La programación fetal o imprinting metabólico es una teoría desarrollada a partir de estudios epidemiológicos con humanos en la década del 80. Estos estudios fueron realizados por el médico David Baker en Inglaterra y se fundamentan en que la restricción alimentaria materna puede modificar la expresión génica y producir efectos adversos sobre la descendencia que se mantienen a través de las generaciones.
De manera reciente a nivel mundial se está trabajando con bovinos de carne en el tema. Durante 2013 comenzaron a llevarse a cabo distintos experimentos en las EEA INTA Anguil y Cuenca del Salado (República Argentina).
En los sistemas de producción de cría vacuna argentinos es común que ocurra una restricción nutricional, sobre todo, en el invierno perdiendo el vientre condición corporal (CC).
Hasta ahora se consideraba solamente el estado corporal de las vacas y su futuro desempeño reproductivo, asumiendo que el feto no sufría consecuencias debido a las pérdidas de peso del vientre.
En los vacunos, el ambiente intrauterino durante la gestación tiene influencia sobre el potencial de engorde, sobre la calidad de la carne, sobre la eficiencia reproductiva de las terneras hijas y sobre la sanidad de la progenie (incremento en la mortalidad neonatal y disfunciones respiratorias e intestinales). Investigaciones recientes demostraron que el manejo nutricional del vientre durante el período de gestación tiene un gran impacto sobre el crecimiento posnatal de la cría, así como también, en la calidad de la canal producida.
El número de fibras musculares se define entre el sexto y el séptimo mes de gestación, mientras que la grasa visceral se define en el séptimo u octavo mes y la subcutánea poco antes del nacimiento. El veteado o marmoreado comienza a fijarse durante la gestación pero tiene un período de definición más prolongado ya que llega hasta el octavo mes luego del nacimiento.
El gráfico 1 muestra que a partir del cuarto mes comienza el proceso de adipogénesis, es decir, se define el número de adipocitos (células grasas) que determinarán el futuro nivel de marmoreo o veteado de la canal. Finalmente, a partir del sexto mes de gestación comienza un proceso de hipertrofia de la fibra muscular y de los adipocitos. Una restricción durante este período afectará el tamaño de estas células. En consecuencia, un mal manejo durante los dos últimos tercios de la preñez implicará que la progenie presente un menor peso al nacimiento; resultado, probablemente, de una menor cantidad de fibras musculares y del menor tamaño de estas.
Durante el último tercio de la gestación hay un aumento significativo en el crecimiento del feto y con ello en los requerimientos de nutrientes del vientre. Las fibras musculares crecen en tamaño y de continuarse con una alimentación pobre se reducirá el peso al nacer (ver gráfico 2).
Maresca, S. (2012) comprobó que las vacas con alimentación restringida en el último tercio de gestación paren terneros con un 5% menos de peso y el peso al destete resulta un 7% menor (ver cuadro 1).
Un vientre multíparo debería parir con una condición corporal 6 (de acuerdo a una escala 1 –emaciada- a 9- obesa-) para que no ocurrieran dificultades al parto y fuera favorable el desarrollo posnatal de la cría (Stahringer, R., 2003).
Hasta acá las implicancias en la nutrición de vientres multíparos.
Es común que las primíparas presenten un porcentaje mayor de complicaciones al momento del parto cuando se encuentran muy gordas. En consecuencia, ¿el estado corporal al momento del parto en vaquillonas debe ser distinto para evitar la presentación de distocias?
Definición y caracterización de la distocia
Distocia significa etimológicamente “parto difícil” y en el lenguaje obstétrico se emplea para nombrar al parto que no puede realizarse con la fuerza de la madre solamente, es decir, el parto que tiene lugar con la intervención manual o instrumental del obstetra y que puede deberse a causas maternas, fetales o mixtas (Valti, G., 1969).
Los partos distócicos aumentan la mortalidad perinatal, entendiéndose ésta como la muerte de la descendencia un poco antes, durante o en las primeras 48 a 72 horas de vida después del nacimiento. Incluye a los mortinatos y representan el mayor porcentaje de pérdidas que suceden entre el nacimiento y el destete. Deben agregarse, además, los kilogramos perdidos al destete en los terneros nacidos por distocia (llegando a pesar hasta 16 kg menos al destete que los terneros que no sufrieron un parto distócico -Wittum, T. E., et. al, 1994- ) y presentan un mayor riesgo de contraer enfermedades dentro de los primeros 30 días de vida.
La distocia aumenta el costo de la crianza por los terneros y vientres muertos, por el trabajo de supervisión, por la intervención veterinaria y por el retraso en la futura preñez de las hembras afectadas (Freer, B,, 1994).
Objetivo
En esta comunicación se analizará el efecto de la alimentación en el último tercio de la gestación en las vaquillonas y de los factores inherentes que hacen a una inadecuada relación entre el tamaño de la pelvis materna y él de la cría como causantes de distocias.
Causas nutricionales y factores vinculados a una inadecuada relación entre el tamaño de la pelvis materna y él de la cría
Se ha comprobado que las vaquillonas presentan un mayor número de distocias debido a su inclusión temprana en planteos reproductivos, porque llegan al parto con falta de desarrollo. La tasa de distocia puede ser hasta tres veces mayor en vaquillonas que en vacas (Meyer, C. L., et al., 2001).
El servicio de 15 meses, cada vez más empleado en la Argentina, o aún a menor edad como se realiza en los Estados Unidos en hembras que no han desarrollado su pelvis, o cuando no se empleó semen en inseminación artificial o toros en servicio directo de bajo peso al nacer aumenta la ocurrencia de distocias (Rutter, B., 2013).
Además, un cruzamiento interracial que aumente por complementariedad o vigor híbrido el tamaño de la cría puede aumentar las dificultades al parto (Ebert, J. M., 1990).
Algunos autores mencionan que vaquillonas de primer parto (se hace la salvedad que al parir se categorizan como vacas, pero para mantener el hilo conductor, se las catalogará como vaquillonas, haciendo alusión a que son animales jóvenes que aún se están desarrollando) presentan una casuística superior en tres o cuatro veces a la encontrada en vacas multíparas. Otros autores citan que los partos con dificultad pueden ocurrir hasta en un 40% en las vaquillonas de dos años (vaquillonas entoradas entre los 22 a 24 meses de edad) mientras que es común encontrar sólo entre un 3 a un 4% en los vientres multíparos (Glauber, C. E., 2000).
Los factores climáticos también influyen. El clima frío (temperatura del aire, aproximadamente entre -5 y 10º C y el viento frío) durante el último tercio de la gestación se ha relacionado con una mayor ingesta de materia seca y con un aumento de la concentración de la hormona tiroidea. La sangre y el flujo de nutrientes se incrementan hacia el útero generando un aumento de la duración de la gestación. A mayor gestación, mayor crecimiento del feto (Johanson, J. M. y Berger, P. J., 2003).
Estado corporal
Desde el destete hasta el primer servicio, las vaquillonas tienen que ser alimentadas de manera tal que alcancen como mínimo el 65% del peso adulto en el momento de la inseminación o del entore, lo cual requiere una ganancia diaria promedio de aproximadamente 570 a 800 g durante 200 días, dependiendo del peso inicial, biotipo, condición corporal y ambiente (Ritchie, H. I. y Anderson, P. I., 1995). Si por causas climáticas o de manejo hubiera que practicar una restricción nutricional, las ganancias deberían ser superiores a los 200 g/día para tener un buen comportamiento productivo (altas ganancias de peso) cuando mejore la alimentación (Fernández Mayer, A., 2018).
Empleando como herramienta al monitoreo de la condición corporal (CC) en la escala de 1 a 9 puntos, se establece como nivel óptimo para el primer servicio una CC entre 6 y 7 puntos. Las vaquillonas tienen que mantenerse alrededor de los 5 puntos durante la gestación. Luego de la parición y durante el segundo servicio es conveniente mejorar la oferta forrajera de manera que se logre un balance positivo entre el consumo y el gasto de energía, ya que la hembra tiene que seguir desarrollándose.
Tanto la sobrealimentación como la subalimentación tienen consecuencias negativas en el proceso del parto. La primera conduce al engrosamiento del conducto obstétrico blando, a la hipotonía y atonía uterina y a fetos demasiado grandes. A esto se agrega un aumento de los trastornos puerperales en animales demasiado gordos. La sobrealimentación durante el último trimestre puede dar lugar al depósito adiposo en exceso en el canal de parto en las vaquillonas disminuyendo su diámetro con la consecuente distocia y muerte de la cría (Grunert, E. y Ebert, J., 1990).
La subalimentación, sobre todo en la etapa de crecimiento, produce un desarrollo pélvico insuficiente con las concebidas consecuencias negativas al parto.
Como queda claro, entonces, el tamaño de la cría es la causa que más influye en la presentación de distocias en vaquillonas. El peso del ternero está influenciado por el tiempo de gestación y su sexo (siendo los machos más grandes). Cabe destacar que los machos alcanzan una gestación 1 a 2 días más larga y que el incremento diario de peso del feto se produce en los últimos días de gestación (Ebert, J. M., 1990).
Discusión
Ebert, J. M. en 1990 publicó que una disminución del peso del ternero favorece el parto, pero afecta su capacidad de engorde. Con el aumento del peso de los terneros aumenta el porcentaje de distocias, continúa exponiendo, pero disminuye el porcentaje de pérdidas posnatales; esto último como consecuencia de la mayor vitalidad de los terneros más pesados.
Otros autores sostienen que una restricción nutricional preparto logra bajar el peso al nacer (factor que facilitaría el parto), pero sostienen que el feto completa su crecimiento a expensas del peso corporal de la madre y, finalmente, la relación de peso entre la cría y el vientre es mayor, por lo que no se logran reducir los problemas de parto y se compromete el estado fisiológico del vientre para presentar un próximo celo fértil (Lafontaine, J. A. y Yurno, O., 1993). Maresca, S., et al., en un estudio presentado en el Congreso AAPA durante el Primer Seminario Técnico de Programación Fetal, advierte que la relación de la circunferencia de la cabeza respecto al peso al nacer (cm/kg) de los terneros hijos de vaquillonas con restricción proteica (BP) durante la gestación tardía y de la circunferencia del tórax respecto al peso a nacer eran mayores respecto a los terneros hijos de vaquillonas no restringidas (NR). Ver cuadro 2.
Ambas mediciones, la circunferencia de la cabeza y la circunferencia del tórax (medida a la altura de las paletas), pueden dificultar el parto en vaquillonas (Turinetto, N., 2019).
A una conclusión similar llegó, Batista, et.al, en 2008, pero en este caso, la restricción fue energética durante el último tercio de la gestación.
Consideraciones prácticas
En muchas situaciones, la restricción nutricional puede ser principalmente proteica cuando se utilizan forrajes de baja calidad nutricional como el pastizal en invierno o rastrojos de cosecha gruesa. En consecuencia, algunos estudios recientes se orientaron a evaluar el impacto de la suplementación con concentrados proteicos (PB: 28 a 42%) durante el último tercio de la gestación (Martin, J., et al., 2006; Stalker, et al., 2006; Larson, D., et al., 2009 y Funston, R., et al., 2010). Estas investigaciones coinciden en que no hay diferencias en el peso al nacer pero sí se advierten diferencias de peso al destete que varían en un rango de 7 a 9 kg (ver cuadro 4).
En consecuencia, la suplementación proteica moderada (0,75 al 1% del peso vivo) en el último tercio de la gestación se convierte en una herramienta adecuada para la nutrición de hembras de primera parición.
La medición del área pélvica (AP) preservicio permite disminuir los problemas al parto. Como se mencionó que la principal causa de distocia es una mala relación entre el tamaño de la pelvis de la madre y el del ternero al nacer. Es decir, cuando el ternero es grande o la madre es chica o ambas cosas a la vez, los problemas al parto aumentan. Por lo tanto, si se descartan aquellas vaquillonas que no alcanzan una medida de AP mínima preservicio (por ejemplo: 140 cm2), los problemas se reducen. Investigaciones realizadas en Nebraska, EE.UU., analizaron la relación entre el AP preservicio, peso al nacer (PN) de los terneros e incidencia de distocia. Observaron que aquellas hembras que tenían mayores AP tenían menores dificultades al parto, aun pariendo terneros más pesados. A partir de ello, relacionaron numéricamente el AP y el PN mediante la siguiente ecuación AP/PN. Cuando el resultado de este cociente era superior a 4,7, las vaquillonas parían normalmente, en tanto que en la medida que el número era menor, aumentaban los problemas al parto (ver cuadro 5).
La aplicación práctica de esta ecuación posibilita elegir los toros a utilizar según el AP de las vaquillonas. Si se divide el AP por el “factor de seguridad” (4,7) se obtiene el peso a nacer máximo que pueden transmitir los toros para que no haya problemas. Por ejemplo, una vaquillona con un AP de 140 cm2 debería parir sin dificultades un ternero de hasta 30 kg (140%4,7= 30).
Conclusión
La prevención de las distocias en vientres primerizos radica en ofrecerles una adecuada alimentación a las vaquillonas sin que se engrasen en demasía y en el empleo de semen o de toros en servicio natural que garanticen bajo peso al nacer. Es importante, además, que en el tacto rectal o en la ecografía preservicio, técnica fundamental para la determinación de la madurez reproductiva de las vaquillonas, el veterinario evalúe el área pélvica.
Las cabañas y centros de inseminación artificial responsables presentan catálogos de animales que se caracterizan al respecto. No obstante de ocurrir, si se realiza un diagnóstico precoz y se procede criteriosamente a dar una solución a tiempo, se podrá obtener una cría viable y un vientre que se recuperará rápidamente.