Lo exponía la semana pasada a los alumnos de un master, en el ámbito de la dualidad inteligencia emocional – liderazgo: estamos en el marco de la actual Unión Europea (U.E – 27), ante una temática que, cuanto menos, es compleja y delicada; me refiero al etiquetado informativo de las diversas carnes destinadas al consumo humano. Cierto es que en otras regiones del Mundo esta problemática empieza a cobrar fuerza (por ejemplo, en EE.UU. o en algunas zonas de LATAM).
En nuestra sociedad europea, hablando siempre en términos generales, los consumidores son cada vez más conscientes o al menos creen serlo, de lo que consumen y, por esta razón, demandan y requieren, una mayor información acerca de ello; quieren saber más.
Esta realidad se hace especialmente perceptible cuando se trata de las carnes; un producto, hoy, en el centro de la controversia social lo que hace, como es bien sabido, que las mismas se vean atacadas desde distintos flancos; alentados algunos de estos ataques, en no pocas ocasiones, por intereses manifiestamente económicos, más o menos ocultos bajo proclamas ambientalistas, proteccionistas y/o ecologistas.
En este marco beligerante es dónde el etiquetado, está adquiriendo un protagonismo destacado y creciente y debe constituirse en una fuente clave para esclarecer la verdad y aportar la información deseada. Por esta razón, el etiquetado cárnico informativo, a imagen y semejanza del de otros productos frescos, está evolucionando aportando actualmente una cantidad importante de información valiosa para el consumidor, de la que hace no tanto tiempo carecía.
El mencionado etiquetado cárnico es clave para ilustrar la trazabilidad del producto; en términos generales, aporta información acerca de su lugar de procedencia, de si ha pasado por varias instalaciones, de dónde se ha sacrificado y la fecha de dicho sacrificio, del tipo y categoría de la pieza; de las fechas de consumo preferente y de caducidad, etc. etc.
En mi opinión, a corto plazo, al menos en la Unión Europea, el consumidor va a demandar, sí o sí, que el etiquetado, en razón de la mencionada polémica en la que está inmersa la carne, sobre todo cuando se trata de carnes procedentes de modelos de producción intensiva llevados a término en granjas de elevadas dimensiones, aporte información acerca de la sostenibilidad de su producción y de su huella ecológica.
En este sentido el camino que ha seguido parcialmente el “mundo del Porcino Ibérico” y, sobre todo, el del huevo para consumo, con los números de categorización que referencian el sistema de alojamiento de las ponedoras, pueden constituir unas referencias a tener en cuenta.
En la U.E. – 27 y en ella en España, donde la inmensa mayoría de los ganaderos son grandes profesionales, que están trabajando en sus granjas, día sí y día también, a partir de las mejores técnicas disponibles (MTD´s); tratando adecuadamente a sus bases animales, buscando optimizar su bienestar zootécnico; minimizando la generación de subproductos y/o de residuos y optimizado los factores de producción (entre ellos el capital geográfico), son los primeros interesados en que la sociedad reconozca, de una vez por todos, sus esfuerzos cotidianos y su bien hacer.
En razón de todo lo expuesto están proliferando las auditorias técnicas en las ganaderías y los distintivos que pretenden aportar información acerca del “impacto ecológico” de las granjas pecuarias.
En España se trata, al menos hasta el presente, de iniciativas voluntarias promovidas por algunas interprofesionales (por ejemplo, Interporc, Provacuno, Interovic, Avianza, Intercun…) y también por algunas empresas del mundo agropecuario. La finalidad primera de las mismas es generar confianza, fundamentalmente a los dos últimos eslabones de la cadena (la distribución y el consumidor).
Lo cierto es que actualmente, en la Unión Europea, ya se está trabajando en un etiquetado para las carnes en el que quede reflejada la trazabilidad ecológica al igual que la procedencia, el origen, etc. etc.
No obstante, todavía queda camino por recorrer también en lo que se refiere a lograr que la información reflejada en el etiquetado informativo de las carnes sea fácilmente comprensible y facilite se asunción por el consumidor, evitando polémicas estériles.
Estamos, como lo exponía al principio de esta nota, ante una temática compleja y delicada, pero que, en general, se está afrontando con mente abierta, buscando encontrar las soluciones adecuadas lo antes posible, para beneficio del consumidor, pero también para todo el resto de la cadena.
Y es que, tal y como está en la U.E. – 27 “el patio de las carnes”…no queda otra.