Los sistemas de producción de carne presentan gran diversidad de escenarios dependiendo de las áreas y regiones donde se desarrollen. La introducción de tecnología ha generado contextos y alternativas que, en muchos casos, supera la utilización exclusiva de los tradicionales pastizales y praderas como la base nutricional del sistema de producción.
En establecimientos con aptitud agrícola-ganadera la utilización de residuos pos-cosecha, la rotación de praderas con cultivos, el pastoreo de cultivos de servicios o verdeos estacionales, el encierre para engorde final de los animales, entre otras alternativas nutricionales y de manejo, generan diferentes oportunidades para maximizar la producción de carne y planificar estratégicamente el control parasitario de los animales.
Cualquiera sea el escenario productivo, la tendencia se orienta a la intensificación de los sistemas, con el objetivo de aprovechar al máximo las superficies del campo destinadas a la producción de carne en cualquiera de sus etapas –cría, recría, finalización-.
La recría de machos y hembras: clave en la producción de bovinos
En los sistemas de producción tradicionales, la recría comienza a partir del destete de los animales (6-8 meses de edad) hacia fines del verano/ principios de otoño. Machos y hembras arrancan una etapa de crecimiento y desarrollo sobre pasturas con diferentes niveles de infección parasitaria y con bajas posibilidades de reaccionar inmunitariamente, producto de la baja exposición a los parásitos durante la cría y el desarrollo insuficiente del sistema inmunitario. No obstante, se trata de un animal joven que comienza una etapa de desarrollo con el mayor potencial de conversión del alimento en huesos y músculo. Para la economía del sistema, es el período donde se producen los “tejidos más baratos”.
Una dieta con base pastoril durante la recría, con buenos niveles de proteína, garantizará un desarrollo apropiado de la onda apendicular de crecimiento de los animales, la cual, se produce entre los 6 y 18 meses de edad. Esta onda de crecimiento generará la conformación esquelética y muscular final de los machos y hembras. Por esto, es importante, que además del balance nutricional apropiado, no existan limitantes que impidan el crecimiento de huesos y desarrollo de la estructura muscular. Resulta apropiado remarcar que la onda de crecimiento no se recupera si resultó afectada durante el período de recría.
La recría de base pastoril será la etapa de menor costo para el sistema de producción y permitirá llegar al desarrollo y peso apropiado de los machos para iniciar la etapa final de engorde, con la terminación de tejidos grasos de infiltración muscular –marmolado de la carne- y de cobertura (“tejidos caros”). Para las hembras, es el período de crecimiento que define la estructura esquelética y muscular para mantener el “frame” genético si se destinan al reemplazo del refugo de madres del rodeo; además, se conforma el área pélvica cuya apropiada amplitud disminuirá la incidencia de distocias al parto.
Surge con claridad que la recría de machos y hembras es una etapa clave en la productividad del sistema y, además, el “período buffer” que puede ayudar al ganadero a tomar decisiones sobre el destino final de los animales de acuerdo a las condiciones nutricionales, cambio de costos de producción, oportunidad de negocio, etc. Por esto, también evidencia que se trata de una categoría muy sensible a las variables externas y a las del propio sistema de producción, donde la sanidad en general y el control de los parásitos internos en particular, juegan un rol preponderante en la rentabilidad final de la empresa.
Contexto epidemiológico de las infecciones parasitarias
Dinámica de la infección parasitaria en las pasturas
Los destetes se desparasitan y se completa el esquema de vacunas que correspondan. Una vez transferidos a las pasturas, los animales encuentran infecciones residuales de parásitos en el pasto que han logrado sobrevivir el verano. Esto se conoce como pie de infección parasitaria y va a depender del nivel de infección con que la pastura terminó el ciclo anterior de producción y las condiciones climáticas que reinaron durante el verano. También, del manejo que se haya hecho de la pastura durante ese período.
Desde el comienzo del pastoreo los animales ingieren larvas infectivas con el forraje y en 3-4 semanas excretan huevos de parásitos con la bosta. Dado que en ese momento los animales tienen un nivel inmunitario bajo, progresan los niveles de contaminación de las pasturas llegando a un pico hacia mediados/fin del invierno (julio-agosto). Esa masa de huevos, solo interrumpida por eventuales tratamientos, se va convirtiendo en un período de 3-6 semanas en una gran cantidad de larvas que son ingeridas por los animales en el pastoreo. La gravedad de la infección parasitaria de la pastura y los efectos sobre los animales, tendrá una fuerte dependencia del régimen de precipitaciones del período.
A mayores lluvias, aumento de larvas en el pasto, por el contrario, los años secos, condicionan una menor infectividad del pasto.
Dinámica de la infección parasitaria en los animales
Durante el período de recría, se pueden acumular una gran cantidad de lombrices en el cuajo (Ostertagia, Haemonchus, Trichostrongylus) y en los intestinos (Cooperia, Nematodirus, Oesophagostomum). Esta infección parasitaria multi-genérica ocasiona severas limitaciones a la productividad de los animales cuando el programa de control es deficiente. En algunos establecimientos de la Pampa Húmeda, pueden sumarse infecciones por la lombriz de pulmón (Dictyocaulus) y por ectoparásitos (sarna y piojos) lo que agrava el cuadro descripto. En áreas del NEA y NOA, el predominio de algunos parásitos cambia y el contexto epidemiológico de los parásitos gastrointestinales durante la recría, se puede alargar 2-3 meses como consecuencia de temperaturas más favorables para los parásitos y razas/cruzas de animales con desarrollo inmunitario más lento.
La última etapa de la recría la transitan durante primavera. En este período, los animales ya han desarrollado un buen nivel de inmunidad contra los parásitos y la excreción de huevos en la materia fecal comienza un paulatino descenso. El crecimiento natural del pasto disminuye el riesgo de infección de los animales, aunque una proporción importante del nematodo Ostertagia inhibe su desarrollo en las glándulas gástricas. Este parásito reanudará su ciclo con intensidad desde mediados del verano en adelante, generando nuevamente un cuadro clínico serio en los animales de 18-20 meses de edad si no se ha procedido a su control estratégico.
La secuencia epidemiológica descripta se desarrolla casi inevitablemente año tras año y la seriedad de los efectos sobre la productividad de los animales dependerá fundamentalmente de las lluvias, nivel nutricional, manejo de los animales y del programa de control parasitario que implemente cada establecimiento ganadero.
Pérdidas directas ocasionadas por los parásitos internos en la recría de machos y hembras
Lesiones y alteraciones provocadas por los parásitos gastrointestinales
Las infecciones parasitarias incluyen diversos géneros y los de mayor impacto económico se localizan en el cuajo y en el intestino delgado. Las larvas ingeridas con el forraje inician un proceso de desarrollo hacia los estadios adultos en las glándulas de ambos tramos del tubo digestivo. Esa evolución se acompaña con un aumento de 6-8 veces del tamaño del parásito, generando cambios profundos en la estructura celular de las glándulas y, sobre todo, de las secreciones con actividad digestiva. Se suma una disminución del consumo que afecta 20-30% la ganancia de peso de los animales.
Como resultado de las infecciones parasitarias, la digestibilidad de las proteínas estará seriamente dañada, subutilizando un recurso fundamental en esa etapa de crecimiento. Se suma la pérdida de proteína plasmática (albúmina especialmente) a partir de las microlesiones que se producen en la mucosa de esos órganos. En regiones más cálidas donde la lombriz grande de cuajo –Haemonchus- tiene alta prevalencia, se suma el importante efecto anemizante de este parásito. El cuadro se completa con problemas de absorción de minerales, vitaminas y oligoelementos vitales para el crecimiento y desarrollo corporal.
Clínicamente, en infecciones severas de 2-3 meses de curso, los animales presentan diarrea como consecuencia de los altos niveles de proteína que se acumulan en el tracto intestinal, con el olor característico de la putrefacción causada por bacterias. Este cuadro se traduce en una importante pérdida de peso y de estado corporal.
Cuando los niveles de infección parasitaria de las pasturas son moderados-bajos, la expresión clínica de la enfermedad en los animales pasa usualmente desapercibida, aunque las pérdidas en la productividad serán significativas hacia la terminación del período de recría –pérdidas subclínicas-.
En definitiva, estimando las pérdidas directas –carne y hueso- se aprecia un considerable impacto económico asociado a las infecciones parasitarias de los bovinos en crecimiento de las diferentes regiones ganaderas de Argentina. Los cálculos presentados en la siguiente gráfica, son muy conservadores -considerando una pérdida de 15 kg/ animal- teniendo en cuenta que el ganadero aplica algún tratamiento antiparasitario durante la recría.
Estimación de las pérdidas anuales directas por parásitos internos en los bovinos
El control de los parásitos internos de los bovinos
En la práctica, el control de las infecciones parasitarias se basa –desde hace décadas- en la aplicación exclusiva de antiparasitarios, pocas veces acompañada por medidas de manejo que contribuyen a mitigar el problema. Cada establecimiento ganadero tiene su problemática parasitológica particulary dinámica, obligando a una atención profesional permanente.
Se suma el progresivo aumento del fenómeno de resistencia a los diferentes antiparasitarios, haciendo que el control sustentable necesite de un correcto diagnóstico de situación, complementado por el monitoreo parasitológico de la recría entre el destete y la primavera.
La oportuna aplicación de los antiparasitarios–sin resistencia- en el período de recría podrá minimizar significativamente las pérdidas en producción ocasionadas por las infecciones parasitarias.