En periodos de estrés por calor el ganado vacuno pierde fluidos y nutrientes que son esenciales para una óptima producción. La combinación de calor y humedad compromete la capacidad de las vacas para disipar el exceso de calor corporal.
Los sistemas de control físico de la temperatura son esenciales para luchar contra el calor ambiental; sin embargo, cada vez es más evidente que estas medidas no son suficientes para mitigar las consecuencias fisiológicas del estrés por calor.
Definición e impacto del estrés por calor
El estrés por calor comienza cuando la capacidad de la vaca para disipar el calor es excedida por el calor generado por el metabolismo y las condiciones ambientales. La humedad es también un factor importante que contribuye al estrés generado y la principal forma de cuantificación es el índice de temperatura-humedad (THI).
Las vacas lecheras son especialmente propensas a aumentar el calor metabólico, debido en parte a su dieta rica en energía, alto consumo de alimento y la actividad metabólica necesaria para la digestión y la producción de leche. Estos factores conducen a excesiva temperatura corporal durante períodos de estrés por calor lo que se traduce en reducciones de la tasa de concepción entre el 10-20% en los EE.UU, teniendo un mayor impacto en las regiones subtropicales y desérticas.
La vaca lechera afectada por el estrés por calor afronta una serie de cambios fisiológicos y de comportamiento que ayudan a controlar sus efectos negativos.
Una de las más importantes es el descenso de consumo de materia seca, que puede llevar a un balance energético negativo. Como consecuencia se produce un deterioro en la producción láctea y componentes de la leche.
La reducción en el rendimiento reproductivo de vacas de leche y carne están bien documentadas y puede ser particularmente costosa para el productor. Una gestación se valora a menudo en más de $300 USD. Por lo tanto, es importante gestionar los periodos de estrés térmico para evitar el calor o bien favorecer una recuperación lo más rápida posible.
Cómo afecta el estrés por calor a la reproducción
Las alteraciones del rendimiento reproductivo se producen por 3 mecanismos principales: 1) la reducción de la intensidad del celo, 2) la reducción de la tasa de fertilidad y, 3) el descenso de la viabilidad del embrión.
Todos los mamíferos tienen mecanismos fisiológicos para el control del estrés, como el estrés por calor. Uno de estos mecanismos en la vaca lechera es la redirección del flujo de sangre desde el núcleo del cuerpo hacia la periferia para favorecer la refrigeración. Este proceso puede conducir a la pérdida del flujo de nutrientes celulares que, a su vez, puede dificultar el desarrollo del folículo, embrión y feto.
Otro mecanismo de adaptación es la regulación de la temperatura corporal mediante la reducción de la ingesta de alimento. Es bien sabido que la digestión genera calor, así que en teoría reducir el consumo de alimento puede reducir el aumento excesivo del calor corporal. Sin embargo, la reducción en el consumo de alimento puede también dar lugar a reducciones significativas en el consumo de energía y nutrientes. Si la reducción es lo suficientemente grande incluso puede conducir a un aumento del riesgo de acidosis. Esta caída en el consumo de alimento puede afectar ciclicidad, además del establecimiento de la gestación y el desarrollo fetal.
La temperatura corporal elevada afecta negativamente a todo el proceso reproductivo.
Los ovocitos se ven afectados por una temperatura corporal central elevada durante los primeros 5-6 días de desarrollo (100-120 días antes de la ovulación).
El estrés por calor también puede desencadenar efectos negativos para el folículo, viéndose más folículos pequeños y medianos con reducida dominancia folicular. Hay una relación estrecha entre estas alteraciones del folículo y los cambios en el sistema endocrino que tienen como resultado menores niveles de estradiol, lo que a nivel práctico se traduce en alteraciones de la duración e intensidad del estro e incremento de anestro (Gwazdauskas et al., 1981; Wolfenson et al., 1988). Altas temperaturas 10 días antes del celo se asocian con menor fertilidad (Al-Katanani et al. 1999) pero incluso después de la fertilización puede haber pérdidas importantes de gestación, cerca del 10% al día 40-50 (Garcia-Ispierto et al., 2006). Cuando se asocia THI y pérdidas embrionarias la correlación es clara y en conjunto todos estos efectos reducen las tasas de concepción y preñez y la supervivencia del feto.
Si el estrés por calor coincide en el tiempo con la ovulación y maduración de los ovocitos puede desencadenar un desarrollo lento o anormal del embrión (Putney et al., 1989) y se ha demostrado que tienen reducida su capacidad para desarrollarse a blastocistos tras la fertilización (Zeron et al., 2001; Al-Katanani et al., 2002), reduciendo las oportunidades de gestación.
Estrés por calor y nutrición
Los déficits nutricionales contribuyen a un anestro post-parto prolongado. La interacción con factores genéticos, ambientales o de manejo también afectan la duración del anestro. Hay una relación inversa entre balance energético y el tiempo en que la actividad ovárica comienza tras el parto. Un consumo inadecuado de nutrientes resulta en una pérdida de peso y condición corporal y finalmente en el cese del ciclo ovárico. Un anestro prolongado postparto es el principal factor limitante de una reproducción eficiente, puesto que no hay desarrollo folicular ni maduración folicular.
Alivio del calor desde el interior de la vaca
Los efectos negativos del estrés por calor son variados pero la alteración reproductiva por si misma puede tener un impacto significativo en la vaca de leche. Las soluciones de alivio físico del calor (duchas, ventiladores, sombra) son necesarias y han demostrado su eficiencia, pero las medidas nutricionales son compatibles y muy efectivas. Las soluciones nutricionales durante el estrés por calor deberían incluir electrolitos, vitaminas y otros nutrientes y deberían favorecer el consumo de agua y alimento para mantener el balance energético y de nutrientes un adecuado pH ruminal y algunos componentes como betaína, que han demostrado una reducción de la temperatura corporal.
En todo caso no se puede obviar el valor de la hidratación, proporcionando agua fresca en abundancia junto con los nutrientes necesarios para ayudar a mantener la “salud celular” necesaria para una correcto metabolismo y función reproductiva.
Bibliografía
Hansen, P.J. 1997: Effects of environment on bovine reproduction. Pages 403-415. In: Current Therapy in Large Animal Theriogenology. R. S. Youngquist (Ed). W. B. Saunders, Philadelphia.
Putney D. J., Mullins S., Thatcher W. W., Drost M., Gross T. S. 1989. Embryonic development in superovulated dairy cattle exposed to elevated ambient temperatures between the onset of estrus and insemination. Anim. Reprod. Sci. 19, 37–51
Zeron, Y., A. Ocheretny, O. Kedar, A. Borochov, D. Sklan, and A. Arav. 2001. Seasonal changes in bovine fertility: Relation to developmental competence of oocytes, membrane properties and fatty acid composition of follicles. Reproduction 121:447–454
Gwazdauskas, F. C., W. W. Thatcher, C. A. Kiddy, M. J. Paape, and C. Z. Wilcox. 1981. Hormonal patterns during heat stress following PGF2α-tham salt induced luteal regression in heifers. Therio-genology 16:271–285.
Wolfenson D., Flamenbaum I., Berman A. 1988. Dry period heat stress relief effects on prepartum progesterone, calf birth weight, and milk production. J. Dairy Sci. 71, 809–818
Al-Katanani Y. M., Webb D. W., Hansen P. J. 1999. Factors affecting seasonal variation in 90 day non-return rate to first service in lactating Holstein cows in a hot climate. J Dairy Sci. 82, 2611–2615
García-Ispierto I, López-Gatius F, Santolaria P, Yániz JL, Nogareda C, López-Béjar M, De Rensis F. Relationship between heat stress during the peri-implantation period and early fetal loss in dairy cattle. Theriogenology 2006;65:799-807.