7 de enero de 2007
Recetas para situaciones difíciles
En orden decreciente de complejidad y peligro, le explicaré los principales conflictos que puede tener con su caballo. En todo caso, raramente llegan a ser peligrosos si sabe detenerlos a tiempo. Millones de personas montan cada día, pocas se caen y poquísimas por culpa del caballo.
El caballo parte a donde quiere en cuanto lo están montando y otras precauciones
Tal vez no sea muy peligroso que el caballo avance mientras lo monta, pero es señal de que el animal cree que puede hacer lo que quiere. En definitiva, es una pésima manera de iniciar su relación con el caballo. Tal vez la mayoría de ellos intenten hacerlo, pero Ud. debe impedírselos. Por precaución, nunca monte si su mano izquierda no tiene bien tomadas las riendas, para poder detenerlo inmediatamente si es necesario, afirmándose además de la tuza (mejor que del pomo de la silla). Luego, si el caballo ha intentado avanzar por su cuenta, deténgalo y no le permita que avance otra vez sino hasta haber conseguido un par de giros estrechos hacia ambos lados, los que, si sabe hacerlos, sirven para demostrarle al caballo que en cuanto lo montan queda bajo las órdenes del jinete. Aunque el caballo no intente avanzar, si sabe hacerlo, haga que ceda el cuello un par de veces por lo menos hacia uno y otro lado (ver “freno de emergencia”). Sólo cuando haya conseguido que se mantenga en su lugar, acarícielo y después de algún rato déle la orden de avanzar. Haga de esto una rutina, aunque el animal se comporte bien cuando lo monta, para que sepa que debe esperar a que Ud. le ordene avanzar. Para conservar el mando durante una cabalgata larga, de cuando en cuando oblíguelo a pasar por donde le es más difícil, en vez de dejarlo seguir eternamente el más simple trayecto del resto de la tropa.
Pero, una advertencia, no intente los giros o la cesión lateral del cuello a menos que haya aprendido cómo hacerlo bien. En caso contrario, lo más probable es que no pueda impedir que el caballo levante el hocico y se ponga aún más difícil. Si ha de renunciar a estas maniobras, por lo menos detenga al caballo completamente en cuanto lo monta, pero con las manos bien abajo para que no levante el hocico y preocúpese de no traccionar a las riendas en exceso.
Para Principiantes: el Caballo se Acelera Bruscamente.
Supongamos a un principiante que sujeta las riendas en una mano de la manera descrita en “Riendas”. Supongamos que el caballo se acelera bruscamente y no basta con traccionar la mano que las sujeta. Entonces, inmediatamente, la mano posterior abandona el excedente de las riendas y toma a ambas bien adelante de lo que era la mano anterior. Así consigue más espacio para acortarlas sin chocar con su propio tronco. Es muy fácil:
La mano izquierda lleva las riendas y la derecha está levantada para mostrar que sólo sujetaba el excedente de éstas. La mano que lleva las riendas nunca se levanta lejos de la tuza y está siempre por delante de la montura. Si el caballo se acelerara bruscamente y no pudiera ser controlado con la mano que lleva las riendas, la mano posterior simplemente se adelanta y hace una nueva toma, con más espacio para acortarlas. PERO, el torso del jinete jamás se inclina hacia adelante para evitar caerse si el animal se detiene bruscamente.
Para Todos:
Yo no pretendo parecer valiente, por lo que antes de montar a un caballo desconocido me familiarizo con él y lo exploro, evitando categóricamente movimientos bruscos de mi cuerpo o extremidades, para que no se asuste. Le acaricio el cuello y las ancas, hablándole con dulzura. Luego trato de acariciarle la cara, la fente y hasta las orejas si me lo permite, lo que me deja tranquilo pues los equinos que rehusan que se les toque la cabeza (”head shy” en inglés) son más desconfiados, asustadizos y propensos a corcovear. Así descubro su carácter y pretendo disminuir su aprensión ante este sujeto desconocido que se le aproxima. Si el caballo es conocido, primero lo saludo con la mano poniendo el dorso de ésta en contacto con sus narices para que reconozca mi olor (la memoria de los caballos es fabulosa), o soplándoselas. Si no es conocido y después de acariciarlo un buen rato y antes de montarlo, me interesa mucho averiguar si lateraliza el cuello ante la tensión de una rienda y si sabe ceder las ancas (girar sobre una mano) con serenidad. Estas son dos gestiones vitales para tranquilizarlo o aplicarle el “freno de emergencia” que luego describiremos y de ellas depende cuánto susto tendré al montarlo (siempre me queda algo de susto). Repetiré las caricias, y las otras maniobras en cuanto esté montado y sólo entonces estaremos listos para cabalgar, en lo posible en el terreno que le es familiar, antes de salir al exterior. En otras palabras, si ha de ser un animal difícil, que me lo demuestre antes de montarlo para estar advertido, o antes de que tenga que enfrentar espacios que no le son familiares. Luego lo camino un rato con suavidad y si lo veo tranquilo le aplico unos giros estrechos sin abusar de las riendas, pero nunca lo lanzo de golpe y porrazo a la cabalgata y menos al galope, pues porrazo es lo que recibiré. Si el caballo no me responde bien antes de montarlo, menos lo hará con mi peso encima de él. En definitiva, no es como subirse a un auto y hacerlo andar: he presenciado más de un incidente a consecuencias de esa actitud.
¿Y si el caballo es díscolo y me porfía?. Pues entonces me pongo mentalmente en la actitud de un domador y me preparo para lo peor: alerta, los pies apenas introducidos en los estribos, las riendas bajas y cortas pero sin excesiva tensión y tratando de abortar sus alegatos con categóricos (no agresivos) tirones de las riendas. Si baja la cabeza puede que quiera corcovear: se la levanto de inmediato con una de las riendas y lo acelero para abortar el corvoveo. Si el “tren delantero” se pone muy liviano puede que quiera pararse de manos: le relajo un poco las riendas y lo acelero. Si se porta en forma insoportable, trato de demostrarle que yo mando sin agredirlo. Si nada resulta, mejor me bajo y dejo que el dueño me lo mueva un rato o aborto definitivamemnte el intento. Hay caballos imposibles para un jinete con mis limitaciones y confieso ser cobarde. He saltado en paracaídas cientos de veces y montado tal vez a un centenar de caballos. Mis primeras experiencias fueron un gran miedo con los primeros y una ignorante confianza con los segundos.
Un par de veces he rozado la muerte con ambos. Con los paracaídas la solución dependía sólo de mi gestión (bien definida desde el primer salto), mientras que con los caballos dependía de convencer al animal para que hiciera lo que podría salvarnos. “Convencer” a un caballo en vez de simplemente ejecutar una acción mecánica con el paracaídas marca una gran diferencia en cuanto a lo que puede ser el resultado. Es por eso que, con la acumulación de experiencias, los paracaídas me parecen hoy mucho más confiables que los caballos...
Pero no se asuste: si cabalga con nosotros y acepta nuestras instrucciones preliminares, es improbable que pase un susto pues le asignaremos un caballo ya probado y entrenado. Pero ¡por favor!, sea honesto con sus limitaciones y acepte nuestros consejos. Distinto es cuando nosotros debemos probarlos por primera vez y/o entrenarlos.
Los caballos necesitan cariño. No es bueno atraparlos, ponerles la montura y galoparlos de inmediato. Mejor déle un gusto primero, para que aprenda que la proximidad del humano puede ser placentera. Si ha de interactuar con el caballo por algún tiempo, hágale harto cariño antes de ponerlo a trabajar. No se apure acarícielo hablándole con dulzura y luego cepíllelo (les encanta). No lo monte hasta que no esté feliz y tranquilo por el trato recibido. Además, hay que hacerse amigo del caballo, lo que significa que, si el caballo es suyo, no sólo se acerque a él cuando quiera montarlo: cuantas veces pueda, acérquese a él para hacerle cariño, hablarle con ternura, cepillarlo o aportarle golosinas y luego lo deja hacer lo que quiera. Así su presencia tendrá bemoles de placer y no sólo de trabajo y cuando sí lo haga trabajar el animal lo aceptará con gusto, porque Ud. ya genera en él emociones agradables y la confianza de que no abusa de su buen carácter: aprendió que Ud. es su amigo y jefe a la vez. Así, la próxima vez que se le acerque, no se resistirá creyendo que debe ponerse a trabajar de golpe y porrazo, sino que anticipará las caricias que le gustan y luego serena y gustosamente se prestará a la acción. Eso determina que un caballo sea gentil o agresivo cuando se le monta. No hay animal más dulce que un caballo bien mimado, ni ninguno más peligroso que el que se siente usado, abusado y desprovisto de cariño.
El animal se niega a avanzar
Puede ser por maña, cansancio, miedo a lo que debe enfrentar o consecuencia de señales conflictivas de parte del jinete, lo que es casi habitual con los principiantes. El jinete está tan tenso, que se contrae y tensa mucho a las riendas o tensa la que no debiera o no suelta la opuesta, a la vez que lo espolea y/o castiga con la fusta o la penca.
Típico intento inadecuado para hacer marchar al Caballero, un potro de muy buen genio en general. Sin adecuar la tensión y posición de las riendas, se le taconea y se le estimula con la penca. La postura de la cabeza del Caballero revela su desconcierto: ¿avanzo (talones y penca) o me detengo (riendas)?.
Los caballos bien entrenados avanzan al sentir que las piernas del jinete lo presionan, se relajan las riendas (nunca soltándolas hasta tal punto que no pueda acortarlas en fracciones de segundos) y el tronco del jinete se inclina hacia atrás. Si no avanza, se presiona con más fuerza con las pantorrillas y si no resulta se le da dos besos sonoros y si sigue sin reaccionar, se le da golpecitos con la fusta, “mecate” o similar, manteniendo la presión de sus pantorrillas sobre el vientre del animal. El “acelerador” principal del caballo (y no tardará en aprenderlo si lo utiliza siempre) es la compresión de las pantorrillas. ¿Y los taconeos?: pueden resultar, pero mejor no recurra a ellos a menos que todo lo anterior falle, ya que a menudo verá que tampoco resultan. Si ha de usar los talones, presione el flanco con ellos en vez de “picotearlo” con los talones o espuelas, manteniendo la compresión de las piernas y no sin antes revisar si no tiene muy tensas las riendas. Pero no ataque al animal con los talones o espuelas, jamás: es una presión suave y progresiva, o a lo más algunos toquecitos suaves, hasta que se consigue la reacción.
Pero esto sirve para caballos bien entrenados. Los caballos de campo han sido acostumbrados a partir con un taconazo y/o la emisión de besos sonoros. Limítese a un intento, o a una repetición con más fuerza. Si no responde, revise la tensión de las riendas (deben estar sueltas pero Ud. preparado para tensarlas en cualquier momento) y vuelva a intentarlo, tal vez agregando a la secuencia piernas, dos besos sonoros y tal vez unos ulteriores toquecitos con la fusta. Si no responde aún, no lo castigue a taconazos y pencazos. Ante este evento, generalmente conseguirá que el animal inicie la marcha con los estímulos ya señalados si además lo hace girar hacia un lado. No me gusta hacer partir a los caballos con los talones o espuelas, pues prefiero reservarlos para otras respuestas más complejas, como hacerlo que gire pero, si todo ha fallado, ahora es el momento de hacerlo:
Para que parta hacia un lado, a la derecha por ejemplo, tensione la rienda derecha y apártela un poco del cuello, a la vez que disminuye la tensión de la izquierda pero la carga contra el cuello como empujándolo hacia la derecha y aplica la secuencia descrita (piernas, besos, fusta) y tal vez presiona con el talón o espuelín del lado derecho (talón “interior” en este caso). Eso lo obligará a arquear el cuerpo hacia el lado contrario y, si no avanzan las manos, cierta presión intermitente del talón izquierdo (exterior) por detrás de la cincha estimulará el avance de los hombros. Si se sigue negando, aplique los estímulos descritos con mayor intensidad y extienda su brazo izquierdo (exterior, opuesto a la dirección del giro deseado) para que su mano quede al lado de su ojo, lo que para él significa una amenaza de la que querrá alejarse. Pero todo eso ya es muy complejo para un principiante y puede reemplazarlo por un suave taconeo simétrico y la gestión con las riendas. Es mucho más fácil hacer partir girando a un caballo porfiado que de frente. Por alguna razón, los caballos inician más fácilmente la marcha de esta manera, pero no olvide que el manejo de las riendas debe estar diseñado para crear tensiones y/o presiones, nunca tirones bruscos.
Si nada le resulta, pida al líder que resuelva el problema. La mayor parte de las veces lo conseguirá parado al lado del caballo, tomando las correas de un lado de la cabezada y estimulándolo a avanzar. Otras veces deberá montarlo él mismo por un rato. Después, si Ud. no le da órdenes conflictivas al caballo, lo que no es infrecuente que ocurra y debe tener paciencia ante las enfáticas correcciones del líder, el animal repetirá la respuesta que consiguió de éste.
El animal patea, pelea con otro o con Ud.
En el primer caso, el jinete sólo sentirá una suave elevación de las ancas, pero el caballo que viene atrás de él puede tener una severa reacción adversa. Para evitarlo, trate de mantener una distancia de por lo menos la longitud de un caballo. No todos patean, pero cuide a su compañero de más atrás y adviértale si se le acerca mucho.
En el segundo caso, hay caballos agresivos que muerden, patean o agreden de varias maneras a sus compañeros. Su líder le advertirá al respecto, pero hay ciertas normas de seguridad que pueden usarse para prevenir agresiones. Lo primero es no acercarse demasiado a las ancas del animal que va adelante: mantenga una distancia prudente (el largo de un caballo) para evitar una patada que puede lesionar y asustar al que Ud. monta. Los potros (machos no capados, que en Argentina llaman padrillos) son generalmente agresivos y porfiados y es preferible que no los monte si no es un jinete experimentado. Un potro cabalgando al lado de otro suele producir agresiones: evítelo.
Si las orejas de su animal están un poco desplazadas hacia atrás, es señal de que está pendiente de Ud. y de sus órdenes. Pero si están en posición casi horizontal hacia atrás es señal de agresividad y debe prepararse para lo peor y evitarlo corrigiendo la causa o con un “valium” si es preciso, el cual se describe luego. Una noche de luna llena cabalgaba a mi yegua por la pampa con mi nieto montando a una mula y otros dos jinetes por más de una hora mi yegua iba al paso o galopando al lado de la mula como si fueran grandes amigas. De pronto, echó las orejas fuertemente para atrás y me preparé de inmediato para una sopresa sin imaginarme su causa, tomando las riendas cada una en una mano y bien cortas, con contacto pero sin tirones. Segundos después, hizo un brusco intento por morder a la mula, pero me resultó muy fácil impedírselo. Esa misma noche, yendo al paso al lado de otro jinete más desprevenido, su caballo casi consiguió morderme el muslo. Es difícil corregir esa mala conducta durante una cabalgata y lo mejor es evitarla: aparéese con otro animal, no vuelva a acercarse al anterior y manténgase siempre alerta, como cuando maneja a un automóvil.
Un potro demasiado entusiasmado con una yegua puede llegar a tratar de montarla por atrás y lesionar gravemente al jinete de la yegua si percibe esta tendencia, aparée a su potro con otro animal con el cual no tenga conflictos, como un caballo bien capado. Si monta a la yegua, manténgase siempre un poco atrás del potro. Al respecto, un par de anécdotas:
El primer día que montamos a un potro recién adquirido, mi yegua estaba en celo. Sólo íbamos Carlos y yo. Con prudencia (mi yegua más atrás del potro) y la capacidad de Carlos para controlar al potro, cabalgamos cinco horas sin problemas. Pero en cuanto nos descuidamos un poco al retirar las monturas, el potro montó a la yegua y nada en el mundo lo iba a detener. Si yo la hubiera estado montado, me habría golpeado la nuca con sus cascos y tal vez me habría dado en la espalda los “tiernos” mordiscos que dedican a la tuza de la yegua. Me han contado más de una inquietante experiencia al respecto.
¡Hay de mí! si aún estuviera montando a la yegua. Apenas alcancé a retirar la silla. Si un protro no controlado por un buen jinete percibe que la yegua está dispuesta, la montará sí o sí y nada más le importa.
Otra vez, en la pampa argentina y de vuelta a la querencia, mi hija Valeria galopaba a una yegua en un potrero y yo había desmontado y le tomaba fotos. De pronto, apareció un burro rebuznando y lanzado hacia la yegua. Le grité “¡arranca que viene un burro!”, pero ella creyó que sólo la estaba estimulando a galopar más rápido. Finalmente el burro la alcanzó y trató de montar a la yegua. Por suerte su corta estatuta sólo le permitió posar sus manos sobre la grupa de la yegua y no sobre Valeria, y por suerte la yegua no corcoveó y pudimos reírnos y hacer bromas en vez de lamentar una grave desgracia. Después de eso y en otras cabalgatas con la misma yegua, me entretuve ahuyentando al burro con mi caballo, pero la determinación del burro era tal, que tenía que hacer maniobras acrobáticas para bloquearlo y varias veces estuve a punto de no conseguirlo.
Nerviosismo
En la naturaleza los caballos son animales que viven en manadas con un miembro de ella que es dominante y que ejerce su función pateando, mordiendo o lanzándose de frente para amedrentar a los subalternos. Lo hace con la cabeza bien levantada y el hocico apuntando hacia adelante y la víctima se prepara para la carga de la misma manera. A la inversa, la cabeza baja le recuerda al caballo momentos placenteros, como pastar o descansar. Por otra parte, siendo parte de una manada, lo altera el quedar solo mientras los otros miembros de la manada se alejan. Es algo que le enseñó la naturaleza: si se queda solo, es más facil presa de un depredador, mientras que las posibilidades de ser la víctima disminuyen en medio de la manada. Es, entonces, natural que se ponga nervioso si Ud. se detiene a arreglar un estribo, por ejemplo. Lo prudente es pedirle al líder que detenga a la tropa para que Ud. no se quede atrás de ella. Más vale prevenir las situaciones que pueden alterar la conducta de su animal.
El caballo está tranquilo cuando uno siente que se comporta