6 de mayo de 2008
Estimado Nelson.
Lamento, por mí, haber tardado tanto en leer su artículo. Lo felicito por la dedicación que tiene. Es muy instructivo acerca de la historia del herraje, de la cual desconozco bastante.
Luego de leer su artículo he leído cada uno de los comentarios. Todos aportan opiniones interesantes.
Actualmente, en determinados casos de lesiones en los cascos, recomiendo no utilizar herraduras, y he obtenido, siempre, resultados positivos. Pero, en mi caso, por esos resultados obtenidos, no me permito imaginar que todos los caballos del mundo podrían andar sin herraduras, y eso es por considerar que he visto una gran cantidad de casos en los cuales las herraduras han pasado a ser sagradas para los caballos. Han sido casos en que intervenían, éstas, para curar lesiones, otorgar estabilidad, agarre, protección, etc.
Así como en determinados sectores del norte de Chile, una gran parte del norte argentino es sumamente pedregoso. Existen caballos y mulas de trabajo o transporte que, prácticamente, no conocen lo que es un terreno blando. Hablando con los propietarios, quienes son gente sumamente humilde, alejados de la civilización corriente, a quienes se les complica conseguir los materiales para herrar, sean herramientas o hierros para la fabricación manual de las herraduras, comentan que deben herrar sus caballos y mulas porque no resisten el trabajo diario, cargando enormes pesos durante varios días de andar, por lugares que dificulta andar, inclusive, a pie de Hombre. Y son animales que nacen sin herraduras, amansados y utilizados para trabajar a partir de una edad adulta donde, supuestamente, su casco no ha sido tratado nunca. Aparte de una realidad, existe una lógica, y es que no hay casco más resistente al desgaste que el hierro.
Ante esta última afirmación, hay que considerar lo siguiente: El mular, posee un casco más blando que el caballo. Y por ser blando resiste más, debido a que su consistencia es gomosa. Pero también poseen un límite. No resisten el arduo trabajo que se les impone, con carga, en los mencionados terrenos.
Esto que expongo es un simple y llano ejemplo, y sólo con el objetivo de evitar que quien tome el no herrar lo haga sin caer en el extremo.
Personalmente, tengo interés en aprender sobre la técnica, y es algo que tendré pendiente hasta que lo aprenda. Y en un futuro, espero poder recomendar más casos de caballos descalzos, con el fin de evitar algunos herrajes.
Considero que el aporte de Gabino Fernández Vaquero es muy completo. El mantiene, también, una posición abierta, basada en fundamentos tangibles, y desde el punto de vista de un herrado correcto.
Específicamente, en su artículo, muestra un antes y un después de un casco que ha estado muy deteriorado. Ese mismo tratamiento que se le ha realizado bajo el concepto de pies descalzos, es lo que debió hacer cualquier herrador medianamente competente, obteniendo también, con seguridad, resultados positivos. Desde mi punto de vista, no es un caso para exponer como ejemplo de lo que se obtiene como resultado bajo el concepto de pies descalzos
Considero que no hay que atentar contra todo el concepto del herraje. Desde mi punto de vista, quienes afirman no más herraduras, nunca deberían de dejar una puerta abierta, aunque sea pequeña. Eso no tiene costo y permite visualizar los conceptos desde una óptica más abierta.
Espero, pronto, contar con más información sobre el concepto de pies descalzos.
Le envío un cordial saludo.
Daniel Anz