22 de enero de 2007
Estimado Juanjo, es un gusto saludarte y muchas gracias por tus comentarios desde el otro lado, son muy útiles.
Espero verte en Madrid. No nos veremos en el Congreso de Cincinnati.
Dentro de mi enseñanza hacia herradores, hago mucho hincapié en el servicio, además del trabajo de herrado en sí, ya que es el ingrediente fundamental para que la profesión sea desarrollada en beneficio del cliente, caballo y herrador. Si alguna de las tres partes no recibe lo correspondiente, el servicio deja de ser bueno. Simplemente no perdura en el tiempo.
Lo que tú dices es cierto, se puede ver el precio desde ambos lados, pero está en el herrador, en este caso, el demostrar por qué se hace tal o cual cosa, cualquiera sea ella.
El nº de 10 caballos, en el artículo, es simbólico, se lo puede dividir en dos días si es necesario. Coincido contigo en que 5 caballos es un buen nº para herrar, realizando un trabajo correcto.
Personalmente, dentro del costo de mi trabajo, intento incluir un buen servicio hacia el cliente sumado a un trabajo correcto y a un beneficio personal. No dispongo de una lista de precios para clientes pobres y otra para clientes ricos, para propietarios de 1 caballo o para aquellos que tienen 10, ya que mi precio representa a mi trabajo, no al cliente y sus variantes.
Aquel cliente que no puede pagar mi trabajo no solicita mi servicio, y no debo sentirme culpable por ello.
Si existen clientes que poseen 30 caballos, me alegra, pero tampoco debo sentirme culpable por ello. Mi responsabilidad es cumplir con mi trabajo, y ello tiene un costo por caballo prefijado, independientemente de las variables que puedan presentar los clientes. En mi vehículo existe una lista de precios a la vista de todos los clientes y no clientes.
Cuento con clientes que luego de concluir con mi trabajo me invitan a un snack o realizan el pago inmediato, ellos son los beneficiarios de una botella de Champagne a fin de año o en alguna ocasión especial. Pero todos cuentan con la misma calidad de trabajo y precio, ya que no juego con la calidad de mi trabajo y precio para filtrar clientes. Los clientes se filtran solos cuando no pueden adaptarse a mi conducta de trabajo y cobro. Actualmente, quien solicita mis servicios, es porque sabe lo que quiere y puede pagar por ello.
Debido a que cuento con discípulos permanentes, cada cliente cuenta con una alternativa de servicio y costo, recomendada por mí.
Por parte de herradores, durante mis seminarios, la respuesta más común que se me plantea al respecto es... sí, pero en mi país los propietarios no largan un centavo, aunque el trabajo sea bueno...
Pues existe un error por parte del herrador. Con seguridad, no hay una relación armónica entre el servicio que presta (beneficio hacia el cliente), la calidad de trabajo que realiza y los beneficios personales. Si se cumplen las tres cosas, el cliente siempre está dispuesto a pagar. Que disponga, o no, del dinero suficiente para pagar el servicio es otra cosa, y ello no debe ser responsabilidad del herrador.
Si cobro más de lo que vale mi trabajo, pierdo clientes.
Si cobro bien, doy un buen servicio al cliente y realizo un mal trabajo, también pierdo clientes.
Si cobro bien, realizo un buen trabajo y fallo en el servicio, pues el herrador competencia que cumpla con los tres puntos pasará al frente, también perderé clientes.
La pasión ayuda a desarrollarse mejor en la profesión, pero la pasión sin la necesidad no lleva muy lejos.
Personalmente, considero que se trata de querer hacerlo mejor y estar dispuesto a sacrificar lo que ello representa. Existen herradores que prefieren esperar sentados a que el mercado cambie en beneficio de ellos, haciendo de la queja un hábito y responsabilizando, siempre, a factores externos, pero eso tiene un alto precio, y es ese el alto precio impuesto por el mercado hacia ellos.
Juanjo, ojalá pueda contar contigo en Sierra Norte. Te envío un cordial saludo.
Daniel Anz