El raigrás anual es hoy en día el recurso forrajero invernal que se está imponiendo en la zona por la gran producción de pasto en cantidad y calidad durante los meses más fríos del año, complementando al campo natural y/o a las pasturas tropicales en la cadena forrajera correntina.
El raigrás anual es una especie de gran producción pero muy exigente en su manejo. La siembra es el primer paso para lograr la implantación de un buen verdeo y debemos tener cuidado en la preparación del suelo, la calidad de la semilla, la elección de la variedad y la fertilización, para comenzar el pastoreo lo antes posible.
El otoño es la época de siembra, en general las mejores implantaciones se logran en siembras de abril, ya que evitamos los "golpes de calor" que pueden quemar las plantitas recién emergidas (marzo) y logramos una siembra temprana de manera de extender el período de utilización al máximo posible.
Decididos a sembrar raigrás la preparación del suelo es una medida importante dado que cuanto más prolongado sea el barbecho mejor será la implantación, permitiendo un mejor control de malezas, mayor almacenaje de agua y descomposición de los restos vegetales. Existen dos formas de preparar el suelo en forma muy diferente, una es la labranza tradicional y la otra la labranza cero o química.
La labranza tradicional (rastra de discos y dientes) incorpora el material vegetal al suelo (pastos y malezas), lo airea y permite la descomposición de los restos vegetales, con lo cual tendremos una mayor cantidad de nutrientes disponibles para las futuras plantas. Mientras que la labranza química, comúnmente realizada con glifosato previo a la siembra, quema el pastizal y las malezas del suelo sin alterar su estructura, por lo cual la descomposición de residuos vegetales es menor, la cobertura determina temperaturas de suelo inferiores y la incidencia de insectos de suelo suele ser mayor.
En suelos preparados con labranza tradicional la semilla queda en mejores condiciones para la germinación, es más adecuado el contacto semilla-suelo y la profundidad de siembra lograda, así obtendremos una emergencia más rápida y uniforme. A esto se suma una mayor disponibilidad de nutrientes inicial (mineralización de restos vegetales), y en consecuencia se logra anticipar el inicio de la utilización (corte o pastoreo), y obtener una mayor producción total de forraje acumulado. Sin embargo, debemos destacar las grandes ventajas de la labranza cero o química, como la facilidad y oportunidad de realización de labores y siembras, que libera al productor de retrasar la siembras por no conseguir maquinaria o por estar el suelo muy seco o demasiado húmedo. A esto se suma que como en la labranza química no movemos el suelo, la erosión se minimiza, "el piso" es mejor y el pisoteo de la hacienda menor al iniciar el pastoreo, especialmente en inviernos lluviosos.
La recomendación sería a la hora de sembrar raigrás sobre un antecesor de campo natural realizar labranza convencional para dominar el pastizal, y en los siguientes años, para promover la resiembra natural y conservar el suelo: labranza cero.
En la implantación de una pastura tiene una gran importancia la calidad de la semilla utilizada. Si sembramos semillas de mala calidad vamos a tener problemas de implantación (emergencias tardías, falta de plantas, malezas). Por eso recomendamos realizar análisis de calidad de semilla previos a la siembra.
El Valor Cultural ó Semilla Pura Germinable (% SPG), es un parámetro calculado multiplicando pureza y germinación, que nos da una idea de la calidad de la semilla. En base a ese cálculo se determinará la densidad de siembra óptima (Kg/ha de semilla), en raigrás anual con semilla de buena calidad (72 % SPG) deberíamos sembrar de 20 a 25 kg/ha (para diploides o tetraploides, respectivamente).
Implantación buena
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Implantación mala La elección de la variedad es una cuestión fundamental, dado que existen diferencias en tolerancia a enfermedades (roya), crecimiento y desarrollo de las plantas, que determinarán la producción de forraje. En Mercedes, las variedades de mejor comportamiento en los últimos años han sido LE 284, INIA Cetus, Ribeye y Bill.
Es necesario tener en cuenta que el raigrás es una especie muy exigente en fertilidad, y que nuestros suelos son ácidos y pobres en fósforo, nitrógeno y materia orgánica. La fertilización con fósforo es imprescindible, se recomienda agregar como mínimo 80 kg/ha de superfosfato o fosfato diamónico a la siembra e incorporada al suelo. Si agregamos diamónico es mejor, porque además del fósforo, estamos sumando algo de nitrógeno, que va a ayudar a acelerar el desarrollo inicial de las plantitas. La mejor respuesta a la fertilización con nitrógeno se logra fraccionando la aplicación para permitir que el nutriente esté disponible para la planta y evitar que se pierda (volatilización o lavado) echo más probable si se aplica todo junto. La recomendación es una dosis de 50 kg/ha de urea al macollaje y otra de 50 kg/ha de urea luego del primer pastoreo, lo que permite un uso más eficiente del nutriente.
Antes del primer pastoreo es inevitable que se den dos condiciones: el anclaje y la cobertura inicial. Se logra un buen anclaje cuando el animal al pastorear corta el pasto (come solo hojas), pues si arranca completamente la planta se producirá un raleo. La cobertura será adecuada con un 75 % del suelo cubierto, sino debemos esperar que la planta macolle y se desarrolle un poco más, ya que los espacios libres que queden van a ser sitios disponibles para que los ocupen las malezas. En general, debemos esperar alrededor de 60 - 70 días desde la siembra para iniciar el pastoreo, pero esto puede variar con el año (lluvias y temperatura) y con la fertilización.
La planificación de la utilización en base a un sistema rotativo es muy importante para hacer un uso eficiente del pasto, la altura del forraje es una buena herramienta a tener en cuenta el momento de rotación, maximizando las ganancias de peso o por superficie según se desee.