La virulencia de los últimos cruces entre el gobierno y la Sociedad Rural volvieron a poner en foco la actualidad de la ganadería argentina.
¿Las vacas dejaron de ser negocio, los productores enfrentan una crisis terminal?.
Osvaldo Barsky, economista, Master en Sociología Agropecuaria e investigador principal del Conicet, es uno de los expertos más prestigiosos de Argentina en estos temas. Aquí, aporta un análisis técnico que ayuda a pensar un tema clave que a veces queda demasiado envuelto en el ruido político.
¿La ganadería pampeana está en crisis?
No hay crisis, para nada. La ganadería está experimentando un fenómeno muy rico: la suba de los precios agrícola es de tal magnitud que ha puesto en valores económicos sustentables la posibilidad de hacer agricultura en tierras tradicionalmente muy ganaderas. Entonces hay una gran presión en la región pampeana para el desplazamiento de la ganadería. En el norte, fuera de la tradicional región pampeana, se encuentra hoy el 35 por ciento del rodeo.
¿Esos cambios arruinan el negocio?
La ganadería no está desapareciendo como negocio. Tome datos de inversión: los brasileños compraron cuatro grandes frigoríficos. ¿Alguien puede pensar que lo hicieron para perder plata? Los precios internacionales son muy elevados y los internos, razonables.
Pero las organizaciones dicen que los precios para el productor son muy bajos
El Índice Novillo del Mercado de Liniers está ahora en torno a 2,27; justo antes de la devaluación estaba en 0,70: se multiplicó el precio de la carne por tres para el productor. Además, históricamente el precio estuvo entre los 0,60 y 0,70 centavos de dólares, es decir que no está hoy por debajo del promedio histórico.
¿Hay una caída del stock ganadero?
Al contrario, algunos expertos calculan que ha subido, que pasó de 50 millones a 55 millones de cabezas. No hay para nada una situación por liquidación de stock por bajos precios, la gente que liquida es porque se pasa a la agricultura.
¿Bajó la producción?
No. Al haber un cambio tecnológico tan grande –en la ganadería es menor que en la agricultura pero igual es
importante- con el mismo stock ganadero se puede aumentar mucho la producción porque sube fuertemente el nivel de parición y engordan mucho más rápido los animales.
¿Exportamos mucho menos de lo que podemos?
El gobierno en este momento permite exportar entre 40 a 50 por ciento de lo que fue el pico máximo histórico. Es una cifra razonable, que permite exportar con altos beneficios para toda la cadena y abastecer al mercado interno a un precio que ha subido pero que no ha impedido seguir consumiendo.
¿Qué pasaría si se liberara totalmente?
Uruguay siguió ese modelo, exporta el 75 por ciento de lo que produce y hoy el precio del kilo de lomo es de 47 pesos argentinos, con un promedio salarial mucho más bajo que el nuestro.
¿Pero el productor no pierde por los límites a la exportación?
El productor está dejando de ganar en su imaginario.
Piensa: si yo esto lo pudiera exportar sin retenciones ganaría mucho más. Pero es imaginario, porque si el gobierno deja caer el dólar, como en Brasil, a 1,90, ese imaginario se diluye.
¿Las retenciones están ahogando a los productores?
Las retenciones, con ese nombre o con otro, existen desde 1918 como mecanismo para diferenciar precios internos y externos. Se usaron siempre salvo en el período del atraso cambiario de Martínez de Hoz y de Cavallo, que eliminaron el mecanismo, lo que fue mucho peor para el sector porque el tipo de cambio estuvo tan retrasado que las pérdidas fueron mucho más importantes que las que supuestamente ocurren ahora.
Algunos dicen que las retenciones sirven para financiar el clientelismo del Gobierno
El problema es que el Gobierno no explica todo el circuito económico, todo lo que vuelve al sector agropecuario vía créditos de Bancos Nación y Programas de Fomento provinciales o por el subsidio al precio del gasoil. Además, todo lo que es producción de insumos para el agro, por ejemplo el sector de maquinaria o la producción de urea, la cuadriplicación del presupuesto del INTA, está siendo fuertemente estimulado. La masa de transferencia que recibe el campo vía subsidios es formidable, pero el productor tiende a no contar nada de lo que lo beneficia en los costos.
¿Qué tan grave es la situación de los ganaderos?
A la agricultura la va extraordinariamente bien. Ya le iba muy bien, pero el impacto de las últimas subas de los precios internacionales es excelente. El trigo, por caso, se fue de 150 a 200 dólares en seis meses, el girasol duplicó el precio.
¿Cómo calificaría las ganancias de ese sector?
Son de las más altas a nivel mundial. Una persona que se dedica a la agricultura hoy en la provincia de Buenos Aires puede sacar una ganancia anual de entre el 70 y el 80 por ciento. Nosotros hacemos estudios de historia económica agraria y concluimos que nunca hubo una rentabilidad tan excepcional, ni siquiera en el famoso principio del Siglo XX.
¿Para todo el sector?
No; déjeme ponerlo así: esas ganancias son para el productor que es dueño de su tierra. Si no lo es, el productor debe pagar una renta, que se lleva un porcentaje interesante. También varía respecto de la calidad de la tierra. Pero la ganancia global, para el dueño de la tierra y la explotación es altísima.
¿Cuánto gana un productor con 300 hectáreas en una buena zona de la provincia?
Si alquila saca una renta de 120 mil dólares por año. Si lo produce saca más.
¿Esto se debe sólo a la excepcional demanda de granos china e hindú, como se dice habitualmente?
No, es la combinación de tres factores. Primero hay un nivel de precios internacional altísimo. Segundo un tipo de cambio favorable, en el sentido de que es alto en comparación, al menos, con los países vecinos.
Tercero, hay un abaratamiento de los costos producto del cambio tecnológico.
¿Cuál es el principal déficit en ese campo?
Quizá el principal déficit del país hoy, que encarece la producción global, es el de transporte. Si hubiera transporte interno de otra calidad, por ejemplo con trenes que funcionarán bien, ya que el transporte por carretera es muy anti económico y por ríos casi inexistente, los costos serían aún más bajos.
¿Este es un gobierno anti campo?
Lo curioso es que es un gobierno que tiene una política estructural profundamente favorable al sector agropecuario, basada esencialmente en que la combinación del tipo de cambio y el precio internacional, aun restando retenciones, le dejan al sector un margen de ganancia muy alto. Pero a la vez, el manejo político coyuntural es muy malo.
¿La intervención de Liniers fue un error?
Fue una aberración. (El secretario de Comercio Guillermo) Moreno es tan inepto como economista que cada vez que interviene un mercado, lo hace tan mal que produce el efecto contrario al que dice perseguir.
Al prácticamente eliminar Liniers ennegreció la comercialización, con lo que un montón de matarifes, al no haber el precio testigo, hicieron cualquier cosa.
¿La política actual es muy intervencionista?
Los países centrales son mucho más intervencionistas con el campo. En Estados Unidos, por ejemplo, las cosas están mucho más reguladas: hasta se le dice al productor, todos los años, qué cosas puede sembrar y qué cosas no. Lo que pasa es que cuando el gobierno interviene aquí, por cierta torpeza, provoca mucho ruido.
Contra ese marco ¿cómo se explica el discurso de Miguens?
No hay razones técnicas económicas para un discurso tan duro, en la época de la intervención a Liniers sí las había. Pero hoy no. Entonces, me parece que el discurso se explica en el marco de los micro climas políticos de la ciudad de Buenos Aires después de la última elección y porque en La Rural hay elecciones internas.
¿Es representativa La Rural?
Tiene diez mil socios, pero no está claro cuántos son productores agropecuarios, porque no es necesario serlo para asociarse. Yo diría que es una entidad –un grupo de presión- exclusivamente de la ciudad de Buenos Aires, no del agro argentino. Los grandes productores, los que innovan y se modernizan más no están hoy en ninguna organización, por lo menos no a la cabeza.
¿Cómo evitar estos chispazos a futuro?
Es imprescindible sentar a los actores a discutir una ley Agraria del tipo de la de EE.UU o México, con acuerdos estructurales a largo plazo sobre precios, transporte, cambio técnico, apoyo tecnológico y que a su vez se ajuste una vez al año para contemplar las variaciones del mercado. Pero ni el gobierno ni las organizaciones agropecuarias proponen hoy un acuerdo estratégico de mediano y largo plazo de este tipo.
¿A quién debe creerle el productor?
El productor tiene que razonar mirando su bolsillo, tiene que ver como estaba con el uno a uno y como pasó a estar después de la devaluación, qué le pasó con las deudas que ya no tiene, cómo ha renovado con sus vehículos. Todo esto no es un hecho mágico. Pero el gobierno no sabe explicar lo bueno que hizo. (DIB)