Las micotoxinas son metabolitos naturales producidos por especies de hongos filamentosos pertenecientes principalmente a los géneros Aspergillus, Fusarium, Penicillium y Alternaria , que pueden crecer en diversos cultivos y alimentos. El clima de América del Sur es diverso, variando desde tropical, templado y árido hasta frío, ideal para el crecimiento de diferentes tipos de hongos y la producción de micotoxinas.

En una mini revisión publicada en la revista Frontiers in Chemical Biology, publicación de la prestigiosa editorial Frontiers, un grupo de investigadores tuvo como objetivo describir la aparición natural de micotoxinas en los alimentos en América del Sur entre 2018 y 2023, identificando vacíos de investigación y desafíos en una era de cambio climático. Se analizaron 53 estudios, 21 de Brasil. La mayoría de las micotoxinas analizadas en América del Sur fueron micotoxinas tradicionales y reguladas, con ocurrencias variables según la región, las condiciones climáticas y la metodología utilizada. Las micotoxinas emergentes y modificadas sólo se han estudiado en Argentina y Brasil, donde algunos estudios han demostrado una alta incidencia. Ante esto, es esencial fortalecer los laboratorios de inocuidad de los alimentos y las capacidades de vigilancia y establecer sistemas de alerta temprana. También es fundamental seguir trabajando para concienciar sobre las micotoxinas como un problema de salud pública y estudiar y prevenir el impacto del cambio climático en la población microbiana del suelo, la nueva prevalencia de hongos y el perfil de especies toxigénicas. Se necesita una conexión y colaboración efectiva entre disciplinas y sectores de diferentes países para afrontar este desafío de investigación.
En el trabajo se da cuenta de que la mayoría de las micotoxinas estudiadas en América del Sur fueron micotoxinas tradicionales y reguladas; como las aflatoxinas, AFM1, OTA, fumonisinas, DON y ZEN, encontradas con ocurrencias variables según la región, las condiciones climáticas y la metodología utilizada. Las toxinas emergentes y modificadas como AOH, AME, TeA, TEN, ATX-I y ALT se han estudiado sólo en Argentina y Brasil.
La economía de América del Sur se centra en la exportación de recursos naturales, incluidos diversos productos alimenticios propensos a micotoxinas. Por ello es de suma importancia el desarrollo de estas investigaciones, así como el fortalecimiento de los laboratorios de inocuidad de los alimentos y las capacidades de vigilancia y establecer sistemas de alerta temprana.
También es fundamental seguir trabajando para concienciar sobre las micotoxinas como un problema de salud pública y estudiar y prevenir el impacto del cambio climático en la población microbiana del suelo, la nueva prevalencia de hongos y el perfil de especies toxigénicas.
Textualmente los autores señalan: "Las estrategias para reducir la contaminación de los alimentos por micotoxinas requieren un enfoque multifacético que combine intervenciones previas y posteriores a la cosecha. En los países de ingresos bajos y medios de América del Sur, donde la tecnología y la infraestructura no siempre son adecuadas, garantizar una baja incidencia de micotoxinas sigue siendo un desafío importante ( Ducos et al., 2021 ). Además, los cambios en los sistemas climáticos sugieren que las concentraciones ligeramente elevadas de CO 2 y las interacciones con la temperatura y la disponibilidad de agua pueden estimular el crecimiento de algunas especies micotoxigénicas, especialmente bajo estrés hídrico ( Magan et al., 2011 ). Por ejemplo, Paterson y Lima (2010) sugirieron que un riesgo significativo de cambio climático se desarrollaría en países con climas templados, como Chile y parte de Argentina, lo que sería propicio para la producción de aflatoxinas, y que en climas más fríos, micotoxinas como PAT y OTA pueden volverse más críticos. El impacto del cambio climático también será notable para las poblaciones microbianas del suelo; estos se verán afectados y posteriormente afectarán la prevalencia de algunos hongos. Debido a los cambios de determinadas especies de hongos para colonizar nuevos entornos, el perfil de las especies toxigénicas que se encuentran en diferentes áreas geográficas podría modificarse, lo que generaría nuevos riesgos de micotoxinas en regiones específicas ( Moretti et al., 2019 ). Dados estos impactos potenciales, es crucial que los esfuerzos de investigación se centren en monitorear la aparición de micotoxinas en los alimentos, evaluar la exposición de la población y comprender la prevalencia de diferentes especies de hongos toxigénicos en diversas regiones" y culminan señalando "Los siguientes pasos para los países de América del Sur son aumentar la vigilancia alimentaria, la regulación interna de micotoxinas, el análisis de biomonitoreo y la estimación de la exposición de la salud humana en función de los niveles de contaminación y los hábitos alimentarios de cada país. Se necesitan urgentemente estudios epidemiológicos para comprender la fuente de exposición en la población y las consecuencias crónicas para la salud de esta exposición. La evidencia sobre la intersección entre el cambio climático y la salud es limitada en América del Sur y se ha generado de forma aislada, con una investigación transdisciplinaria limitada ( Palmeiro-Silva et al., 2023 ). Esta información fue corroborada en este estudio, donde las colaboraciones en investigación fueron nulas. Se necesita urgentemente una conexión y colaboración efectiva entre disciplinas y sectores de diferentes países para abordar esta desafiante investigación".
Mapeo científico de redes vinculadas para diferentes micotoxinas y alimentos en América del Sur durante los últimos 5 años.
Las autoras fueron Claudia Foerster y Andrea Müller-Sepúlveda (Universidad de O’Higgins, Chile); Marina Venturini Copetti (Universidad Federa de Santa María, Brasil); María Laura Ramirez y Adriana M. Torres (Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina); y Andrea Alejandra Arrúa (Universidad Nacional de Asunción, Paraguay).