En los últimos años, en varios talleres y charlas desarrollados con productores y técnicos, tanto independientes como vinculados a cooperativas de Argentina y otros países, me han ido planteando cada vez con mayor frecuencia el problema de la falta de continuidad en la conducción de las empresas rurales.
“Mis clientes están envejeciendo y no hay nadie que quiera seguirlos en el campo”, “La gente grande no quiere más problemas, venden la hacienda y alquilan el campo. Estamos perdiendo hectáreas vinculadas con la cooperativa”, y el problema se repite referido a litros de leche, novillos o tonelaje de granos que salen del circuito comercial local.
¿Porqué lo planteo como una paradoja?
Porque el escenario futuro para la actividad rural, especialmente en nuestro país, es cada día más favorable, el solo dato de Naciones Unidas a través de la FAO: “En los próximos 40 años la humanidad deberá producir más alimentos que en los últimos 10.000 años de historia juntos” nos muestra que habrá un aumento constante en la demanda de alimentos y las actividades vinculadas con el negocio agropecuario, pero estas oportunidades las podrán aprovechar solamente aquellos que sigan en el negocio directamente produciendo o indirectamente mientras conservan la tierra y la hacienda aunque no las manejen personalmente.
Ordenar el traspaso de la dirección y el gerenciamiento de la empresa es algo que lamentablemente muchos productores dejan para último momento, tal vez pensando que nunca envejecerán, que no se irán cansando o perdiendo la memoria con el paso de los años, y entonces, el día que ya no pueden seguir adelante se encuentran con que sus hijos, al no tener claro un lugar o un proyecto en la empresa, decidieron llevar su vida por otro camino y no piensan en abandonar sus emprendimientos para integrarse nuevamente a ella.
Otros tal vez quisieron encontrar ese lugar pero no se pudieron poner de acuerdo o chocaron por diferencias de carácter u objetivos con sus padres y también decidieron apartarse, las consecuencias ya las conocemos: Cuando se pierde la continuidad y se envejece, primero se vende la hacienda y las máquinas y se alquila el campo hasta que a la larga los sucesores que generalmente no están informados de las buenas perspectivas del negocio terminan vendiéndolo
A otro nivel lo mismo ocurre con los profesionales o las cooperativas.
Si quieren seguir manteniendo sus negocios o servicios como han hecho tradicionalmente, asesorando o acopiando y nada más, seguramente se verán amenazados por el éxodo de estos productores que irán dejando la actividad, pero si se deciden a armar nuevos servicios como por ejemplo la administración o el manejo de esos establecimientos lecheros o planteos de cría o agrícolas, seguramente esas familias decidirán conservar los campos en producción como resguardo patrimonial, y entonces esas cabezas de hacienda o toneladas de grano no migrarán hacia otras empresas más grandes.
Entonces, si queremos que el proceso de traspaso generacional se haga con mayores probabilidades de éxito, sería bueno tener en cuenta, entre otras, estas sugerencias:
1º- Evaluar objetivamente el potencial de la empresa para sustentar familias.
¿Cuántas familias podrán hacer retiros y subsistir si se mantiene la escala actual de la empresa?, ¿a cuántos hijos interesados en integrarse y continuar con la actividad rural podremos integrar?, ¿Qué pasaría si buscamos actividades productivas que no dependan exclusivamente de la superficie?...
2º- Conocer las expectativas y objetivos de los demás miembros de la familia.
Parece mentira y no deja de sorprenderme lo poco que se conocen dentro de las familias las expectativas y objetivos de sus diferentes miembros. Si no sabemos cómo ven nuestros hijos su relación con la empresa a futuro, ¿Cómo hacemos para integrarlos o analizar la transición cuando hayamos envejecido?.
3º- Estimular la buena comunicación sin forzarla.
Hablar y escuchar, conocer nuestros puntos de vista, sueños e ilusiones, algo que parece casi imposible en un mundo de familias que almuerza y cena con el televisor prendido y por ende incomunicado. Si no cambiamos de hábito y nos comunicamos mejor el problema se tiende a agravar.
4º- Capacitarnos para la inserción profesional en la empresa (OJO!!!).
Muchos hijos creen que con hacer “portación de apellido” es suficiente para seguir adelante y no captan que el manejo de una empresa hoy exige profesionalismo no solo en la parte operativa sino también en los aspectos administrativos y de manejo del equipo humano. Si no se arma con tiempo un plan de profesionalización de nuestros continuadores el peor escenario es que cuando tengan que tomar decisiones no estén preparados y terminen fundiendo la empresa.
Y la lista podría seguir, pero redondeando las ideas:
El paso del tiempo es inexorable, todos envejeceremos y algún día deberemos pasar la posta a otra persona, en este sentido lo mejor es no improvisar y empezar con tiempo a analizar con nuestros hijos qué objetivos, expectativas o dificultades ven a futuro respecto a la empresa y cómo se podrá asegurar su continuidad y el bienestar familiar.