9 de junio de 2010
Estimados Marcela Morete y Edward Daniel, lamento mi demora en aportar algo.
Respecto de las consultas de Marcela y las respuestas de Edward, me permito diferir en determinados puntos conceptuales.
Ambos han referido al desvase o recorte de cascos de potrillos considerando el aplomo y de acuerdo a ello recortar el casco, con el objetivo de obtener siempre un plano lo más beneficioso posible para las placas de crecimiento, permitiendo que reciban presiones de forma pareja en ambos lados y, así, incitar al miembro a un desarrollo correcto, de acuerdo a NUESTROS parámetros.
Desde mi punto de vista y de acuerdo a mi experiencia, es incorrecta dicha apreciación. No obstante, me gustaría fundamentar el porqué de mi desacuerdo.
Considero que, tanto durante el recorte de potrillos como de caballos adultos, el utilizar el concepto quitar más de aquí, o más de allá, rebajar los talones, o unos de sus lados, atenta contra las estructuras propias del pie. Es decir, pretendemos corregir un aplomo sacrificando estructuras que forman parte de la naturaleza del animal. Se parte de una base errónea, porque cada una de las partes activas que componen el pie, sea suela o muralla, deben permanecer en el pie, sencillamente porque cumplen una función y son necesarias para el animal.
Si se desea cuantificar el cuánto quitar de aquí o de allá en beneficio de las presiones que llegarían a las placas de crecimiento, las posibilidades numéricas serían infinitas, y cada herrador sería partícipe de un resultado único de acuerdo a lo que él ve, y estoy seguro que todos vemos los aplomos de diferente manera.
Por lo tanto, si cada uno de nosotros vemos al aplomo de una forma diferente, o si cada uno de nosotros define qué grado de defecto posee el animal, la cantidad de casco a quitar y el lugar de dónde quitarlo, siempre diferirá entre un herrador y otro. Y bajo este concepto, sólo será dueño de la verdad aquel que más cerca haya estado de lo correcto, y sin estarlo en su totalidad. ¿Por qué? porque, en realidad, el único que sabe qué grado de defecto, qué tipo de defecto, cómo corregirlo, en cuánto tiempo corregirlo, hasta cuándo corregirlo, cuándo estabilizarlo, es el POTRILLO o el CABALLO.
Si aceptamos que sólo ellos tienen la verdad, podemos comprender que para ayudar a que ELLOS MISMOS corrijan a o estabilicen un defecto, debemos generar ayudas sin interferir en su naturaleza. No obstante, sí debemos valernos de ella.
Personalmente, cuando ayudo a un animal a corregir o a estabilizar un defecto, trabajo respetando a cada una de las partes del pie. No quito ni de más ni de menos, porque me rijo en el concepto SE DEJA EN EL PIE LO QUE PERTENECE AL PIE Y SE QUITA LO QUE HA CRECIDO. Y no olvido algo fundamental que va estrechamente ligado a este concepto, que la mayoría de los herradores olvida es la flexibilidad longitudinal del pie, es decir, el balance F del pie.
El balance F del pie no es invento mío, es una simple particularidad NATURAL que posee el casco por ser cerrado adelante, en pinzas, y abierto atrás, en talones, con el fin de proteger sus articulaciones cuando pisa descalzo, sin herraduras. Además, es lo que permite al animal trasladar el peso, dentro de un mismo pie, desde los lados hacia el centro de equilibrio.
He aprendido que recortar un casco es fácil, sólo nosotros somos complicados.
Cuando recorto los cascos de un potrillo que posee una desviación angular o rotacional, realizo sólo lo que él me pide, y éste lo hace mediante información que responde a dos factores naturales, propios de la naturaleza del caballo. Dichos factores me indican qué pertenece al pie, debiendo quedar, y qué ha crecido, debiendo ser quitado.
Considerando dicha información que se encuentra en el casco y no olvidando que el casco es flexible longitudinalmente (balance F), el recorte que realizo es, exactamente, como lo necesita el potrillo, independientemente del defecto y grado de éste que posea.
Cuando a un potrillo le damos información positiva en sus pies, ésta sube al cuerpo, es analizada por el propio potrillo y baja luego al pie de forma positiva se produce una corrección.
Pero cuando a un potrillo le damos información negativa en sus pies, ésta sube al cuerpo, es analizada y baja luego al pie de forma negativa se acentúa un defecto.
Por esa razón, los herradores no deberíamos corregir defectos. Los defectos son corregidos por el propio potrillo.
Nuestra función como herradores no es cambiar la dirección del miembro, sino cambiar la información en la conformación del animal para que éste mismo cambie la dirección del miembro.
¿Y cómo hacemos esto? Valiéndonos de la naturaleza del propio animal.
Mi trabajo como herrador es trasladar el peso desde los lados hacia el centro de equilibrio del pie (centro de la articulación interfalángica distal) y sólo se puede obtener resultados positivos si consideramos su balance F, de lo contrario, generamos desviaciones secundarias contrapuestas a desviaciones primarias.
Al trasladar el peso desde los lados hacia el centro, enviamos la información correspondiente hacia la conformación del animal, para que éste la analice y la devuelva al pie de forma positiva. Y es aquí cuando el propio potrillo realiza la corrección desde lo más profundo de su conformación desde la raíz.
La parte más fácil del trabajo la tengo yo como herrador, porque realizo sólo lo que el potrillo pide mediante información que posee el casco, y la parte más difícil la tiene el potrillo, porque es él quien debe analizar la nueva información recibida para luego generar los cambios.
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