La Podología Equina, no difiere de otras disciplinas en cuanto a la necesidad
de aplicar en su práctica, una rutina
o método de trabajo, que además de tenerla incorporada como principio
de enseñanza de base, se consolida y mejora, con el ejercicio regular contribuyendo
a formar parte lo que conocemos como experiencia.
Jean, M. Charcot, médico francés (1825-1893), decía que en "clínica, sólo se
ve, lo que se aprendió a mirar...", y haciendo extensivo este aforismo a nuestro
tema, podemos decir sin temor a equivocarnos, que: "también en podología equina
se ve lo que se aprende a mirar...".
Es muy común y normal entonces, la preocupación de los alumnos de veterinaria
o futuros herradores, o colegas recién graduados, -destinatarios
de estos párrafos- al advertir que en realidad son muchos los aspectos
o detalles a tener en cuenta a la hora de examinar un equino sea con fines de
herrado normal o correctivo, o sin ellos ya que puede tratarse también de un
examen compra-venta o asesoramiento con igual fin, en el que todo lo relacionado
con los miembros tiene, como sabemos, particular importancia.
En términos generales, de forma resumida y aquí solo con el fin de resaltar
la importancia de la minuciosidad del examen, recordemos que las observaciones
y evaluaciones las hacemos con el equino en la estación y en movimiento; en
la estación, desde distintos ángulos, valiéndonos de las líneas de aplomo, ejes
directrices, centros de suspensión, etc y en movimiento, al paso y trote, desde
atrás, adelante y los lados, con el caballo alejándose y acercándose de nosotros,
observando en él: ruptura de marcha, nuevo contacto con el piso, (en ambos casos
con que parte del casco se lleva a cabo), trayectoria vertical normal -parabólica-
y anormales, sean éstas alta, baja, o rasante; trayectoria horizontal, rectilínea,
a convexidad interna o externa, y pista única de los defectos asociados (cerrados
de adelante + izquierdo o estevados); al mismo tiempo, prestamos atención a
la regularidad o simetría de los distintos aires, descenso de nudos, flexión
de garrones, duración de la fase de sostén, "medio paso" anterior o posterior,
etc. A ello debe agregarse las evaluaciones particulares del pie, estando éste
apoyado y levantado, con herradura y sin ella, buscando modo o tipo de desgaste,
forma, volumen, proporciones, simetrías y asimetrías, inclinaciones, paralelismos,
diámetros, alturas, ángulos, posibles patologías ocasionales, aspectos de la
técnica de herrado, etc. Y hay más aún al considerar la "lectura" que debemos
hacer de la herradura y los clavos por toda la información que allí siempre
existe. Y por supuesto que no puede faltar, la "historia" que vamos recogiendo
con el propietario o encargado, a través de preguntas, mientras hacemos las
distintas observaciones (incluidas si el caso lo exige, las apreciaciones con
el caballo montado, tratando de ver forma de montar, algunas interferencias
como tropiezos o forjado, etc, etc).
De modo que queda puesto de manifiesto que sin duda, son muchos los detalles
sobre los que deben prestarse atención (para lo cual la prisa es el peor enemigo...).
Suele surgir entonces el siguiente interrogante:
¿cómo hacer para no olvidar nada...?, y a ello, respondemos: no existe
una fórmula mágica; sí existe, como mejor herramienta, una
metodología de examen, basada en el orden de realización y la correcta
aplicación de técnicas, que no desarrollamos aquí porque eso será motivo de
un artículo posterior, pero que debe seguirse siempre, teniendo como premisa
que si bien no se trata de algo imposible de lograr, tampoco se puede adquirir
y manejar con soltura y fluidez en pocos días. Es el método, la perseverancia
y la paciencia , lo que permite logros y el primer logro, aparece al vencer
el desánimo que suele causar al principiante, el " mirar pero no ver nada...";
y allí es donde debe aparecer la "tranquilidad" dada por el docente que en su
momento, también con perseverancia y paciencia (y muchas ganas de trasmitir),
enseñó a mirar.
La capacidad de mirar y ver, se
adquiere entonces - como en otras disciplinas-, por la conjunción de factores,
y que para la práctica de la podología equina, serían:
1. Inquietud personal permanente de "ir
a buscar taras y defectos" (también la belleza!!); esto significa:
mirar todo.
2. Claridad de conceptos sobre,
aplomos, eje podofalángico, palancas, casco -forma, volumen y proporciones-
biomecánica, etc, para poder diferenciar lo normal y "zootécnicamente bello"
de lo anormal o indeseable, como son taras, defectos y patologías.
3. Metodología u orden de examen
o revisación: debe constituirse en un hábito tendiente a reducir
el margen de error, a la mínima expresión realizándolo siempre de la misma
manera; tengamos presente que toda esa información que vamos recogiendo,
la tenemos que ir almacenando y ordenando mentalmente; es aceptable, personalizar
la revisación sobre todo en cuanto a orden pero no en cuanto a "inventar"
técnicas, al menos hasta que se tenga una suficiente experiencia como para
aportar una nueva y probada técnica; (al respecto, no es infrecuente, ver
alumnos que levantan un miembro del caballo, de manera totalmente distinta
a como le han enseñado, lo cual incluye razones de seguridad física, alegando
mera iniciativa -sin fundamentos- o mayor facilidad...); en podología por
citar un ejemplo, si no levantamos y sostenemos correctamente el miembro,
no podremos evaluar el balance medio-lateral del casco. No obstante, es
importante hacerlo siempre igual; todo intento de "cortar camino", atentará
contra la conclusión final; no olvidaré a aquel docente que halagando mi
exposición -nada brillante a mi criterio, pero al parecer según él, muy
ordenada- de un examen final de Semiología de la Facultad, destacar esa
forma diciéndome que: "quienes no somos genios, tenemos la obligación de
ser ordenados", lo cual es sin dudas, un sólido e inobjetable principio
que nunca dejé de lado y que reafirmo a casi 28 años de aquella enseñanza.
El orden de examen, es así, un "barrido
visual minucioso", con el que no debiera quedar nada sin ser visto.
Para ello, es conveniente que ese barrido vaya de lo más grande a lo más
pequeño, de lo general a lo particular, pero que de cualquier modo, no
quede ningún cm² sin ser mirado (y/o palpado si fuera necesario).
Es conveniente por lo tanto, realizarlo "por etapas o partes", centrando
la atención en determinados aspectos cada vez y volviendo sobre ellos las
veces que estimemos necesario y fundamentalmente,
sin prisa, y sin dejarnos presionar por terceros ocasionales, (propietarios,
encargados, "todólogos"-especialistas en todo-, etc), los que en los comienzos
de la profesión resultan fastidiosos (después también...), circunstancia
que también se aprende, a sobrellevar con los años.... Es preferible posponer
un examen, que hacerlo apurado pasando por alto detalles que pueden ser
realmente importantes. Cierto es también que es muy amplia la gama de circunstancias
que nos pueden obligar a actuar distinto a nuestra habitual forma lo que
impone de nuestra parte, la cuota necesaria de flexibilidad y mayor atención,
lo que también es posible cuanto más entrenamiento vamos teniendo. Puede
resultar una ayuda de valor, el auxilio de anotar lo que se observa, o usar
protocolos de examen que cada profesional puede elaborar según criterio
o necesidades.
4. Continuidad, cantidad de caballos examinados y tiempo (años): ello otorga
sin duda, rapidez y precisión para detectar, a la postre, experiencia o
pericia, pero en asociación a los puntos anteriores, dado que la sola acumulación
de años de profesión, no asegura destreza para nada, (tampoco para detectar
defectos); pueden transcurrir 40 años entre los caballos, sin aprender nada...
y a tal fin recordemos aquello de la gaviota, que pasa su vida sobre el
arado sin aprender a arar.... Cierto es también que existen personas mejor
dotadas naturalmente para la observación y detección de asimetrías, deformaciones,
ángulos, movimientos anormales, dimensiones, comparaciones, etc, como también
aquellas que también por rasgos de personalidad, pueden ser más o menos
prolijas, más o menos cuidadosas, más o menos ansiosas, etc, lo cual incorpora
a este análisis, algo que no puede quedar de lado, en toda actividad y que
es el aspecto netamente humano. De lo que surge la conveniencia, laboral
en este caso, de conocer las propias limitaciones para intentar alguna corrección
como para que no afecten, el resultado final.
Y aquí surge un aspecto sumamente importante a tener en cuenta. Si bien en el
"barrido visual minucioso", podemos detectar muchos detalles, corresponde luego
que, usando la mayor objetividad, hagamos una selección y asignemos
a cada uno su real importancia; ¿qué significa esto? :
- Que el sobrehueso, cicatriz, movilidad reducida, excoriación, depilación,
depresión o deformaciones en general, -duras o blandas- que estamos observando
pueden no ser causa o efecto de disfunción actual.
- Que pueden no tener (y esto es muy probable), ninguna relación con el
trabajo de herrado que vamos a realizar Ej.: modificar un bajo de talones,
o un chueco para adentro, etc. Por el contrario, aquel nudo deformado en
general o en particular sobre el lado interno, o la deformación dura en
correspondencia a los cartílagos alares, o las razas en cuartas partes,
o las asimetrías del rodete coronario, etc, nos pueden estar señalando alguna
relación entre lo que vemos y lo que debemos hacer; aspectos que en todo
caso deben ser confirmados.
- Que debemos tener un criterio acertado de lo que representa un defecto
(o tara) absoluto, es decir inadmisible en ningún caballo, como puede ser
una desviación de aplomos exagerada e irreversible, patologías esqueléticas
que originen una marcha irregular o comprometan la estabilidad, etc o un
defecto (o tara) relativo, o sea que podrá ser admisible -o no- en relación
a la actividad a que se destine el equino (exigencias a que será sometido
o servicio que prestará), o a las posibilidades de reversión con nuestra
intervención como ocurre en general, con todo lo derivado de mala técnica
de herrado, con lo cual pueden desaparecer también algunas patologías actuales
derivadas de ello, (tendinitis, desmitis, miositis, etc).
Y esto de recoger signos y asignar importancia a cada uno, es lo que a diario
ocurre en medicina veterinaria o humana, cuando se hace un examen clínico o
se revisa una placa radiográfica, o se hace un fondo de ojo, o se practica una
necropsia: siempre podrá detectarse lo inesperado, (que no necesariamente debe
ser algo raro...) como hallazgos ocasionales, pero no todo puede tener valor
para nosotros en ese momento y eso es lo que es necesario aprender a diferenciar.
Ejemplo: podemos advertir deformación en correspondencia a algún cartílago alar
y no tener ello valor en ese momento para lo que debemos hacer con un casco
roto al que fuimos a reparar; asimismo no olvidaremos que una calcificación
prematura y/o unilateral, puede tener como base un desbalance del pie producto
de mala técnica de herrado, por tiempo prolongado...
En un examen compra-venta, obraremos de manera semejante, y son válidas las
mismas consideraciones, pero dejaremos constancia (escrita o no) de todo lo
observado, con las aclaraciones o juicios que correspondan, relacionándolo siempre
con la actividad que desempeñará el equino; sirva esto tanto para una asimetría
más o menos notable producto por ejemplo de una subluxación sacroilíaca, como
para un sobrehueso en la zona de metacarpianos rudimentarios, o una deformación
de muralla del casco con posible origen en alguna patología expansiva, o determinado
tipo de ceños en el casco, o movilidad reducida de una articulación o una opacidad
de córnea, o una cicatriz quirúrgica (?), o una falta de descenso testicular,
un prognatismo, una vulva mal conformada o una sutil desviación del eje de la
cabeza u otras tantas anormalidades.
Lo que no podemos permitirnos, es dejar de señalar todo cuanto hemos visto,
creando dudas sobre la minuciosidad de la revisación o sea dejando la sensación
de haber practicado un examen incompleto; en definitiva serán dudas sobre nuestro
trabajo realizado, siendo más grave aún que algún defecto sea detectado por
terceros después de nuestra actuación incluso con la compra-venta ya concretada;
el siguiente, es un ejemplo real de ello: detección en un segundo examen, de
falta de visión de ojo izquierdo (catarata) en yegua de 4 años comprada (previa
revisación y posterior asesoramiento por el profesional) para ser destinada
a polo. Qué ocurrió aquí?, el primer examen (centrado, según manifestación del
propietario, en la conformación corporal y los movimientos) no sólo fue incompleto,
sino que tratándose la visión, un aspecto particular que el reglamento de polo
contempla particularmente, ello también fue omitido. A veces, es posible revertir
la situación por la vía del reclamo, en cuanto a deshacer la operación, pero
otras, no..., lo que implica que el error técnico, puede causar además un perjuicio
económico de distinta magnitud.
Esto no significa de ningún modo que debamos buscar la infalibilidad absoluta;
por el contrario, sabiendo que es humanamente posible la omisión de errores,
se trata como dijimos antes, de minimizar esa posibilidad, cosa que haremos
durante toda la carrera profesional, y sin mayores esfuerzos a partir de que
tomamos real conciencia de que es así, (ayudado a veces por el gran aporte de
una desafortunada experiencia, lo cual está señalando, la importancia de extraer
rédito del error).
A modo de resumen y conclusión, podríamos ensayar sobre lo expuesto, la ecuación
siguiente:
(claridad de conceptos de disciplinas
de base -propedéutica- + inquietud permanente + rol del docente + correcto uso
de las técnicas aprendidas para examinar + orden para examinar + rédito del
error) - (prisa y vicios de técnica) = POSIBILIDAD DE MIRAR... Y VER.