Las micotoxinas son un problema mucho más complicado de lo que en un principio podría parecer. La detección es complicada por múltiples motivos, entre ellos la distribución heterogenea de las micotoxinas en los alimentos (materias primas y piensos), la presencia habitual de más de una micotoxina, el sinergismo que se establece entre las mismas, la poca e inespecífica sintomatología de las micotoxicosis y por último, pero no por ello menos importante, la presencia de las denominadas micotoxinas enmascaradas. Todos estas características, propias de las micotoxinas, hacen que el riesgo de exposición de los animales es mucho mayor del esperado o detectado.
Las micotoxinas enmascaradas son derivados de la molécula original (en forma libre) formados en las plantas por conjugación con compuestos polares. Las conjugaciones más comunes son con glucosa, glucosa modificada y otras como sulfato y glutatión. Las plantas tienen la capacidad de transformar los xenobióticos en conjugados más polares y normalmente menos tóxicos. Cuando el hongo sintetiza micotoxinas en los tejidos de la planta infectada, ésta las tomará como sujeto de transformaciones para detoxificarse (Figura 1). La característica de estas transformaciones es que hacen a las micotoxinas indetectables por los procedimientos analíticos convencionales. Hay documentados casos en trigo, maíz, avena, cebada, malta…
No obstante, hay sustancias derivadas de las micotoxinas que tampoco son detectables en los análisis de rutina pero que no son producidas por las plantas. En ese sentido, el término “micotoxinas enmascaradas” engloba sólo micotoxinas conjugadas generadas por las plantas y no otras posibles formas o uniones de las micotoxinas. Conviene diferenciarlas de lo que serían micotoxinas asociadas (unidas covalentemente o atrapadas físicamente a compuestos de la planta como el almidón u oligosacáridos) y de lo que serían micotoxinas modificadas químicamente (cambios inducidos por temperatura surgidos durante el procesamiento, o inducidos por ejemplo bajo condiciones alcalinas o luz ultraviolada a nivel experimental) o biológicamente (cambios propios del metabolismo de la micotoxina).
Se conocen formas enmascaradas de deoxinivalenol, zearalenona, toxinas T-2 y HT-2, fumonisinas y también algunos metabolitos de las mencionadas micotoxinas. Uno de los ejemplos mejor estudiados hasta el momento son deoxinivalenol y zearalenona, los cuales forman complejos conjugados con la glucosa formando glucósidos como deoxinivalenol-3-β-D-glucósido (DON3G) y zearalenona-4-O-β-D-glucósido (ZON4G), entre otros. Estudios de incidencia de ZON4G revelan niveles detectados alrededor del 10% de ZON4G en trigo contaminado con zearalenona (Schneweis et al. 2002).
En condiciones fisiológicas, durante la digestión del alimento en el intestino delgado, los compuestos conjugados se desdoblan por hidrólisis y las micotoxinas originales se liberan, teniendo entonces vía libre para provocar los efectos tóxicos propios de cada una de ellas. Aunque se ha demostrado en los últimos años que las formas conjugadas de las micotoxinas tienen también de por sí importancia tóxica, los valores toxicológicos de referencia y los límites máximos en piensos y alimentos se basan básicamente en las moléculas originales. Algunos expertos, en busca de una aproximación pragmática, asumen la misma toxicidad para las micotoxinas enmascaradas que para las moléculas originales.
A nivel laboratorial, para detectar las micotoxinas enmascaradas, es necesario un tratamiento de hidrólisis previo, equivalente al proceso de digestión que ocurriría en el animal, para liberarlas de las micotoxinas originales de los glucósidos del alimento a los cuales permanecían unidas y poder así evidenciarlas en el análisis. De no ser así, los resultados de un análisis estándar de micotoxinas en materias primas o piensos deberían considerarse como una estimación de la contaminación por micotoxinas y no como una medida de la cantidad real. En los últimos años se han desarrollado métodos directos para el análisis de micotoxinas enmascaradas, basados principalmente en una extracción con agua-acetonitrilo seguido de un análisis por cromatografía líquida acoplada a espectrometría de masas en tándem.
Los problemas de micotoxicosis no siempre se correlacionan con los niveles bajos de micotoxinas que reflejan las analíticas en el pienso. En consecuencia, la inesperada y en ocasiones alta toxicidad observada se atribuye a la existencia de estas formas conjugadas indetectables de micotoxinas. Ello supone que la concentración real de micotoxina es mayor de la que realmente podemos detectar con los procedimientos analíticos de rutina, los cuales dan falsos negativos porque las micotoxinas no están en su forma original que es tal como se analizan...
Las micotoxinas siguen siendo todavía una amenaza, a menudo oculta, en la alimentación animal. Para asegurar la seguridad de las materias primas y de los piensos, es necesario considerar la exposición tanto a las micotoxinas libres como a las enmascaradas. En ese sentido, hacen falta estudios toxicocinéticos sobre las micotoxinas enmascaradas y métodos analíticos seguros, sensibles y selectivos para detectarlas.
Las micotoxinas son difíciles de diagnosticar por varios motivos: sintomatología subclínica o normalmente inespecífica, muestreo dificultoso por su dispersión heterogénea, presencia de micotoxinas enmascaradas indetectables, etc. Para evitar estas limitaciones, las empresas deben realizar analíticas de micotoxinas y de sus metabolitos en hígados. Esta innovadora metodología permite determinar fiablemente la contaminación existente y valorar objetivamente la eficacia del secuestrante empleado.