inmediatamente por detrás del caballo, casi debajo de él. Si estiramos el miembro del caballo muy hacia atrás, le damos la posibilidad de que al encoger la pata, en caso de que desee retirarla, lo haga con todas sus fuerzas. En cambio, al permanecer cerca de su cuerpo, no existirá tal envión y evitará que perdamos el equilibrio con una posterior patada.
Por reacción natural, en situaciones donde el caballo saca la pata bruscamente, siempre tendemos a flexionar nuestros músculos, tomando la pata con más fuerza aún. Esto es peligroso. Iniciará un juego de fuerzas -involuntario para nosotros- en el que, con seguridad, ganará el caballo. Nos llevará hacia adelante y hacia atrás, ida y vuelta, hasta que, finalmente, nos veremos expuestos a una patada. Comúnmente, el golpe de la patada es en nuestra cintura o parte posterior de nuestro muslo; siempre y cuando contemos con suerte.
Tratándose del miembro izquierdo del caballo, el mismo debe apoyar sobre nuestra pierna izquierda y será trabado con nuestra pierna derecha a la altura de la cuartilla. Las puntas de nuestros pies deben juntarse para lograr una mejor sujeción.
Mediante esta técnica para levantar los miembros posteriores, también quedan nuestras manos libres para comenzar a trabajar.
Como complemento para un amanse inmediato, puede dirigirse a
"El Bozalejo de cadena", método de corrección que ayuda a herrar y enseñar a caballos mañeros. Este sistema es útil para herradores, cuando disponen de poco tiempo para amansar o tranquilizar el caballo antes de realizar su trabajo.