Una cita de Jenofonte, escrita hace más de veinte y tres siglos atrás, reza: “…. El mismo cuidado que se le da a la alimentación y ejercicio del caballo para lograr que su cuerpo crezca fuerte, deberíamos también dedicarlo a mantener sus pies en perfectas condiciones….”
Dos mil trescientos años después aún no logramos amalgamar completamente esta cita para poder hacerla realidad. A menudo infringimos los principios básicos de la alimentación del caballo, alteramos su hábitat, y más aún descuidamos o maltratamos los cuatro pilares insustituibles de éste, sus cascos.
Ninguno de estos principios actúa por separado, en la actualidad, si hay algo que podemos afirmar con certeza es que Dieta, Hábitat y Cascos forman un triada indisoluble, ya que los tres interactúan en forma absolutamente interdependientes.
En los tres tenemos injerencia y responsabilidad directa, porque los dueños de caballos en la actualidad nos hemos transformados queramos o no, en los albaceas de la salud, desarrollo y futuro integral de nuestros caballos. Les hemos exigido las más increíbles tareas y actividades y en todas ellas han respondido con nobleza, abnegación y lealtad absoluta, cualidades que suponemos solo atribuibles a los seres humanos, sin embargo bien ganadas las tienen nuestros amigos equinos.
Para quienes no consideramos a los caballos como seres desechables, que sólo nos son útiles cuando pueden soportar los rigores de una disciplina, no necesariamente por ser mas apto sino por ser naturalmente más fuertes, tenemos una deuda pendiente, darles una calidad de vida acorde con los desinteresados beneficios que nos regalan.
Escuchar y depender de la opinión de veterinarios, herradores y entrenadores, para saber que es bueno y saludable para nuestros caballos demuestra el respeto que se merecen estos profesionales, pero es crítico que al menos como dueños sepamos reconocer cuando un caballo y sus cascos están normales, mal tratados o deformes.
Como albaceas debemos ser capaces de conversar, detallada e inteligentemente, con estos profesionales sobre los conocimientos básicos naturales que involucran la forma y función del casco equino. No debe malinterpretarse, ya que es una cruda realidad, que no todos los veterinarios, herradores , entrenadores , jinetes y profesionales asociados saben en realidad como debiera ser un casco normal y sano, y menos aún no todos entienden su función.
Recalco fehacientemente una vez más que esto no debe mal interpretarse como una generalidad, pero es una innegable y cruda realidad en cualquier parte del mundo donde existan caballos. Además encontramos como una constante frecuente que las técnicas terapéuticas siguen estando basadas en conocimientos y tradiciones ancestrales o en la cultura popular.
Hoy podemos cuestionar algunos conceptos sin la necesidad de ofender o infravalorar el trabajo de ningún profesional. Ya que nadie es dueño de la verdad absoluta; podemos hacerlo a la luz del conocimiento adquirido en las dos últimas décadas que, si bien es cierto muestra que aún estamos en una curva muy ascendente, nos permite vislumbrar que las cosas no necesariamente son como las hemos aceptado durante siglos.
¿ Estamos hoy día en condiciones de poder afirmar o cuestionar ?:
- Que la herradura es una protección como también puede llegar a ser un accesorio dañino para el caballo.
- Que un caballo puede ser capaz de desarrollar sus actividades , recreativas, laborales o deportivas descalzo.
- Que la evolución y domesticación lo ha confinado a una vida que debe ser regulada y definida totalmente por el ser humano.
- Que ha perdido la capacidad de adaptación a los terrenos fuera de su box.
- Que debe ser herrado siempre por su propio bien y salud.
- Que todos los procedimientos terapéuticos u ortopédicos están basados en el uso de herraduras específicas.
- Que existe la posibilidad de tratar caballos con podopatologías severas sin el uso de herraduras.
Intentaré dar respuesta en un sentido u otro a estas afirmaciones.
Cuando un caballo pierde una herradura en una competencia generalmente no puede terminarla, si se las quitamos voluntariamente, no lo podemos montar y a los pocos días comenzará un deterioro progresivo de los bordes de la pared y profundización de la línea blanca.
Todo esto parece indicar que volver a herrarlo sería lo correcto. Pero si nos permitimos y nos tomamos el tiempo de analizar esta situación desde otro punto de vista y a la luz de los conocimientos actuales podríamos proponer que:
El casco del caballo esta perfectamente diseñado con sus diversas estructuras, internas y externas, para manejar sin problemas la mayoría, sino todas, las fuerzas de impacto recibidas del terreno. Cuando lo herramos y fijamos una herradura a la pared del casco modificamos completamente este perfecto diseño y la responsabilidad de absorción del impacto es traspasada a las articulaciones, cartílagos, ligamentos y músculos ubicados más arriba en el miembro del caballo y en el resto de su cuerpo. Todas estas estructuras nunca evolucionaron para manejar estas fuerzas, pero las hemos forzado a asumir este rol para él que nunca fueron diseñadas. De más está recalcar algo absolutamente demostrado, que esta conexión de la herradura a la pared progresivamente disminuye su espesor, resistencia y contrae los talones , esto se ha documentado extensamente desde los tiempos del Dr. Bracy Clark ( Cirujano Veterinario Británico) , quien muy preocupado por los resultados de sus estudios sobre el caballo desherrado llegó a diseñar una herradura expandible en 1820.
También documentó ampliamente las variaciones anatómicas que se producían entre los caballos herrados y los no herrados. Entre sus estudios realizó el seguimiento de una yegua que estuvo desherrada hasta los seis años (Figura izquierda); a la derecha se observa el mismo casco un año después de estar herrada.
Muchos años después estudios realizados por Dr. R.M.Bowker DVM , abren una puerta muy interesante al demostrar que este fenómeno tiene la potencialidad de ser revertido con un adecuado tratamiento. Impresiones registradas con yeso muestran un casco (Fig. Izquierda) al retirarse la herradura y el mismo casco seis semanas después de estar desherrado. Podemos apreciar como disminuye la distancia entre el ápice de la ranilla y la pinza, la superficie plantar del pie aumenta 4-6mm, el ángulo de las barras aumenta (menos verticalidad), la ranilla aumenta significativamente de tamaño. Con un adecuado manejo este proceso, observado en apenas seis semanas, puede lograr en un lapso de seis a doce meses conseguir devolver el casco a su forma normal, de acuerdo a cada caballo y según su propias características, trabajo y entorno.
El impacto juega un importante rol en el desarrollo natural del casco que muchas veces es mal interpretado. El casco natural tiene la capacidad de absorción de impacto adecuada al terreno de su medio ambiente y puede adaptarse a los cambios de éste. Todas estas propiedades son atrofiadas cuando lo herramos, esto es algo que debemos saber y tener en cuenta, si deseamos retirar las herraduras.
Al disminuir o modificar el impacto con materiales artificiales, por debajo del nivel requerido para el desarrollo normal de éste, lo que logramos es un casco de tejido deficiente y estructuras atróficas, que impiden el desarrollo de cartílagos y articulaciones saludables así como de huesos resistentes.
El caballo es forzado a desarrollar progresivamente cascos más y más débiles, la suela, la pared del casco, la ranilla, el cojinete digital, la tercera falange, el hueso navicular, son afectados en la medida que se reduce la circulación sanguínea en estas zonas. La suela responde a veces con un crecimiento que podríamos llamar de tipo “displásico”: un crecimiento anormal que puede ser grueso en corto tiempo, pero nunca es tan resistente y duradera como la suela que se forma cuando permitimos al casco un desarrollo normal acorde al terreno y cuidados.
Muchos profesionales malinterpretan este “falso” desarrollo, como un efecto reparativo, cuando en realidad son los primeros signos del deterioro posterior del casco.
Muchos herradores y profesionales del área que estamos acostumbrados a trabajar con cascos deformes y deteriorados, tendemos a acostumbrarnos a ver sin sorpresa día a día cascos mal conformados, ya sea herrados o descalzos por un mal manejo. Ello no debe apartarnos del camino central que es la prevención de todas estas patologías, informando a propietarios y criadores, ya que muchos problemas pueden prevenirse al trabajar con los caballos desde su nacimiento, o formando a los dueños para que puedan elegir una forma de tratar su caballos acorde con su realidad y entorno.
El uso inadecuado de herraduras ortopédicas, plantillas, botas, materiales siliconados, no son una solución al problema sino que suelen perpetuarlo en el tiempo, obligando al caballo a depender de estos elementos para todas sus actividades, incluso de por vida. Todos estos elementos pueden llegar a ser muy útiles si son adecuadamente indicados, por lo que deben ser utilizados por profesionales idóneos como medio de transición hacia un estado de salud mejor y no como una forma de vida dependiente. Lo que pareciera ser una rápida solución a un problema muchas veces sólo produce un mayor daño no evidenciable en el momento, pero si de forma progresiva, hasta llegar a una etapa irreversible encubierta por alguno de estos medios, afectando no solo el aparato locomotor sino también acortando el promedio de vida de los caballos.
Muchos de estos medios y técnicas son indicadas para proteger la suela o la ranilla (zona posterior del casco) ya que esta zona es una de las más importantes para la salud del casco, es equivalente a una especie de “corazón o centro neurálgico de éste” por tanto tal razonamiento parecería lógico. Sin embargo esta región no fue diseñada para ser cubierta o protegida del contacto con el terreno, por el contrario su rol es fundamental en el desplazamiento normal del caballo. Esto se ha demostrado y teorizado extensamente en tres áreas muy interesantes.
- Primero esta la teoría de fluido hemodinámico, que propone que la sangre que fluye a través de una red de pequeños capilares en la zona posterior del casco juega un importante papel en la absorción del impacto del casco.(Bowker . 2003)
Por ello es importante el buen desarrollo de la ranilla desde temprana edad, ya que permitirá un mejor desplazamiento y una mejor absorción del impacto, si se permite que éste se produzca en primer lugar sobre esta estructura diseñada para ello y no en la pinza como consecuencia de una anomalía del casco o como consecuencia de un mal herrado.
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En segundo lugar tenemos el descubrimiento de células propioceptoras en la región del cojinete digital (ranilla); estas células son las encargadas de transmitir información al sistema nervioso central del caballo que le permite “sentir o percibir” su desplazamiento sobre el terreno.(Bowker 2003) Estas células no solo transmiten información fundamental sobre el terreno, también generan mediadores químicos indispensables para la regulación sanguínea (denominados sustancia P). En caballos estudiados y diagnosticados con síndrome navicular, los receptores de la sustancia P no se encuentran , han sido destruidos, como consecuencia se ha perdido la regulación del flujo sanguíneo y por lo tanto hay menos vasos sanguíneos. La disminución del flujo sanguíneo lleva a una remodelación ósea y a una disminución de la capacidad regeneradora que no mejorará mientras no se recupere la perfusión sanguínea.
- En tercer lugar debemos comprender las diferencias entre un buen casco y un mal casco .(Bowker 2003) Muchos estudios sobre cascos no hacen la diferencia entre cascos enfermos y sanos. Estudios realizados en cadáveres de caballos menores de cinco años demuestran que la parte posterior del casco se ve semejante, pero después de los cinco años los caballos comienzan a diferenciarse en dos grupos que son fácilmente identificables. Los caballos de casco sano que desarrollan un cojinete digital densamente fibrocartilaginoso mientras que los caballos con cascos defectuosos o herrados no desarrollan este tejido de igual manera observándose en la región del cojinete digital remanentes de tejido conectivo graso característico de los potrillos jóvenes .
Queda claro entonces que los caballos no nacen con este denso tejido fibroso. Por tanto se genera o transforma a través del estímulo durante el crecimiento de ahí la importancia del cuidado, ejercicio y estímulo de esta zona durante los primeros años de vida. Una vez que el fibrocartílago se ha desarrollado, permanece y parece ser estímulo dependiente. Además del desarrollo de este tejido se hace evidente el mayor grosor de los cartílagos colaterales (tres a cuatro veces mas gruesos), una microvasculatura extensa y bien desarrollada y una ranilla amplia de mayor tamaño y tejido fibroso densamente condensado. De aquí también la importancia para quienes deseen herrar de no hacerlo antes de los seis años ya que, irremediablemente, interferirán en este proceso con las consecuencias ya conocidas.
En el desplazamiento de un casco bien desarrollado se puede observar que el primer impacto en el suelo es con la parte mas posterior de éste (talones), lo cual activa los propioceptores y estimula la circulación sanguínea permitiendo la absorción del impacto. Un primer impacto con las pinzas (tercio anterior) es signo de alteraciones en la conformación del casco o una compensación por insuficiente desarrollo del sector posterior, que se manifiesta por dolor o sensibilidad y que irremediablemente irá asociada a lesiones de músculos, tendones , articulaciones o síndrome navicular.
Como encargados del cuidado de los cascos no deberíamos acostumbrarnos a decir “que malos cascos tiene este caballo” sino más bien “como o que hacemos para que desarrollar un buen casco”. Un mal casco no es necesariamente una condición genética o un mal adquirido como se aduce con mucha frecuencia, es el resultado de la incapacidad del caballo para adaptarse a la cargas descompensadas, los estímulos negativos o un ambiente inadecuado.
Afortunadamente, en la mayoría de los casos, esta situación puede ser revertida con un adecuado diagnóstico y tratamiento sin herraduras. Esto se sustenta en la teoría que las células que dan origen al tejido fibrocartilaginoso continúan ahí y podrían ser reactivadas con la adecuada estimulación. Si bien es cierto aún no hay estudios que lo hayan confirmado feacientemente, pero la abrumante evidencia clínica acumulada hasta ahora no hace mas que sustentarla fehacientemente.
El concepto de carga periférica tal vez sea una de los grandes cambios que ocurre cuando el borde distal de la pared del casco soporta la mayor parte del peso del caballo. La carga periférica aparece en los cascos herrados ya que la herradura la transmite directamente a la pared. Una herradura tradicional podría denominarse como un dispositivo de carga periférica. La carga periférica también se puede observar en los caballos desherrados si el recorte de éstos no es correcto y permite traspasar la carga a la periferia. Generalmente se ve cuando se recortan excesivamente estructuras como la ranilla, las barras y la suela. El crecimiento excesivo de la pared también va a crear mayor carga periférica. Cada vez que la ranilla no tiene contacto con el suelo tenemos carga periférica. Para complicar un poco mas las cosas, la carga periférica es completamente dependiente de la superficie del terreno. Una superficie mas dura aumenta la carga periférica así como un terreno blando la disminuye.
La importancia de la carga periférica es que genera una situación negativa para el casco, ya que al no estar diseñado para funcionar de esta forma se interfiere con el adecuado crecimiento de la pared, dificultando la circulación sanguínea dentro de él. Esto tiene relación con la velocidad de circulación de la sangre y el nivel de perfusión tisular (perfusión: irrigación sanguínea a nivel tisular que permite el intercambio de nutrientes y oxígeno). Mientras más rápido circula la sangre menor es el nivel de perfusión tisular. Por lo tanto superficies más duras y mayor carga periférica aumentan la velocidad sanguínea por encima de los niveles adecuados para una correcta perfusión sanguínea. Por el contrario terrenos suaves, arena, gravilla fina, disminuyen la velocidad y aumentan la perfusión tisular.
La Capacidad de Respuesta del Casco. El casco del caballo cambia constantemente día a día a lo largo de la vida de éste. Es un órgano, extremadamente dinámico y “fluido” no una estructura rígida como se acostumbra a mal interpretar. Los cascos de diferentes caballos no son iguales debido al diferente ambiente, raza, dieta, ejercicio, recorte y estimulación activa del pie. Pero incluso dentro del mismo caballo sus cuatro cascos son diferentes el uno del otro, esto es debido a la diferente conformación de cada miembro lo que origina una estimulación y reparto de cargas distinta para cada casco. Por tanto tratar de establecer una regla de oro para la forma de los cascos es imposible. Tratar de copiar exactamente el modelo del casco salvaje tampoco puede ser una regla definitiva. Lo que si podemos hacer es establecer ciertos parámetros basados en este casco salvaje, que nos permitan con cierto rango de seguridad definir un modelo de casco ideal para cada caballo en particular.
La capacidad de adaptación del casco es extraordinaria, y es solo cuando traspasamos esta capacidad cuando se evidencian los síntomas de cojeras o claudicación.
La necesidad de Movimiento: Nunca terminaremos de recalcar la importancia del movimiento para el buen desarrollo del casco. La evidencia científica se sustenta en estudios del Dr. R. Bowker que demuestran que aumentar la perfusión sanguínea tisular, con un ejercicio adecuado, es la única forma que los caballos puedan desarrollar el tejido fibrocartilaginoso en la zona posterior del casco, por lo tanto un caballo joven herrado y limitado de movimientos esta destinado a desarrollar un mal casco como ya lo he descrito.
Las primeras semanas de vida son fundamentales para el buen desarrollo del casco las cuatro terceras falanges son iguales en un potrillo recién nacido, se diferencian rápidamente en la medida que el casco es estimulado con el ejercicio y una superficie lo suficientemente abrasiva para eliminar la capa protectora de nacimiento y generar la diferenciación entre pies y manos. Por tanto la crianza en espacios reducidos o sobreprotegidos tendrán un efecto negativo en el desarrollo del potrillo, generando a la larga un mal casco con la perdida progresiva de la función de la ranilla, el cojinete digital y aumentando la carga periférica que induce contracción de los talones, acampanamientos, y crecimiento excesivo de la pinza, obteniendo como consecuencia malos aplomos del potrillo, modificación del desplazamiento transformándose en un círculo vicioso a lo largo de la vida de éste. Si a esto agregamos un prematuro y mal herraje las consecuencias son peores, si por el contrario preparamos nuestro potrillo para que desarrolle todo el potencial de los tejidos del casco, al llegar el momento de desarrollar las actividades deportivas o laborales para los que se he entrenado no debiera ser necesario un herraje.
A continuación se obseva un potrillo de seis meses criado en “libertad” absoluta según su dueño que muestra desbalance de aplomos, falta de contacto de la ranilla con el terreno, contracción y alargamiento de talones asociado a sobrecrecimiento de la pinza y pared del casco. Son los primeros indicios de alteraciones que de no corregirse a temprana edad perduraran en el tiempo y generarán las condiciones o susceptibilidad para la aparición de diversas podopatologías años después, (sobre todo en caballos deportivos) pero que tuvieron su inicio a temprana edad.
Se estima que los caballos en estado natural (salvaje) se desplazan entre 20 a 30 Kms. diarios ya sea por alimentación, sobrevivencia, reproducción, juegos etc. Bowker ha logrado determinar y medir los patrones de movimientos de grupo de caballos viviendo en espacios reducidos de 1 a 1,5 hectáreas; determinando que los caballos más sanos realizaban entre 4.000 y 6.000 pasos en un periodo de 24 Hrs. que equivale a recorrer una distancia de 5 a 8 Kms. aproximadamente, lo que contrasta notoriamente con un caballo estabulado el cual realiza en promedio 800 pasos por día.
Esto demuestra la importancia que tiene el movimiento en la calidad de vida de caballo y el desarrollo normal de sus cascos.